Representa “la fuerza y un ser cósmico lleno de luz. Así lo marcaban nuestros antepasados mesoamericanos”, explica Vera Calderón, quien recientemente concluyó sus estudios en Diseño Gráfico y se incorporó al negocio familiar.
En la parte inferior del cetro hay una flor que “hace alusión a la mujer y cómo de la mujer surge todo hacia la parte de arriba, pero también la mujer como el soporte, el nacimiento y como tal es la parte más importante para el crecimiento de la mazorca”, dice la joven.
“Por primera vez trabajamos profesionalmente todos. Por ejemplo, mis hijos tienen otro estilo y otra visión, pero ahorita nos conjuntamos todos y pusimos lo que nos corresponde. La que diseñó fue mi hija. Mi hijo, que está estudiando escultura, me ayudó con el tallado del bastón y mi esposa es la que siempre se ocupa de los acabados”, cuenta Alejandro Vera.
Blanca Vera dice que su familia comentó el diseño de la obra y que le llevó dos semanas realizar la investigación para el boceto del cetro.
“Fueron días de desvelo porque además tenemos otros pendientes, pero durante el desarrollo de este trabajo fue un ambiente muy sano. Estar con mi papá en el taller en que nos bromeamos un poquito y luego ya nos ponemos serios para continuar con el encargo”, expresa el joven Alejandro.
El escultor Vera Guzmán, originario de Santiago Juxtlahuaca, aprendió a hacer su primera máscara a los siete años para danzar en el carnaval, desde entonces, está inmerso en las caretas, la danza y la música. Debido a su trabajo, sus hijos desde muy pequeños tomaron el mismo camino.
El escultor adelanta que en los próximos días obtendrá oficialmente el registro de su taller. Además, participará como violinista en la Danza de los Diablos, en la Guelaguetza.
Mientras la fecha llega, la familia trabaja en la hechura de las máscaras de los diablos, pues se acerca la fiesta patronal, a donde acuden decenas de danzantes.