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Mujeres de edad avanzada, todas amas de casa, se reúnen y comentan que la fuerza de “Katia” ya les quitó la vida a una madre y sus dos hijos; el pronóstico es el peor.
Tenían que caminar rezando por las calles, agarradas con fuerza de cordones atados de esquina a esquina para no caerse, sin zapatos, con el olor fétido haciéndose cotidiano y con la idea del fin del mundo en la mente. “Le pedimos perdón a Dios por todo lo que hemos hecho, por todo lo que dejamos de hacer”, coinciden.
Un padre nuestro y un rosario no son suficientes para frenar la fuerza de la inclemente lluvia. El jueves, un puño de sal convertido en cruz y una plegaria al cielo fue la fórmula que las mujeres aplicaron en sus casas, poco después la tierra se sacudió.
“El terremoto fue horrible, nunca se había sentido algo así, dicen que la tierra se moja, con todas sus placas, tanto que ya reblandecidas tiemblan para reacomodarse”, comenta una de ellas.
La creencia popular les dio calma todo el viernes. La familia está bien, sólo se rompieron tazas y se cayeron libros, se fue la luz, pero regresó.
El río bajó su nivel pero ante el anuncio de la llegada de un nuevo huracán, se pusieron de acuerdo para verificar el nivel del afluente para recobrar la tranquilidad. “Lo que nos preocupa ahora es el agua, que llegue y se llene el río, se meta el agua sucia a nuestras casas”, sentencia otra, parada a la altura de la colonia Fernando Gómez Sandoval, de Santa Lucía del Camino.
Las inundaciones de 2010 dejaron pérdidas incontables, para las abuelas de las familias, las lluvias son cada vez peores, consecuencia del daño ambiental y de la vida moderna, aseguran.
“Antes no era así y ahora será peor porque el temblor removió la basura que arrastra el río, el agua que se mete a las casas, es lodo y nunca, nunca se recupera uno de esas inundaciones, se moja la sala, se mojan las cosas, se pierde el dinero”, señala.