De acuerdo con personas migrantes consultadas por este medio, el servicio únicamente se lo ofrecen a aquellos provenientes de Haití, Venezuela, Nicaragua y Cuba, por la apertura que ha otorgado al gobierno de los Estados Unidos, y sólo si ya contaban con el registro en la aplicación CPBOne para tramitar su cita.
“Nosotros como migrantes lo venos positivo, porque el gobierno nos está dando ese privilegio de movilizarnos sin mucho contratiempo”, manifestó Eustacio Pereira, uno de los extranjeros en tránsito beneficiados.
“Es excelente y estamos muy agradecidos por esta oportunidad que nos están brindando”, agrega María Elena, otra de las migrantes.
Este servicio de los gobiernos federal y estatal se realiza a través de una empresa de autobuses privada. El costo de Juchitán a la ciudad de Oaxaca es de 500 pesos y de la ciudad de Oaxaca a la Ciudad de México, de 450 pesos.
Pese a los beneficios, al no ser un albergue, pese a que así lo anunció el gobernador, no les ofrecen comida ni agua, únicamente servicio de baños públicos.
No obstante, las personas en tránsito insisten que es un gran beneficio porque les permite continuar su viaje por lo menos hasta la capital del país sin tantos “contratiempos” y abusos que han sufrido desde que llegaron a México.
“Nos garantiza que nos podemos mover de manera segura, porque sí tuvimos ciertos tropiezos con muchas personas que nos llevaban a cierta trayectoria y nos cobraban más dinero, como no conocemos el lugar nosotros no sabemos si es verdad y si es mentira, nosotros lo pagamos. Siempre nos decían que estaba la migra de por medio y cuando llegábamos, era mentira, los mismos mexicanos nos decían que era mentira, que ahí no había ninguna migra.
“Total que nosotros nos engañaban como chiquitos, y pagamos fuertes sumas de dinero hasta 500 pesos y 250 pesos por una moto, por llevarnos 10 a 15 minutos de viaje. Todo el presupuesto que traíamos lo perdimos, más que todo entre Tapachula y Juchitán”, narra Eustacio Pereira.
A esto se suma que después de pagar su boleto de mil 200 pesos en Tuxtla Gutiérrez, personal del INM los obligó a bajar del autobús sin importar que viajaban niños y mujeres, algunos de ellos enfermos, cuando no llevaban ni 10 minutos en él, lo anterior para hacerlos continuar su viaje a pie.
“La travesía ha sido bastante fuerte, el trato que nos han dado no es muy bueno. Hemos gastado demasiado dinero, no nos dejan transitar en los autobuses, tenemos que pasar las migras caminando, todo es exageradamente carísimo, el maltrato”, afirma María Elena, originaria de Caracas, Venezuela, país en el que trabajaba como enfermera en el Hospital Universitario. La mujer narra que el salario que recibía mensualmente no le alcanzaría ni para sus pasajes.
Al igual que Eustacio Pereira, profesor y abogado, afirma que en Venezuela al menos se necesitan de 500 a 600 dólares para comprar la canasta básica de alimentos. Eustacio, como profesor, ganaba entre 15 y 20 dólares mensuales, lo que ha provocado que muchos docentes deserten.
“Jamás pensé ser un migrante, me vine, he vivido la experiencia, he visto cómo se trata, cómo se maltrata al ser humano, por el propio ser humano”, dice Eustacio Pereira.
“Nos decían que la selva del Darién era una selva, una jungla monstruosa, yo pasé la selva, la crucé desde Colombia hasta Panamá, y te digo que en realidad la selva es un jardín para cruzarla. Pero en la selva de concreto, ya de Panamá para acá, ha sido muy distinto a lo que conocemos, la selva en realidad no es tan agresiva como la selva de concreto”, apunta.