En grupo, la mejor opción de migrantes para llegar seguros al norte

Cruzar la frontera mediante coyotes es caro y peligroso: centroamericanos

Héctor Torres y su familia, procedentes de Honduras, esperan en la carretera un aventón para llegar a Veracruz; han gastado en pasajes unos 500 dólares. Fotos: ROSELIA CHACA / EL UNIVERSAL
Estatal 03/11/2018 10:15 Roselia Chaca Donají Actualizada 10:15

Héctor extiende su pulgar derecho hacia la carretera en señal de ride. A su lado, en el piso somnolientos, su sobrino de 10 años y su hijo de nueve; de pie, su hijo adolecente, su cuñada y su esposa. Todos esperan el aventón que los acercará a Veracruz, siguen al grueso de la caravana; blindarse y avanzar en grupo es más seguro.

Héctor Torres Pérez y su familia llevan tres semanas en la primera caravana que entró a México, dejaron casa y al resto de la familia en el Departamento de Colón, Honduras.

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Aprovecharon el contingente para huir de la violencia y la pobreza, además, para no pagarle miles de dólares a los coyotes que se ofrecen a cruzarlos de Guatemala a México. Para esta familia era la oportunidad de pasar por tierra azteca con poco dinero, aunque fuera de la manera más incómoda y cansada. Héctor argumenta que por cada uno de los miembros un coyote les pediría 7 mil dólares, por lo que en total tendrían que pagar alrededor de 40 mil dólares hasta Estados Unidos, donde los esperan sus hermanos.

Ahora, con la caravana la familia ha gastado alrededor de 500 dólares hasta el estado de Oaxaca, ese dinero lo han utilizado sobre todo para pagar pasajes de camionetas, taxis y vehículos que los recoge en la carretera durante toda la travesía.

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“No tenemos dinero para cruzar y lograr llegar por medio de un coyote hasta donde está mi familia, porque cobran mucho dinero, además de que es peligroso, así que no teníamos más opción que venir en la caravana, aquí estamos seguros, dormimos en el suelo, pero sólo así lograremos escapar y esperamos cruzar, si así es la voluntad de Dios”, comentó.

A unos cuantos metros de él, Raúl Ordóñez, del Departamento de Comayuagua, solo espera el aventón. Asegura que la paciencia es lo que carga en las mochilas y muchos sueños. Así que tranquilo se mantiene a la orilla de una de las carreteras más transitada del país, la que conecta dos océanos, el Pacífico y el Atlántico, la Transístmica.

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Raúl huye de la pobreza, viaja sin compañía, y aunque su objetivo es cruzar no se aferra, si no lo logra espera encontrar trabajo en el norte de México, donde le han contado que pagan bien a los albañiles. Asegura que es obediente, que sigue todas las instrucciones de los coordinadores y dirigentes de la caravana, y que camina en grupo, por protección.

“Dejé a mis hijos en Honduras, no los quise arriesgar, esto no es para ellos, yo me arriesgué porque ya estoy grande y voy a buscar un mejor futuro para ellos, para que tengan educación y comida todos los días en su mesa, por eso paso hambre y se ampollan mis pies, es por ellos”, dice sin despegar los ojos en las camionetas que transitan abriéndose paso entre la multitud que espera el ride.

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