En el corazón de la Sierra Norte de Oaxaca, rodeado de montañas cubiertas de pino, encino y oyamel, se encuentra San Francisco Yatee, una pequeña comunidad zapoteca atravesada por los ríos Cajonos y Temaxcalapa que forma parte de la región conocida como Sierra de Villa Alta. Un lugar donde las condiciones geográficas han moldeado tanto la vida cotidiana como la imaginación de sus habitantes.
Yatee conserva un ritmo pausado, marcado por la agricultura, la reforestación comunitaria y el uso tradicional de plantas medicinales. Pero además de su entorno natural, esta comunidad resguarda una de las leyendas más fascinantes de la región: la historia del puente que fue construído por el diablo, una estructura que combina piedra, mito e historia ancestral.

El puente misterioso de la Sierra Norte
A simple vista, el puente podría pasar desapercibido entre las formaciones rocosas que dominan el paisaje serrano. Sin embargo, al acercarse se revela una obra sorprendente: un puente de arco de unos treinta metros de altura, construido con grandes bloques de piedra perfectamente encajados.
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Su ubicación, entre barrancas y ríos, ha alimentado la creencia de que ningún ser humano podría haberlo construido sin ayuda sobrenatural. Aunque su apariencia sugiere el paso del tiempo, la estructura se mantiene firme, como si desafiara los siglos y las lluvias torrenciales que caracterizan a la zona.
Este puente, conocido por los lugareños como el “puente que hizo el diablo”, se ha convertido en un símbolo del ingenio, la resistencia y la espiritualidad serrana.

La leyenda de un amor imposible y la trampa del alba
Una de las versiones más difundidas entre los habitantes de San Francisco Yatee, sobre el origen del puente, cuenta que el Diablo se enamoró perdidamente de una mujer de las comunidades aledañas. La madre, asustada, acudió con las autoridades para exponerles la situación y solicitar ayuda. Por consejo de las autoridades la madre dio su consentimiento, pero pidió al Diablo que construyera un puente que permitiera la unión de dos municipios vecinos. La madre de la muchacha impuso la condición de que la obra debía estar lista antes del canto del primer gallo.
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El demonio, desesperado por cumplir la promesa, invocó fuerzas oscuras y levantó piedra tras piedra a una velocidad sobrehumana. Sin embargo, antes de concluir el último arco, las autoridades hicieron cantar a un gallo, rompiendo el pacto. El Diablo, furioso, desapareció, dejando el puente casi terminado.
Desde entonces, el lugar conserva una atmósfera misteriosa. Algunos aseguran que en las madrugadas aún se escuchan golpes de piedra y ecos lejanos, como si el constructor maldito siguiera intentando completar su obra.

Condoy, el rey mixe y el puente inconcluso
Otra versión de la historia conecta el origen del puente con la figura mítica de Condoy, el legendario rey de los Mixes. Según la tradición oral, Condoy fue capturado por los zapotecos luego de una serie de enfrentamientos en la región. Como condición para su libertad, le exigieron construir un puente que uniera los pueblos divididos por el río.
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Condoy, poseedor de una fuerza sobrehumana, aceptó el reto y comenzó la obra durante la noche. Pero al igual que en la leyenda del Diablo enamorado, el canto prematuro de un gallo lo interrumpió antes de concluir su tarea. Furioso, huyó hacia las montañas, dejando el puente inconcluso.
El mito de Condoy se entrelaza con otras historias del sur de Oaxaca, donde se le atribuyen hazañas sobrehumanas entre las que destacan: haber peleado contra Moctezuma, haber dejado tesoros escondidos y, según algunos relatos, haber plantado con su bastón el árbol del Tule, el más grande del mundo. En Yatee, su presencia se recuerda en el puente, visto no solo como una construcción, sino como la huella tangible de un tiempo donde los hombres convivían con los dioses.

El valor histórico del puente y su legado cultural
Más allá de las leyendas, investigaciones locales sugieren que el puente podría tener más de dos siglos de antigüedad, probablemente construido entre 1750 y 1800, durante la época colonial. Su diseño de arco y la técnica constructiva indican una influencia europea, posiblemente introducida por los españoles, aunque se presume que la mano de obra fue totalmente indígena.
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Cabe señalar que en aquel tiempo, los ríos de la Sierra Norte eran fronteras naturales entre comunidades zapotecas y mixes. Por lo que la construcción de este puente no solo facilitó la comunicación y el intercambio comercial, sino que también simbolizó un punto de unión entre culturas.
Hoy, la estructura continúa en pie, silenciosa y majestuosa, como un testigo de la historia compartida entre pueblos originarios y colonizadores.

Un símbolo vivo de identidad serrana
Para los habitantes de San Francisco Yatee, el “puente que construyó el diablo” no es solo una reliquia arqueológica ni una curiosidad turística: es un símbolo de identidad y pertenencia. Representa la memoria colectiva de un pueblo que, pese a su tamaño reducido y su aislamiento geográfico, conserva un vasto patrimonio cultural.
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Caminar sobre sus piedras es recorrer siglos de sabiduría indígena, ingenio arquitectónico y creencias que aún están presentes en la memoria oral.
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