“Lloro porque me veo en silla de ruedas y no tengo casa”: damnificada en Juchitán
Lavinia perdió una pierna por el sismo y aún vive entre lonas porque invirtió su recurso del Fonden en atención médica
Lavinia mueve con dificultad su silla de ruedas en el pequeño espacio que le dieron en el mercado provisional de Juchitán. Cuando ofrece sus dulces de camote y durazno, le sonríe a los potenciales clientes, pero cuando le preguntan cómo se siente, su rostro se apaga.
Lavinia confiesa que ha deseado haber muerto en el terremoto del 7 de septiembre, porque para ella, una mujer de andanzas, de caminar horas por las calles del pueblo ofreciendo sus dulces casa por casa, no tener una pierna es un castigo.
“Lloro, ahora no mucho, pero lloro cuando veo mi pierna, cuando me veo en esta silla de ruedas, cuando veo que no tengo casa. Mi nieta me regaña, por ella sigo con ánimos. El mercado me cura mucho, porque veo gente, platico, porque aquí hay vida y mucha alegría”.
Lavinia Valencia Suárez tiene 54 años, pero aparenta más. Su nieta María de Lourdes es su único apoyo para moverse por toda la ciudad en una silla de ruedas que le donaron y que el uso diario desgastó.
Vive debajo de unas lonas en el patio de su casa, ubicado entre callejones de la ribera del río en la Quinta Sección; su hogar se vino abajo la noche del sismo.
Ella quedó atrapada, su pierna derecha fue la más lastimada, en una primera revisión fue atendida por un médico privado sin lograr alivio, un mes después fue internada en una clínica, también privada, y operada para salvarle la vida; perdió su extremidad, gastó todo lo que tenía y lo que no tenía, hasta el recurso del Fonden.
Durante la contingencia no tuvo acceso al servicio de salud gratuito, ni siquiera al Seguro Popular; nunca fue inscrita ante el Registro Civil, nunca existió de manera legal, por lo tanto no tuvo acceso a educación y salud pública.
Los apoyos que recibió no vinieron de ninguna autoridad; la silla de rueda, despensas, dinero y su registro llegaron de ciudadanos. Un año ha pasado y el dolor aún no se le borra del cuerpo ni del alma, dice.