
El sol ya ilumina la ciudad, pero la colonia Benito Juárez aun se encuentra bajo la sobra del cerro del fortín. Luis se toma un momento para mirar el paisaje desde lo alto del cerro, se quita el casco, se peina el cabello, se ajusta el cubrebocas. Toma un pequeño micrófono y comienza a anunciar “tamales, tamales, hay de rajas, de verde, de mole y de dulce, tamales, tamales” repite.
Unos metros después de iniciar su recorrido se escucha un silbido, el primer cliente del día. A media cuadra se encuentra una señora de la tercera edad en la puerta de su casa, usa cubrebocas y careta, en la mano tiene una palangana. Desde ahí saluda a Luis, que le devuelve el saludo para luego llenar la palangana de tamales de hoja de plátano.

Luis asegura que el tamal más vendido es el de mole en hoja de plátano, aunque advierte que esto puede variar “se vende mas rápido el de mole y el de salsa verde, pero algunas veces se me acaba primero el de rajas” explica Luis.
Cerca del medio día termina el recorrido de Luis. Antes de regresar a su casa, va a comprar todos los insumos necesarios para elaborar los tamales del día siguiente. Esta tarea no suele ser complicada, pero las hojas de plátano escasean, en parte por los fuertes vientos que han roto las hojas antes de poder cortarlas y en parte por que el Día de la Candelaria se acerca y las ventas de tamales se disparan.
La competencia por conseguir las hojas es difícil, la semana pasada Luis no pudo vender un día porque pasó más de cuatro horas haciendo fila para poder comprar las hojas de plátano en la Central de Abasto.

Alrededor de la una de la tarde, Luis ya está en casa y su esposa Eva de la Rosa ya ha preparado los guisados de los tamales. “El trabajo es en conjunto, todo lo que yo hago ella lo hace también, entre los dos hacemos todo porque si no nos apoyamos es mucha la carga para uno solo”, explica Luis.
Antes de la pandemia derivada del Covid-19, José Luis preparaba más de mil tamales para el Día de la Candelaria, este año solo preparará cuatrocientos, sabe que las ventas han bajado más de la mitad, pero se mantiene entusiasta “trabajo es trabajo, sea mucho o poco es algo” sentencia José Luis.
Con tan solo 12 años su hijo mayor recibe pedidos en su Facebook personal “Tamales Elioenai” y aunque llegan pocos clientes a través de la plataforma, a Luis le hace feliz saber que su hijo siempre esta dispuesto a ayudar.

Casi al caer el sol los tamales ya están listos, los coloca en el pequeño anafre arriba de su triciclo motorizado y José Luis sale nuevamente a recorrer las tres colonias. “Antes de la pandemia, salía todas las tardes, ahora, salgo un día si, dos no, depende que tal se este vendiendo, si veo que se vende, salgo mas seguido” explica.
José Luis vuelve a su casa pasadas las diez de la noche. Toma café con pan, platica con su esposa, juega con sus hijos y cerca de la media noche se va a dormir para estar listo para la siguiente jornada.