Policías de Acatlán se escondieron tras asesinato de Alexander; “los que nos cuidan no estaban, saben lo que hicieron”, dice la familia

“Aquí está su sueño. Esto es lo que me hicieron, me mataron a mi hijo y me mataron a mí. ¡Exijo justicia!”, repite una y otra vez Virgina, la madre del adolescente de 16 años

Elementos de la Policía Estatal y de la Guardia Nacional entraron ayer al municipio de Acatlán de Pérez Figueroa para reforzar la seguridad. Foto: Especial
Estatal 12/06/2020 10:00 Fernando Miranda Actualizada 10:30

La noche que mataron a Alexander G., ningún policía de Acatlán de Pérez Figueroa volvió a recorrer las calles del municipio y las patrullas se resguardaron en un domicilio particular casi durante 12 horas. En ese tiempo, tampoco ningún perito acudido a realizar las pesquisas al cuerpo del adolescente de 16 años, asesinado este 9 de junio por un policía municipal.

“Yo salí a buscar patrullas en la madrugada y todos estaban escondidos, no había ni uno, ninguno (...) los que nos cuidan, no estaban”, reclama entre llantos Virginia, la doliente madre del joven futbolista frente al cuerpo inerte de su hijo, colocado sobre una mesa con una sábana encima, un balón de fútbol a un costado y rodeado de flores y veladoras. 

“Saben lo que hicieron”, secunda otra mujer que acompaña el cuerpo y una tercera, exige el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que voltee su mirada a lo que ocurre en Vicente Camalote, comunidad de la Cuenca del Papaloapan que ha quedado rehén de la violencia que se vive a diario en la frontera de Oaxaca y Veracruz. 

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“Que no quieran decir que mi hijo traía una pistola, porque aquí todo mundo conocía al Chander, que sólo jugaba fútbol, era un chavo honesto, sano, con principios y con valores”, reclama en un video la madre de Alexander minutos antes de depositar el cuerpo en el cajón. 

El dolor de Virginia crece a momentos. Alcanza su pico cuando recuerda que su hijo acariciaba su sueño de ser futbolista profesional, pues ya jugaba en la tercera división de los Rayados de Tierra Blanca, equipo veracruzano que condenó el crimen.

“El día de hoy toda la familia Filial Rayados Tierra Blanca está de luto. Nos enteramos que a nuestros alumno le arrebataron la vida y sus sueños de ser jugador profesional, sentimos dolor e impotencia (...) nuestro Rayado sólo tenía 16 años y jugaba ya profesional en el equipo de 3ra División (...) le arrebatan la vida nuestras mismas autoridades que nos deben de dar paz y seguridad”, señaló en un comunicado. 

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Una bala 

Las primeras investigaciones de la Fiscalía General de Oaxaca (FGEO) indican que a Alexander lo asesinaron de un disparo en la cabeza y murió en el lugar del ataque. La bala que mató al joven futbolista salió de una arma larga, similar a una escopeta y como Chander tenía nacionalidad estadounidense, se informó del crimen al Consulado de Estados Unidos. 

Además, el gobernador Alejandro Murat ya tuvo comunicación con la madre del joven y le aseguró que tiene todo el apoyo de su administración. También se comprometió a que el crimen no quedará impune y que “se aplicará todo el peso de la ley contra quien resulte responsable”. 

La fiscalía también informó que Alexander caminaba con otros ocho adolescentes cuando le dispararon a la cabeza desde una patrulla, uno de los cuales también resultó herido y está internado en el Hospital de Tuxtepec, donde recibe atención médica especializada. 

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Como la policía municipal dejó de recorrer aquellas calles tras el asesinato de Alexander y la detención del presunto responsable, la Secretaría de Seguridad Pública (SSPO), y la Guardia Nacional, reforzaron la vigilancia e instalarán filtros de control por un tiempo indefinido, pues la zona donde asesinaron al joven cuando iba a la tienda, se considera de alta incidencia delictiva. 

“Aquí está su sueño. Esto es lo que me hicieron, me mataron a mi hijo y me mataron a mí. ¡Exijo justicia!”, repite una y otra vez Virgina, ajena a todo ese despliegue de elementos tras la muerte de Alexander, cuyo cuerpo espera ser depositado en el cajón de madera vacío, colocado casi en la puerta de una pequeña casa amarilla.

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