Rosario recuerda haber empezado a fumar antes de los 12 años, igual que sus hermanas. Primero por curiosidad, después por gusto y en los últimos años, la necesidad de fumar, le obligaba a consumir alrededor de dos cajetillas al día, equivalente a un gasto mayor a los cien pesos diarios; destinaba gran parte de su salario como servidora pública a comprar cigarros.
En tanto, los SSO indican que hay 90 mil adolescentes y 236 mil adultos de 18 a 65 años, considerados como fumadores pasivos.
Como resultado de su hábito, Rosario recuerda que su fallecido esposo, hijos y otros familiares, también comenzaron a fumar, a volverse más sedentarios, pues su rendimiento físico se vio severamente disminuido. Al quedar viuda y pensionada de su esposo, atiende sus padecimientos a través del sistema de salud pública.
El primer síntoma que afectó su salud fue una tos persistente que con el paso de los años se hizo crónica y flemática. No obstante, aprendió a vivir con ella. "Yo sentía que si fumaba tenía menos tos, nunca me la atendí, sabía que era por fumar pero no hice caso", dice.
Después, fue canalizada con un oncólogo y tuvo que dejar su trabajo. Tras la laringectomía parcial a la que fue sometida por un diagnóstico de cáncer en etapa II, se vio obligada a dejar de fumar. "Sudaba frío, respiraba por una manguera y bajé casi diez kilos", comenta.
Aunque intenta vivir con normalidad, no puede realizar gran parte de las actividades cotidianas porque los esfuerzos le causan espasmos que dificultan su respiración. Pese a ello, agradece haber tenido una segunda oportunidad.
"Cuando estás fumando piensas que no es para tanto, que no te puede hacer tanto daño y dejas que poco a poco, la enfermedad avance", señala.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que entre 2020 y 2030, el tabaquismo será la causa número uno de muerte en el mundo, es decir, la cifra es de 10 millones de decesos al año, más que los relacionados con el VIH-Sida, tuberculosis, mortandad materna, accidentes vehiculares, suicidios y homicidios.