“Vengo de una ciudad en donde el béisbol no es el deporte principal, la mayoría juega al fútbol, pero debido a mi padre que me llevó a una edad muy pequeña a jugar béisbol”, dijo el bateador justo antes de que la voz se le quebrara.
Luego de un par de vanos intentos por contener el llanto, invadido por la emoción, el pelotero recibió desde el estrado un abrazo de su padre, quien subió en persona para consolar a su hijo.
“Mi padre me enseñó a trabajar… a ser honesto, a respetar a la gente y a tratarla como yo quería que me trataran. Fue parte de mi formación desde pequeño y eso me lo llevé cuando me fui de la casa”.
También, habló sobre su madre a quien le agradeció por su cariño y su atención: “No olvido cuando me fui de la casa y me encomendaste con la virgen de Guadalupe”.
La carrera profesional de Vinicio Castillo arrancó en 1991 con Los Bravos de Atlanta, pero fue con Los Rockies de Colorado cuando su carrera despegó; con ellos jugó desde 1993 a 1999 y posteriormente en algunos años esporádicos.
Casi al final de su discurso de entronización, en el que reconoció que es una persona “sentimental”, dijo que quiere que la afición lo recuerde “como un jugador que se entregó al 100 por ciento todos los días; hay días buenos, hay días malos, en los días malos me iba yo con mi conciencia tranquila, porque sabía que todo lo que tenía ese día para ayudar al equipo a ganar, lo había dado”.