Huehuentones, hombres que nacen de la tierra para arropar a las ánimas en Oaxaca
Los pueblos mazatecos de la región Cañada son de los que conservan la mayor esencia indígena en las fiestas de Día de Muertos, un periodo de 10 días en los que vuelven las almas y que consideran sagrados
Santa María Chilchotla.–Los grupos de huehuentones se concentran entre las seis y siete de la tarde del 27 de octubre en el panteón municipal de Santa María Chilchotla. Algunos de ellos lo hacen en la cruz principal que se encuentra en el centro del cementerio; otros, alrededor de una tumba de algún familiar fallecido.
Una catequista – persona dedicada a la enseñanza de la religión Católica – inicia un rezo para solicitar permiso a la madre tierra para que los cuerpos de los huehuentones sean ocupados por las almas de las personas que murieron, y que empiezan a emerger de ella.
Cuando la ceremonia concluye, los hombres empiezan a desvestirse y vestirse en ese momento con un pantalón y una camisa de manta, se colocan una máscara, un sombrero de bejuco y se descalzan; sí el clima es frío, la vestimenta incluye un cotón, algo similar a un sarape.
La música interpretada con violín, viruela o jarana, tambor y cantos en mazateco, rompe el silencio del camposanto y arranca el inicio de la festividad de Día de Muertos con la llegada de los primeros difuntos.
Después se dirigen a la iglesia de la comunidad, que suena las campanas para anunciar su arribo, para pedir la bendición y permiso del sacerdote; de ahí, avanzan hacia el palacio municipal con el mismo fin. Una vez hecho esto, inician sus recorridos con música y danza hacia cada una de las casas de la población, donde las personas esperan a sus familiares que regresan del mundo de los espíritus.
Una tradición que conserva la raíz sagrada
Santa María Chicholtla es una comunidad mazateca de la región Cañada de Oaxaca donde la celebración del Día de Muertos conserva mayormente sus rasgos indígenas; sin embargo, el sincretismo religioso se acentúa con el paso de los años. También, se incorporan cada vez más elementos que proceden de las ciudades como el uso de máscaras de látex.
También hay variaciones en la tradición en la misma comunidad y en sus localidades. Los habitantes dividen a la población en la zona baja, media y alta. Por ejemplo, en la zona baja los huehuentones usan peluca y una gabardina. Otra parte del vestuario es un bastón, y que anteriormente era una vara, pero ha dejado de ser obligatorio.
Foto: Edwin Hernádez
Saúl Valente Pereda, indígena mazateco de la comunidad Cuauhtémoc de Santa María Chilchotla, explica que esta tradición iniciaba alrededor del mediodía del 27 de octubre de cada año. Un sabio indígena mazateco (ahora lo hace una catequista) intervenía entre los espíritus que empiezan a emerger de la tierra y solicita permiso para que puedan ocupar los cuerpos de los hombres, así volver por unos días al mundo de los vivos y visitar los hogares de sus familiares. Los hombres danzan, y en su baile giraban siempre al lado derecho y doblaban en su danza hacia el frente como reverencia a la madre tierra.
Las almas entran en los cuerpos y a partir de entonces, son cháxhoó (huehuentones) encabezados por nchobá (quien lidera al grupo): hombres que brotan del ombligo de la madre tierra.
La festividad de Día de Muertos en esta comunidad mazateca de Oaxaca tiene además otras diferencias con la manera en que se celebra esta festividad en otras ciudades de Oaxaca y del país. Aquí la llegada de las almas empieza el 27 de octubre y se regresan hasta el 5 de noviembre; 10 días en los hay celebración, fiesta y alegría, por el reencuentro con las personas que ya murieron. Pero en esto último, hay otra distinción porque algunos de los indígenas mazatecos consultados afirman que para ellos no hay muerte, sólo el abandono de un cuerpo.
La festividad inicia el 27 de octubre – en la mayor parte del país son los días 1 y 2 de noviembre – porque en su cultura el tiempo tiene un sentido diferente al calendario gregoriano.
“Para nosotros son días sagrados, son días en los que estamos en contacto con lo espiritual y lo místico, entonces en estas fechas es cuando nos damos un espacio para esperar a nuestros seres queridos, que ya se adelantaron.
“Es algo que se acerca más a lo espiritual, a la santidad, y esto no es un folklore, es algo que lo vivimos de corazón, es nuestra religión más que nada, por eso es que estos días para nosotros son sagrados, nadie trabaja todo el mundo se queda en casa para celebrar a sus ánimas”, explica Saúl Valente.
Foto: Edwin Hernández
Ardua preparación
Desde hace más de 35 años, Aris Avendaño Escobedo y hombres de su familia forman un grupo de cháxhoó en Santa María Chilchotla, y ya es parte de su tradición familiar. En los días previos ensayan por las noches la música que interpretarán durante los 10 días que dura la festividad, y practican sus composiciones nuevas.
El ensayo es acompañado por curados de aguardiente de piña, mora y naranja, que se producen y venden en la comunidad; también hay mezcal, y también cervezas. Los niños participan de los ensayos y algunos de ellos, con apenas cinco años de edad, ejecutan algunos de los instrumentos.
Aris Avendaño es el músico principal, interpreta el violín, y compone las canciones en mazateco. Su grupo de huehuentones tiene cuatro músicos, dos tocan violín, uno viruela y uno el tambor, el resto de integrantes son quienes se dedican a danzar.
Foto: Edwin Hernández
Este año estrenarán seis nuevas composiciones, sus cantos son festivos, reflexivos, reflejan su tradición e incorporan a la naturaleza, como una canción que habla sobre pájaros amarillos, aves con presencia en su comunidad: “pajarito amarillo, pajarito amarillo, qué bonito haces cuando aleteas, qué bonito haces cuando revoloteas y estás entre la milpa”. En ellas también convocan a danzar, a celebrar: “Vamos a bailar porque ya va amaneciendo, el gallo ya va cantando porque ya va amaneciendo”.
En Santa María Chilchotla hay alrededor de 12 grupos de cháxhoó y su preparación inicia aproximadamente un mes y un mes y medio antes de la festividad de Día de Muertos. Sus canciones, su música, se crea y prepara exclusivamente para estas fechas; sin embargo, algunos han grabado discos y es posible adquirirla y escucharla todo el año.
Por un tiempo, algunos de estos grupos eran contratados por personas en Huautla de Jiménez para ir a bailar y cantar en sus fiestas de Muertos, principalmente explican, porque algunos de los habitantes de Chilchotla se mudaron a este municipio vecino. Ahora, aseguran que Huautla ha adoptado esta tradición a su celebración.
Ahora, la danza se caracteriza en que los huehuentones bailan cada uno según el ritmo de la música, “como vayamos sintiendo la música”; es decir, la costumbre de girar únicamente hacia la derecha – cuando se encuentran en el panteón – es algo que ya no se realiza, al menos no de manera obligatoria.
Días de velación
Marcos Crisanto Rodríguez y su familia recibirán a sus abuelos paternos, a su hermana y a sus cuñados. Su altar se distingue porque no tiene elementos del catolicismo como las cruces; trata de acercarse lo más posible a la tradición indígena; no hay tampoco flores de cempasúchil y los alimentos que ofrecen son propios de la comunidad y la región.
Su altar consiste en una mesa sobre la cual está colocado un arco sagrado adornado con 13 ramos de flores, begonias que asegura usaban antes sus antepasados. Seis ramos se colocan sobre el arco desde la parte inferior desde el lado oriente donde sale el sol, al llegar al punto de inflexión de la curvatura hay un ramo más que simboliza un “padre celestial” y otros seis ramos desciendan hacia el término del lado poniente, donde se oculta el sol y llega nuevamente a la madre tierra.
Esta parte superior del arco representa al mundo que vemos, todo lo que tiene vida. En la parte inferior, es decir, de las patas de la mesa al suelo, representa lo que está debajo de la madre tierra, el inframundo o el mundo de los espíritus, de donde emergen las ánimas para luego ocupar los cuerpos de los huehuentones.
Foto: Edwin Hernández
Sobre la mesa, que representa la superficie de la Madre Tierra, están las ofrendas. Las más tradicionales son el mole el caldo de guasmole, atole agrio, enpilte, guasmole enpilte, yuca, tamales de sal y de frijol, encaldo, chayote, plátanos, naranjas, y lo que se produce en sus campos, maíz, frijol y café. El agua no puede faltar, se considera lo más importante, porque narran los abuelos que sus seres queridos que vienen del otro mundo, llegan cansados y sedientos.
Al pie del altar se coloca incienso y una fila de pedazos de ocotes encendidos para iluminar el camino de las ánimas. “El incienso significa que cuando hacemos nosotros oración para pedir por algún familiar, por nuestros fieles difuntos, por la salud de una persona, su aroma y humo eleva la voz hasta con nuestro padre celestial, para que Dios nos escuche a través del incienso”, precisa Marcos Crisanto.
Las primeras almas en llegar son las de los “angelitos”, la de los niños y niñas. Por eso, en el día 27 de octubre sobre el altar no se colocan cosas picantes ni muy calientes; al día siguiente, se empiezan a colocar alimentos y bebidas que gustaban a los adultos, como la cerveza o algún platillo favorito.
Para los mazatecos, no obstante, los días más importantes son el 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre, que son los días de velación.
Los hombres que brotan del ombligo de la madre tierra son recibidos con algarabía en cada uno de los hogares a los que llegan. “Hay que darles de comer, darles un cafecito, un pancito, agua”, dice Marcos Crisanto, “porque son nuestros seres queridos, quienes nos llegan a visitar”.
La festividad de Día de Muertos en Santa María Chilchotla concluye el 5 de noviembre con el rompimiento de piñatas, para recordar a las almas que el tiempo de su presencia en el mundo de los vivos ha terminado y deben volver al mundo de los espíritus.