Ubicado entre los pueblos costeros de Puerto Ángel y Zipolite, San Agustinillo es un remanso de paz en la costa del Pacífico mexicano. Este pequeño poblado oaxaqueño ha conquistado a quienes buscan serenidad, belleza natural y una conexión auténtica con el entorno. Su ambiente relajado, playas de arena dorada y mar templado lo convierten en una joya escondida que vale la pena descubrir.
San Agustinillo se encuentra en la llamada Costa Chica de Oaxaca, una región conocida por su biodiversidad y cultura viva. A diferencia de los destinos turísticos masivos, aquí predominan el silencio del mar, las olas suaves, los paisajes montañosos y la hospitalidad de una comunidad que vive en armonía con la naturaleza.
La playa, adornada por formaciones rocosas y una arena con reflejos oscuros, ofrece un espectáculo visual único. Las aguas cristalinas permiten nadar, practicar esnórquel o simplemente disfrutar del oleaje suave bajo una palapa. A su alrededor, el entorno conserva un ritmo pausado que invita al descanso total.
Aunque San Agustinillo se puede visitar durante todo el año, los meses fuera de temporada vacacional, especialmente entre enero y junio, ofrecen la posibilidad de vivir una experiencia casi privada. Si tu visita ocurre entre julio y diciembre, tendrás la oportunidad de presenciar uno de los eventos más conmovedores del ecosistema local: el desove de tortugas marinas.
Además, durante los primeros meses del año, es posible observar ballenas en su migración, un espectáculo natural que añade un toque mágico al viaje.
El aeropuerto más cercano es el de Santa María Huatulco, a unos 33 kilómetros de San Agustinillo. También puedes volar a Puerto Escondido, que recibe vuelos nacionales e internacionales. Desde la Ciudad de México, el vuelo dura poco más de una hora.
Desde Oaxaca de Juárez puedes rentar un auto y tomar la carretera 175 hacia la costa. El trayecto, de aproximadamente 157 kilómetros, serpentea entre montañas, pueblos de agaves y paisajes espectaculares. Es un recorrido escénico ideal para los viajeros que disfrutan del camino tanto como del destino.
San Agustinillo es perfecto para quienes valoran lo simple y lo auténtico. Aquí no encontrarás grandes desarrollos turísticos ni centros comerciales, pero sí:
Y si te interesa la conservación, el Museo de la Tortuga, a pocos pasos del pueblo, te permitirá aprender más sobre estas especies y su protección.
En San Agustinillo hay opciones de hospedaje para todos los gustos, desde cabañas sencillas hasta pequeños hoteles boutique con vista al mar. Lo que tienen en común es su respeto por el entorno y una atmósfera de tranquilidad difícil de igualar.
Por las noches, el ambiente se transforma en una mezcla de calma y comunidad: cenas con luz tenue, risas suaves, música discreta y el sonido constante de las olas. Es un lugar para dejar el celular de lado y reconectar con lo esencial.
Porque ofrece una pausa genuina del ajetreo. Aquí no hay prisas, ni bullicio, ni pretensión. Sólo mar, arena, naturaleza y una comunidad que recibe a los turistas con calidez. San Agustinillo no busca impresionar con lujos; te conquista con autenticidad.