Mujeres zapotecas del barro rojo impulsan expoventa en Tlapazola
Luego de “romper” las reglas de su comunidad, una artesana ha logrado mostrar su trabajo en EU e Italia.
A sus 15 años, Macrina Mateo Martínez rompió con las normas y costumbres de su comunidad, y con la autoridad de su madre: cargó sus piezas de barro rojo y salió a la ciudad de Oaxaca para tratar de venderlas.
Fue la primera mujer de San Marcos Tlapazola en hacerlo a esta edad. Ahora, su trabajo se vende en varias ciudades de Estados Unidos e Italia y, junto con autoridades municipales, impulsa la realización de la primera expoventa de piezas de barro que nacen de las manos de estas mujeres zapotecas.
Ubicada a 40 minutos de la ciudad de Oaxaca, San Marcos Tlapazola es una comunidad indígena que pertenece a Tlacolula de Matamoros, municipio de los Valles Centrales, y que se ha hecho famosa por sus artesanías en barro rojo.
El objetivo de la feria que impulsa Macrina, y que se realizará los días 20 y 21 de abril, es dar a conocer las piezas que realizan las artesanas para que sean admiradas y reconocidas no sólo por los oaxaqueños, sino por los visitantes nacionales y extranjeros, pues la gran mayoría carece de lugares de venta.
“Los invitamos a que nos visiten, la puerta estará abierta para todos. Llevo años promoviendo el barro, lo que quiero es que mi pueblo participe y que las más necesitadas vengan a vender sus productos, porque aquí la mayoría no tiene donde vender”, dice Macrina.
La herencia para ellas
La elaboración de piezas con barro rojo es una tradición que se hereda de generación en generación entre las mujeres de esta comunidad. Los hombres, generalmente, ayudan con el acarreo del barro que se extrae en terrenos ubicados a más de una hora de camino a pie.
Se usan dos tipos de tierra, una de color grisáceo con la que se forma la pieza y otra de color rojo, con la cual se pinta antes de ponerse a cocer al fuego. El proceso artesanal puede tardar hasta una semana, según las condiciones climatológicas.
Las mujeres, explica la artesana Crescencia Martínez Juárez, ponen a secar la tierra al sol de uno a dos días; posteriormente, la remojan en agua y la baten con las manos para después colarla y dejar reposar un día o más, según la intensidad de los rayos solares.
Luego, arrojan un poco de arena sobre una superficie lisa y sobre el barro, la extienden y la dejan así por una noche. Al día siguiente empiezan a dar forma a las piezas, usando herramientas como piedras, cuero u olotes.
Las piezas son diversas: tazas, vasos, jarras, comales y otras que pueden servir de adorno o que trascienden al arte. Cuando ya están moldeadas, las mujeres las pintan con barro rojo, utilizando el olote. Las dejan secar por un día y la calan con la uña para verificar que esté seca y tenga brillo.
Finalmente, las hornean al aire libre: colocan una base de leña, luego ponen las piezas y encima de éstas otra capa de leña, a la que le prenden fuego. Todo el proceso puede tardar hasta una semana.
“Estudiar no sirve”. Macrina tenía ocho años cuando aprendió de su madre la elaboración de piezas de barro rojo, mismas que intercambiaban en pueblos vecinos por maíz o frijol, nunca se vendían.
Recuerda que su deseo era estudiar, pero recibió el rechazo de su madre: “Me dijo que estudiar no me iba a servir porque era mujer, que lo que tenía que aprender era el barro; es lo que me heredó”. A los 15 años decidió cambiar esta situación.
“Me generó muchos problemas con mi mamá... me dijo que yo no tenía derecho a salir por ser mujer y que, por usos y costumbres, una mujer cuando es joven no puede salir, porque ahí viene la crítica del pueblo, de la familia. Al principio me afectaba, pero ahorita yo ya me acostumbré a todo esto”, resalta la artesana con orgullo.
Macrina ha llevado su trabajo a diferentes partes del mundo. Su primera entrega fue en Arizona, luego en Los Ángeles, San Francisco, Oregón, Washington, Nueva York, y el Museo de Arte y Diseño. Actualmente, trabaja con el colectivo 50 Grados que ha mandado sus piezas a Roma. Con ese entusiasmo, Macrina busca que con esta primera expoventa las creaciones de otras mujeres sean reconocidas.
“Antes, nadie llegaba a visitarnos, nadie sabía que existe el barro rojo, pero desde que empecé a promoverlo mucha gente llega a visitarnos de diferentes partes del mundo”, destaca la artesana.