“La Llorona” es mucho más que una canción popular mexicana: es un eco profundo de la historia, la tragedia y el folclor del país. Originaria del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, esta melodía ha sobrevivido por generaciones como una copla tradicional que ha evolucionado desde la tradición oral hasta convertirse en un ícono musical internacional.
Aunque no se conoce su autor ni la fecha exacta de creación, su estructura como copla —versos sueltos, improvisados, cargados de emoción— permitió que cientos de estrofas distintas circularan en bodas, velorios y fiestas, moldeándose al sentir del pueblo.
De hecho, se han registrado más de 120 versiones diferentes, muchas de las cuales se han perdido en el tiempo.
El personaje de La Llorona tiene raíces en el mundo prehispánico. Diversos cronistas como Fray Bernardino de Sahagún, Fray Diego Durán y Diego Muñoz Camargo relataron historias de una mujer vestida de blanco que lloraba por sus hijos antes de la conquista española, presagio del fin del Imperio Mexica. A esta figura se le asoció con Cihuacóatl, diosa mexica relacionada con la maternidad y el sacrificio.
Más tarde, durante la época Colonial, esta mujer pasó a ser parte del imaginario popular como un espíritu errante que deambulaba por las calles de la ciudad, lamentándose por sus hijos. Su figura fue tan poderosa que llegó hasta nuestros días transformada en leyenda de terror y canto fúnebre.
Aunque existe una clara conexión simbólica entre la canción y la leyenda prehispánica, algunos investigadores consideran que su origen podría estar más cerca de lo terrenal. Una historia de 1944 cuenta que la verdadera inspiración fue una mujer zapoteca o tehuana que se suicidó por amor en un río del Istmo.
Según la tradición oral, su amante habría compuesto los primeros versos de lo que con el tiempo se convertiría en “La Llorona”, dejando así un legado poético de amor y tragedia.
Gracias a la música grabada, “La Llorona” se convirtió en un clásico. Las primeras grabaciones datan de la década de 1920, pero fue en los años 40 y 60 cuando artistas como el Trío Tariácuri y Chavela Vargas comenzaron a consolidarla en el cancionero nacional. Con el tiempo, decenas de intérpretes la adoptaron, dotándola de nuevos matices.
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Este canto popular destaca también por su tono fúnebre, razón por la cual se ha vuelto un tema habitual en las celebraciones del Día de Muertos. Más que una letra fija, es una base emocional sobre la cual se han edificado múltiples interpretaciones.
Una de las artistas que ha dado nueva vida a “La Llorona” es Ángela Aguilar, quien ha incluido esta canción en su álbum “Primero soy mexicana” y la ha interpretado en importantes eventos culturales. Su versión ha sido aplaudida tanto por el público como por críticos vocales, como Ceci Dover, quienes reconocen su voz dulce, técnica vocal cuidada y presencia escénica emotiva.
En presentaciones en vivo, incluso frente a otras artistas como Natalia Lafourcade y Aída Cuevas, Aguilar ha demostrado que la juventud también puede sostener la riqueza del repertorio tradicional. Cada cantante imprime su estilo:
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“La Llorona” no sólo ha sobrevivido, sino que ha renacido en cada generación. Desde su inclusión en la banda sonora de la película Coco (2017), hasta las interpretaciones contemporáneas que se viralizan en redes sociales, el canto ha encontrado nuevas formas de llegar a públicos diversos.
De las calles empedradas de la antigua Tenochtitlán al escenario de festivales internacionales, “La Llorona” sigue sollozando, pero también cantando.