Celerina Sánchez y sus versos Tu'un savi, para elevar la voz de las mujeres indígenas

Con una trayectoria marcada por la discriminación, esta poeta mixteca ha participado activamente en movimientos que reclaman su inclusión, también en los movimientos feministas, y que les permita reconocer sus derechos

Celerina Sánchez y sus versos Tu'un savi, para elevar la voz de las mujeres indígenas
Foto: Tomada de Facebook
Más de Oaxaca 16/02/2021 14:20 Juan Carlos Zavala Actualizada 14:20

Oaxaca de Juárez.— El camino para que la voz de la poeta mixteca Celerina Sánchez lograra ser escuchada con la misma fuerza con la que ella la impulsaba fue marcado por la discriminación y el racismo, que la obligaron a  aprender español, trabajar para estudiar, tener que hablar poco, así como  usar su segundo nombre para ocultar su origen indígena, y esforzarse con su trabajo por hacerse de un espacio en la literatura.

En  ese andar chocó por primera vez con un feminismo que también clasificaba a las indígenas, pero participó activamente en movimientos  que reclamaban la inclusión de las mujeres de pueblos originarios para que su voz fuera escuchada.

Poeta y promotora cultural del pueblo Ñuu Savi, Celerina Patricia Sánchez Santiago es originaria de Mesón de Guadalupe, una comunidad de San Juan Mixtepec, en  la Mixteca de Oaxaca. 

Hablante de Tu’un savi (mixteco), nació el 3 de febrero de 1967 y es licenciada en Lingüística por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).

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El interés de su padre porque sus hijos estudiaran obligó a la familia a emigrar de Mesón de Guadalupe —donde sólo  se podía estudiar hasta segundo año de primaria— a  Santiago Juxtlahuaca. 

Además, para estudiar la primaria también debía trabajar. En ese entonces, se “acostumbraba” que los niños y niñas indígenas trabajaran en labores de limpieza en hogares de Juxtlahuaca, donde  únicamente les pagaban con comida y les daban “permiso” para asistir a la escuela.

La segunda migración de Celerina Sánchez ocurrió  con la familia para la que trabajaba; se fue con ellos a la Ciudad de México con el objetivo de estudiar la secundaria, bajo las mismas condiciones de trabajo. 

Al terminar sus estudios, regresó a Juxtlahuaca y después volvió a la capital del país, con la intención de estudiar en la Escuela Normal para ser profesora; sin embargo, no lo logró. 

A los 19 años  se casó, pero la vida la atrajo a los versos de  Pablo Neruda, José Martí y de  Gabriela Mistral.  Celerina enviudó antes de los 30 años. 

Tras la muerte de su esposo, de ideología marxista y  quien menospreciaba los versos,  pudo reencontrarse con la poesía, pero con otra mentalidad que le permitió empezar a leer y,  después,  hacer el círculo de estudio de las mujeres en los años 90.

Ahí es cuando lee el libro Me llamo Rigoberta Menchú y así nació mi conciencia,  de la activista guatemalteca. “De ahí empiezo a encontrar un hilo que se había perdido en  este proceso de racismo que había vivido”, cuenta.  

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A partir de eso,  retomó su interés por la  poesía,  pero lo hizo desde su lengua, y sobre todo, lo hizo  sin la mirada romántica o nacionalista que acostumbraba enseñarse en las escuelas.

En el año de 1997 publicó su primer trabajo y participó en la creación de un periódico llamado "A párrafo abierto", que lideraba el periodista Pino Páez, el cual además se concibió desde el grupo Poetas en construcción,  del que Celerina Sánchez formaba parte.

Ella reconoce que el movimiento de las mujeres indígenas, si bien es el reflejo de un movimiento feminista que tomó fuerza en los años 80, surge después y tuvo que enfrentarse a la categorización de las propias feministas, incluso al sesgo y la separación.

Hasta 2010, recuerda, las mujeres indígenas tuvieron una presencia en el Encuentro Nacional de Mujeres Feministas.

“Entonces a partir de eso empezamos a trabajar juntas, no separadas. Era un poco la consigna, y hasta en el 2010 las mujeres indígenas tuvieron una presencia en el Encuentro Nacional de Mujeres Feministas, para decir, esta es nuestra voz y estas son nuestras demandas”, sostiene.

Y reconoce que reformas como la Ley General de Derechos Lingüísticos les han permitido que su voz sea escuchada y decir: “Miren, tenemos derecho a esto”.

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