Cuando se habla de hongos silvestres en México, el primer nombre que suele surgir es . Esta comunidad enclavada en la Sierra Sur de Oaxaca es célebre por sus neblinas perpetuas, sus vistas espectaculares y su oferta de hongos psicoactivos.

Sin embargo, limitar la experiencia del llamado Hongosto a este destino sería desconocer la vasta diversidad biocultural de Oaxaca, uno de los estados con mayor riqueza micológica del país.

Más allá de San José, existen otras localidades que se han convertido en verdaderos santuarios para quienes buscan adentrarse en el mundo de los : ya sea por su valor gastronómico, medicinal o espiritual.

Foto: Especial.
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Cuajimoloyas: La capital del hongo silvestre

En la Sierra Norte, emerge entre nubes, bosques y leyendas como un punto neurálgico para la recolección de hongos silvestres. Su nombre, que evoca el mole cuajado por el frío, es sólo el comienzo de una historia que se vive intensamente durante los meses de lluvias.

Aquí los hongos no son sólo ingredientes: son parte del alma del pueblo. La comunidad organiza recorridos para enseñar a recolectarlos, identificar especies comestibles o medicinales y cocinar platillos tradicionales con ingredientes recién salidos del bosque.

Es una experiencia en la que se mezclan ciencia, cultura y naturaleza, ideal para quienes buscan aprender directamente de los guardianes del conocimiento micológico.

Foto: Facebook Enrútate.
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Huautla de Jiménez: Donde el hongo es sagrado

Mucho antes de que se hablara de “turismo psicodélico”, ya era territorio sagrado para los mazatecos. Este es reconocido como el hogar de , la sabia curandera que compartió con el mundo el poder de los llamados “niños santos”, hongos que han sido parte de rituales de sanación y conexión espiritual durante generaciones.

En Huautla, el Hongosto se entrelaza con la , con prácticas de limpieza espiritual y con un profundo respeto por las montañas, los ríos y los espíritus de la naturaleza. Más allá del , lo que se vive aquí es una experiencia ancestral que sigue tan viva como sus paisajes cubiertos de neblina.

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Foto: Facebook Enrútate.
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Santa María Yavesía: Entre ciencia y tradición

Enclavada también en la Sierra Norte, Santa María Yavesía no sólo resguarda un conocimiento profundo sobre los hongos silvestres de la región, sino que ha sido objeto de estudios que confirman el potencial medicinal de varias especies locales.

Aunque no todos los hongos recolectados aquí son consumidos por la comunidad, el saber tradicional sobre su uso ha sido cuidadosamente documentado y complementado con investigaciones sobre sus propiedades antioxidantes y citotóxicas, es decir, la capacidad que poseen para destruir células vivas.

En Yavesía, el contacto con los hongos no se limita al paladar, sino que abre puertas al conocimiento científico, al respeto por los ciclos naturales y al aprovechamiento sustentable de la .

Foto: Facebook Tierra Bonita.
Foto: Facebook Tierra Bonita.

Capulálpam de Méndez: Entre medicina indígena y caminatas micológicas

Por su parte , ubicada también en la Sierra Norte, ha sido reconocida por su compromiso con el ecoturismo y la medicina tradicional indígena. Aquí, el Centro de Medicina Indígena ofrece limpias, baños de temazcal y tratamientos herbolarios, algunos de ellos relacionados con .

Los visitantes pueden participar en caminatas por los bosques acompañados por guías locales que enseñan a identificar distintas especies. El enfoque es integral: cuidar el cuerpo, entender el entorno y valorar los saberes originarios.

Foto: Facebook Mazun TV.
Foto: Facebook Mazun TV.

Mazunte y la espiritualidad costera

Aunque Mazunte es mejor conocido por su atmósfera bohemia y sus playas, los alrededores del pueblo han visto crecer un turismo de bienestar que incluye retiros espirituales, sesiones de meditación y el uso ritual de hongos psicoactivos.

Aquí, el enfoque es más alternativo y contemporáneo, pero conserva ese vínculo ancestral con la naturaleza, el autoconocimiento y la búsqueda de sentido. La temporada de hongos mágicos, como en otros puntos del estado, alcanza su punto álgido entre julio y septiembre.

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Foto: Facebook david.c.estrada.94.
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Un patrimonio que brota con las lluvias

El Hongosto oaxaqueño no es simplemente una temporada: es una manifestación viva de la relación entre el pueblo y la tierra. En cada localidad, los hongos revelan no sólo sabores únicos, sino saberes transmitidos durante siglos.

Recolectar hongos aquí no es sólo una actividad recreativa o culinaria, sino un acto cultural, una manera de sostener identidades, de curar y de celebrar la biodiversidad.

Visitar durante la temporada de lluvias es adentrarse en un mundo en el que las montañas hablan a través de los hongos y en el que cada comunidad ofrece su propio lenguaje para comprenderlos.

Así que, más allá de , abrirse a otros caminos del estado puede ser la mejor manera de descubrir cuán profundas son las raíces de esta tierra mágica.

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