“Se supone lo iban a pasar más cómodo, a gusto”, lamenta y se niega a decir cuánto pagaron para que cruzaran a su hermano, uno de los 53 migrantes que falleció en la caja de un tráiler el pasado lunes en San Antonio.
Noel cuenta que su idea era llevarse a su hermano a Colorado para que trabajara con él. Ahora deberá regresarlo, sin vida, a su familia en Oaxaca.
Quienes llegan a dejar flores, agua y veladoras son en su mayoría mexicanos con una herencia migrante. Carmelo Rodríguez llegó con su chaleco naranja de trabajador de la construcción, hizo una oración, cerró los ojos, se persignó, soltó una lágrima, apretó el puño y se fue.
“Vinieron a buscar un sueño y aquí terminó”, lamenta el migrante originario de Guanajuato. Duele mucho. No puedo decir más”. Roberto Márquez cruzó a los 15 años de Tijuana a San Diego. Lavó platos, trabajó en el campo y lo agarró la migra, pero siguió cruzando la frontera. A sus 60 años, es artista jubilado en Texas y decidió viajar a San Antonio para levantar un memorial.
En el lugar donde la gente comenzó a llevar veladoras, Roberto clavó tres cruces de madera, en referencia a la crucifixión de Cristo y el profundo arraigo cristiano de los mexicanos y de los centroamericanos. “Los migrantes están solos, no tienen típicamente alguien que los represente. Las autoridades hacen leyes que no son justas para ellos. Hace falta alguien que diga lo que tiene que decir”, consideró. Atrás de las cruces colocó otra madera donde colgó dos mantas rasgadas, una con una leyenda en inglés que dice “Con todos los respetos para nuestros hermanos que murieron valientemente”, y otra en español: “Nuestros respetos a todos nuestros hermanos, héroes que perecieron injustamente.
A Roberto Márquez le gustaría que después, en las maderas, se colocaran fotografías de los migrantes que murieron.
Gregoria Tovar no conoció a ninguno de los migrantes que fallecieron, pero para ella también son sus hermanos. “Todos venimos a lo mismo. A tratar de progresar”, dice la mujer de 63 años. Detalla que los gobiernos deberían apoyar con buenos sueldos y evitar tragedias similares.
“Sangra el corazón, uno siente que sangra el corazón al ver todo. Pedimos por todos ellos. La gente que no puede recoger a su familia, ni sentir que no están solos. Los apoyamos a la distancia”, comenta.