Oaxaca de Juárez. —Toda la fuerza del terremoto que el 7 de septiembre de 2017 devastó a las comunidades del Istmo oaxaqueño, y que los abuelos zapotecas aseguran que se anunció con un rugido terrible desde las entrañas de la tierra, nació en las profundidades de las aguas del Golfo de Tehuantepec, a 133 kilómetros de  Pijijiapan, Chiapas, donde las placas de la corteza se fracturaron a lo largo de más de 500 kilómetros

Aunque el epicentro del sismo, considerado el más fuerte que ha vivido México en casi un siglo, se ubicó mar adentro, fue en la ciudad de Juchitán donde quedó plasmada toda su destrucción, pues el rompimiento de las placas sólo fue el inicio de una cadena de movimientos que alcanzaron a otras fallas y que a su vez generaron más desplazamientos.

De acuerdo con un informe del Servicio Sismológico Nacional, el terremoto, ocurrido a las 23:49:17 horas, fue percibido en el sur y centro del país y su epicentro se localizó a una profundidad de 45.9 km.  Se trató de un poderoso sismo “intraplaca”, pues en esta región la placa de Cocos subduce (se desplaza) por debajo de la placa de Norteamérica y la del Caribe.

A tres años de distancia, Víctor Hugo Espíndola Castro, responsable de Análisis en el sismológico, explica que la fuerza de este temblor superó unas 30 veces al ocurrido 12 días después, el 19 de septiembre; sin embargo, señala que fue este segundo evento el que acaparó la atención por afectar principalmente a la región centro del país y en especial a la Ciudad de México.

El especialista dice que el sismo del 7-S consistió en un “rompimiento” que comenzó en el epicentro y se extendió por más de 500 kilómetros al noroeste sobre la línea costera,  lo que provocó que con las ondas sísmicas otras estructuras también fueran alcanzadas, y que la corteza terrestre sufriera alteraciones, generando movimientos internos y ondas sonoras.

Eso fue lo que los ancianos zapotecas escucharon unos segundos antes de la sacudida que trajo toda esa  destrucción.

“Sí puede ser que hayan escuchado esos rugidos unos segundos antes, porque es una deformación de las ondas, es un desplazamiento interno y depende de la estructura donde estén asentados. El  sonido se convierte en la respuesta del lugar a la energía liberada, pues fue un sismo grandísimo”, detalla.

Agrega que el sismo que devastó al Istmo de Tehuantepec también es del que se tiene el mayor número de réplicas registradas, lo anterior, detalla, porque aunque en 1932  ocurrió un terremoto de la misma magnitud, 8.2 grados, en esos años el Servicio Sismólogico Nacional, que suma 110 años de historia, no tenía la tecnología con la que cuenta ahora.

Esa tecnología fue la que registró 26 mil 781 réplicas del terremoto del 7 de septiembre, contadas durante todo un año, y mismas que se siguieron monitoreando hasta que la sismicidad promedio se recuperó.

Al respecto, el experto detalla que Oaxaca es la entidad que mayor sismicidad concentra de todo el país, pues se estima que en su territorio se originan 50% de todos los temblores que nacen en la región, y que por su cercanía, Guerrero y Chiapas también son alcanzados.

Que la sismicidad en la región del Golfo de Tehuantepec sea la mayor en todo el país se debe precisamente a la interacción de las tres placas que colisionaron aquella noche de hace tres años, en cuya área de subducción o desplazamiento, localizada a 60 kilómetros de profundidad en la corteza terrestre, nacen casi todos los sismos.

Dicho lugar recibe el nombre de Trinchera.  “Afortunadamente  muchos de los sismo que nacen en esta región lo hacen fuera de la línea de costa, en la Trinchera, que es el área de rompimiento. Si una ruptura  como la del sismo del 7 de septiembre se hubiera generado  dentro de la plataforma continental, la destrucción hubiera sido masiva”, puntualiza.

El especialista del Sismológico Nacional no duda un segundo de lo que dice. Menciona, por ejemplo, que en comparación con el temblor que 12 días después volvería a golpear al país, y que alcanzaría a Oaxaca, la energía liberada por el terremoto que devastó a Juchitán fue 30 veces mayor.  Y  que toda la destrucción fue por su cercanía, pues en realidad “el del 19-S fue un sismo mucho más chiquito”.

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