En lo alto de la Sierra Sur de Oaxaca, a más de 2 mil 300 metros sobre el nivel del mar, se encuentra San José del Pacífico, un pequeño pueblo que parece flotar sobre las montañas. Aquí, donde las nubes se cuelan entre los árboles y el aire huele a bosque húmedo, se esconde uno de los destinos más fascinantes del ecoturismo en México.
Este poblado, perteneciente al municipio de San Mateo Río Hondo, ha pasado de ser un punto de paso en la carretera federal 175 a convertirse en una parada obligada para quienes buscan naturaleza, introspección y aventura.
Uno de los principales atractivos de San José del Pacífico es su famoso mar de nubes. Por su altitud y ubicación geográfica, las nubes suelen estacionarse debajo del pueblo, creando un tapiz blanco y espeso que transforma por completo el paisaje. A veces, el pueblo queda literalmente envuelto en neblina, dando la sensación de estar caminando dentro de un sueño.
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Desde los miradores como Los Pinos o Altos del Golán es posible ver cómo el cielo se funde con las montañas y, en días despejados, incluso alcanzar a ver el Océano Pacífico a lo lejos.
El entorno natural de San José del Pacífico invita a explorar a pie o en bicicleta. Hay múltiples senderos para todos los niveles, que atraviesan bosques de pinos y encinos y que permiten observar de cerca la transición de vegetación conforme se desciende hacia los ríos cercanos.
Para los más intrépidos, hay un circuito de tirolesas y un puente colgante que permiten “volar” literalmente sobre las nubes, especialmente en zonas como El Bosque Encantado. Esta actividad ofrece una combinación de adrenalina y vistas espectaculares.
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San José del Pacífico también es conocido como la "capital de los hongos" de México, debido a la presencia de los llamados “hongos derrumbe”, utilizados ancestralmente por las culturas zapotecas en ceremonias de introspección y conexión espiritual.
La temporada ideal para explorarlos —con responsabilidad y respeto— es durante las lluvias, entre junio y septiembre. Existen guías y espacios adecuados para vivir esta experiencia en un entorno seguro.
Otra práctica ancestral es el temazcal, un baño de vapor de origen prehispánico que aún se realiza en la región. Muchos viajeros combinan ambas experiencias como parte de un proceso de sanación personal.
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El pueblo, con una población de alrededor de 700 personas —en su mayoría de origen zapoteca— conserva una identidad comunitaria fuerte. A lo largo de la carretera y en el centro, se pueden encontrar artesanías típicas como alebrijes tallados en madera, textiles tejidos con motivos de hongos y otros productos que reflejan la fusión entre naturaleza y cosmovisión local.
La gastronomía también sorprende. Aunque el pueblo es pequeño, ofrece desde tlayudas tradicionales hasta propuestas de cocina asiática, pizzas al horno de leña y café de altura servido en espacios con atmósfera cultural.
San José del Pacífico cuenta con cabañas para todo tipo de viajeros, desde opciones rústicas y acogedoras hasta hospedajes con servicios más sofisticados como chimeneas, terrazas panorámicas o instalaciones de lujo.
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Desde algunos puntos es posible despertar con vistas inolvidables al bosque y al mar de nubes. Algunas cabañas incluso se ubican tan cerca del borde de la montaña que al amanecer parece que flotas sobre el cielo.
San José del Pacífico se encuentra sobre la carretera federal 175, la misma que conecta a la ciudad de Oaxaca con Puerto Ángel, Mazunte y Zipolite. Está a medio camino entre la capital oaxaqueña y la costa, por lo que muchos viajeros lo eligen como escala para descansar y conectarse con la montaña antes de llegar al mar.
Desde Oaxaca, se puede llegar en auto o en autobuses que salen diariamente hacia Pochutla. El trayecto toma entre 2.5 y 3 horas, dependiendo del clima y las condiciones del camino.
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San José del Pacífico no es sólo un destino turístico: es una experiencia de reconexión con la naturaleza y con uno mismo. Su mezcla de niebla, rituales ancestrales, caminatas en la montaña y paisajes hipnóticos lo convierte en un lugar ideal para quienes buscan algo más que unas vacaciones convencionales.
Ya sea para una caminata espiritual, un fin de semana en pareja o una pausa en el camino hacia la costa, este pueblo ofrece una escapada única y transformadora en el corazón de Oaxaca.