Más Información
“Lloro, ahora no mucho, pero lloro cuando veo mi pierna, cuando me veo en esta silla de ruedas, cuando veo que no tengo casa. Mi nieta me regaña, por ella sigo con ánimos. El mercado me cura mucho, porque veo gente, platico, porque aquí hay vida y mucha alegría”.
Ella quedó atrapada, su pierna derecha fue la más lastimada, en una primera revisión fue atendida por un médico privado sin lograr alivio, un mes después fue internada en una clínica, también privada, y operada para salvarle la vida; perdió su extremidad, gastó todo lo que tenía y lo que no tenía, hasta el recurso del Fonden.
Durante la contingencia no tuvo acceso al servicio de salud gratuito, ni siquiera al Seguro Popular; nunca fue inscrita ante el Registro Civil, nunca existió de manera legal, por lo tanto no tuvo acceso a educación y salud pública.
Los apoyos que recibió no vinieron de ninguna autoridad; la silla de rueda, despensas, dinero y su registro llegaron de ciudadanos. Un año ha pasado y el dolor aún no se le borra del cuerpo ni del alma, dice.