En la segunda planta de una casa oculta entre callejones de la población mixe de San Juan Guichicovi, en la zona norte del Istmo de Tehuantepec, está un  pequeño taller en donde apenas y caben cuatro trabajadoras con sus   máquinas industriales. 

Los hilos, los rollos de telas de lino y algodón  terminan por saturar el lugar en donde todos los días se elaboran y empacan 40 huipiles tradicionales de la marca Hilo de Nube, que llegan a sumar hasta 900 al mes que se venden en dos tiendas en  la ciudad de Oaxaca.

Silvia Mora Mendoza, de 57 años, fundó el taller  junto con sus hijos y su nuera Yoari López  en  2014, y desde entonces dan trabajo a 100  mujeres de comunidades  como   Río Pachiné, Encinal, Ocotal, Ocotalito, Chocolate y la cabecera de este municipio donde habitan más de 14 mil mujeres, de las cuales 75% padecen  pobreza, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social  (Coneval) y de las que casi 90% viven de elaborar vestimentas tradicionales.


Foto: Roselia Chaca

 Una de las principales cualidades de este taller es que  usa  exclusivamente lino, telar en pedal y algodón, y  se enfoca en el rescate  de modelos antiguos del textil que dan identidad a San Juan Guichicovi, como el magueito, la flor de margarita y flor de San Juan, todos en riesgo de desaparecer.

Pero lo más importante, asegura Yoari, quien dirige el proyecto,   es que lo hacen bajo principios feministas  como  el empoderamiento de la mujer,  a través de la dignificación de su trabajo  y el comercio justo. Por ello,  pararán este 9 de marzo como parte de la convocatoria “Un día sin nosotras”.  


 Difícil comienzo

Silvia comenzó el proyecto  con 300 pesos, una maquina antigua Singer, una página de internet y cinco metros de tela. Hoy, cuenta con siete personas en el taller y una estructura empresarial muy bien definida en donde cada integrante realiza una actividad: desde la que recibe las prendas trabajadas por las artesanas hasta la que empaqueta las piezas para su envío.

Silvia tuvo que dejar su trabajo en el sistema magisterial,  debido a que la demanda de piezas requería tiempo completo en el taller. Las primeras prendas que se vendían por internet,  su hijo y su nuera las entregaban en los parques de la capital, hasta que la exigencia del mercado los obligó abrir una tienda en la colonia Reforma.


Foto: Roselia Chaca

“Elaboraba las prendas  después de regresar  del trabajo, terminaba ya entrada la madrugada. Al principio fue muy cansado, pero como mis hijos y mi nuera comenzaron a capacitarse en negocios,  idearon la manera de que el proyecto fuera exitoso y se logró. Ahora tenemos todo  bien organizado y llevamos un control”, explica Silvia.


Ideales feministas

El pago justo a las artesanas fue lo que atrajo a las 100 mujeres al proyecto, sobre todo por el esquema  de trabajo. Silvia les entrega las telas y los hilos en paquetes, ellas sólo ponen el trazo y la mano de obra, cuando regresan los  huipiles, Silvia   les paga dependiendo del diseño, por los más sencillos reciben un pago  de 100 pesos y  por los más elaborados, 460 pesos  o más.

Las artesanas cada ocho días llegan al taller con  hasta 20 huipiles, por lo que  algunas como Ana Luisa Saynes, de 26 años, obtienen hasta  820 pesos por siete piezas, las cuales elaboran  en   una semana.

 “Yo elaboré en menos de una semana siete huipiles sencillos, algunos me los pagan a 155 pesos, otros a 100 pesos, pero no invierto nada,  me dan las telas y los hilos, yo los elaboro en mi tiempo libre. La mera verdad aquí pagan bien. Intenté vender por mi propia cuenta y nunca salió”, cuenta la joven, quien reconoce que antes se sumarse a Hilo de Nube  siempre  salía perdiendo.


Foto: Roselia Chaca

 “Me pagaban bien poco. Aquí tengo mi propio horario, soy ama de casa y después de hacer mi quehacer me siento en la máquina a elaborarlos, no tengo presión de nadie”, comenta satisfecha.

Yoari, nuera de Silvia y quien se encarga del proyecto desde el arranque, explica que  Hilo de Nube se ha convertido   en un espacio donde plasma sus ideales feministas, pues  se redignifican sus conocimientos textiles y les dan  algo redituable, digno y  que les dé  condiciones  económicas óptimas: “Respetamos que trabajen en su casa y que combinen lo artesanal con sus labores del  hogar”.  

Lo anterior, abunda, pues existen brechas salariales por cuestión de género, además de que  las actividades del hogar no son  remuneradas: “Eso nos lleva a buscar pagos más justos y dignos para las artesanas, respetar sus tiempos y valorar su trabajo”, dice.

Pero Ana Luisa y las otras mujeres  no sólo reciben  un pago que consideran  justo, también otros beneficios, como un  vale por 140 pesos al mes que cambian en una tienda de la población por productos de la canasta básica, un apoyo que nadie más les da por pertenecer a un taller de huipiles.

“Nadie más nos da un vale al mes, no es mucho, pero es de mucha ayuda para las mujeres, como yo, que no tienen otra entrada más que elaborar huipiles y, además,   luchan con una enfermedad. Este taller es  una especie de familia porque, cuando alguna artesana está enferma, todas apoyan. En otro lado no podría trabajar, pero aquí me dan chance de hacer cosas pequeñas y me dan mis vales”, dice   Orquídea Gonzales Girón, sobreviviente del cáncer de mama.


Foto: Roselia Chaca

Al respecto, Yoari dice que dichos vales, así como otras prestaciones como aguinaldo y  permisos por maternidad,  que antes no existían en el  sector artesanal de la región, son una forma con la que buscan romper   estructuras “plagadas de machismo y colonialismo”. “Buscamos ser una empresa que  cuide a las mujeres, valorando sus conocimientos y habilidades”, asevera.

Es por esta filosofia que las artesanas    tienen un horario flexible, algunas trabajan  después de dejar a sus hijos en la escuela, otras son madres solteras y unas más   detienen su trabajo al medio día para  recoger a sus nietos. Mientras que las  más jóvenes ven   una opción de empleo  en una comunidad en donde la mayoría emigra a  las ciudades  para emplearse en el trabajo doméstico  con salarios muy bajos.

“Antes, trabajaba en casa ajena, pero la paga era muy mala y todo el día, era muy pesado y  aquí tengo un horario flexible. Hay  días  que termino temprano mis 80 piezas y me voy, pero para eso  ya me gané 400 pesos”, explica María Dolores Carrillo.


Foto: Roselia Chaca

Silvia resalta que las artesanas   son proveedoras en sus familias y se han empoderado, conocen sus derechos laborales y están  informadas de la lucha  por  los derechos de las mujeres, por ese motivo, todas pararán actividades el próximo 9 de marzo.

 Proyecto, a favor de la lucha

Con la experiencia obtenida en  Hilo de Nube, Yoari, junto con sus amigas Patricia e Indira,   arrancó en 2017  un segundo  proyecto con  perspectiva feminista llamado  Marías Violetas y que se ha convertido en una marca reconocida entre las activistas de Oaxaca por su labor a favor de las luchas de las mujeres, como el movimiento a favor de las  despenalización de la interrupción del embarazo.

“En ambos proyectos, plasmo mis ideales feministas, pues se rigen desde  prácticas horizontales y de cuidado, valorando el trabajo de las mujeres    y  buscando para ellas pagos justos que ayuden a su independencia económica”, resalta.