Hablante de Tu’un savi (mixteco), nació el 3 de febrero de 1967 y es licenciada en Lingüística por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
El interés de su padre porque sus hijos estudiaran obligó a la familia a emigrar de Mesón de Guadalupe —donde sólo se podía estudiar hasta segundo año de primaria— a Santiago Juxtlahuaca.
Además, para estudiar la primaria también debía trabajar. En ese entonces, se “acostumbraba” que los niños y niñas indígenas trabajaran en labores de limpieza en hogares de Juxtlahuaca, donde únicamente les pagaban con comida y les daban “permiso” para asistir a la escuela.
La segunda migración de Celerina Sánchez ocurrió con la familia para la que trabajaba; se fue con ellos a la Ciudad de México con el objetivo de estudiar la secundaria, bajo las mismas condiciones de trabajo.
Al terminar sus estudios, regresó a Juxtlahuaca y después volvió a la capital del país, con la intención de estudiar en la Escuela Normal para ser profesora; sin embargo, no lo logró.
A los 19 años se casó, pero la vida la atrajo a los versos de Pablo Neruda, José Martí y de Gabriela Mistral. Celerina enviudó antes de los 30 años.
Tras la muerte de su esposo, de ideología marxista y quien menospreciaba los versos, pudo reencontrarse con la poesía, pero con otra mentalidad que le permitió empezar a leer y, después, hacer el círculo de estudio de las mujeres en los años 90.
Ahí es cuando lee el libro Me llamo Rigoberta Menchú y así nació mi conciencia, de la activista guatemalteca. “De ahí empiezo a encontrar un hilo que se había perdido en este proceso de racismo que había vivido”, cuenta.
A partir de eso, retomó su interés por la poesía, pero lo hizo desde su lengua, y sobre todo, lo hizo sin la mirada romántica o nacionalista que acostumbraba enseñarse en las escuelas.
En el año de 1997 publicó su primer trabajo y participó en la creación de un periódico llamado "A párrafo abierto", que lideraba el periodista Pino Páez, el cual además se concibió desde el grupo Poetas en construcción, del que Celerina Sánchez formaba parte.
Hasta 2010, recuerda, las mujeres indígenas tuvieron una presencia en el Encuentro Nacional de Mujeres Feministas.
“Entonces a partir de eso empezamos a trabajar juntas, no separadas. Era un poco la consigna, y hasta en el 2010 las mujeres indígenas tuvieron una presencia en el Encuentro Nacional de Mujeres Feministas, para decir, esta es nuestra voz y estas son nuestras demandas”, sostiene.
Y reconoce que reformas como la Ley General de Derechos Lingüísticos les han permitido que su voz sea escuchada y decir: “Miren, tenemos derecho a esto”.