
Don Manuel cuenta que Flor de nochebuena es uno de los sones que se pueden tocar en cualquier espacio de convivencia.
“Cuando las mujeres entienden la música, ellas se ponen contentas, mientras que los músicos tocan”, añade.
Explica que en una ceremonia de pedida de mano se comienza con la música desde muy temprano y es hasta el siguiente día cuando todo concluye: “Hay música que habla sobre la molida de chile, el violín se acompaña con el tambor. En esas fiestas uno no debe de parar, por eso hay que llevar reemplazo, pero eso es difícil, porque ahora son pocos músicos.
Aunque las carencias son muchas, a Don Pedro la música le ha proporcionado la paz y supervivencia necesarias para darle estudios a sus hijos: “El violín me tranquiliza, no pienso en otra cosa, me gusta mucho tocar, pueden pasar horas sin que me sienta cansado”.

El músico es una persona con voz fuerte y clara, quien disfruta de tocar todos los instrumentos: “Siempre estoy feliz, desde pequeño hasta ahorita. No sirve de nada pensar y ponerse triste, eso no sirve. No hay que sentir tristeza, siempre es ver hacia adelante, no importa lo que haya pasado. Siempre hay que estar tranquilo con la familia, con los amigos, no importa la edad que uno tenga”, dice sin titubear.
A Pedro le enseñó su único hermano, quien sabía tocar la guitarra y el violín; recuerda que aprendió a tocar a los siete años de edad. Mientras dormía su hermano, él tomaba sin permiso su instrumento.
“A mí me gustaba mucho escuchar el violín, cuando mi hermano dormía a eso de las 02:00 de la madrugada, yo entraba sin que se diera cuenta a su cuarto por el violín, salía afuera a tocar”, recuerda.
Su madre lo casó a los 15 años para que dejara de salir y se estableciera, desde entonces salió a tocar en lugares más cercanos, pero siempre llevaba consigo su guitarra. Cuenta que el dinero que ganaba era para los gastos de su familia y apoyar a su madre, porque desde pequeño quedó huérfano de padre. Después de una larga charla sobre su vida, vuelve y señala lo importante y reconfortante que es la música: “La vida es para vivirla con alegría, no vivirla con amargura, porque no es bueno para la salud”.
Al igual que Pedro Ávila, don Manuel Martínez salió de su comunidad a los 12 años con el fin de aprender a hablar y leer en español; sin embargo, también por los constantes conflictos en la zona triqui.

“Los conflictos y la búsqueda de oportunidades de trabajo en otros lugares han sido algunos de los factores para que muchas personan hayan roto el tejido social”, reconoce, pues él mismo ha sido parte de los conflictos y el fenómeno migratorio.
Recuerda que a los seis años ya sabía tocar el violín; le enseñó su padre, quien fue músico tradicional al igual que su abuelo. “Recuerdo que el violín no alcanzaba mi brazo y yo lo ponía a la mitad de mi hombro para poderlo tocar. Después de que salí de mi pueblo, yo continué tocando y practicando, así anduve y hasta estos tiempos no se me ha olvidado”.
Manuel Martínez comparte la misma opinión: “Los señores siguen tocando lo suyo, pero se van muriendo y la música se va acabando y los jóvenes que quedan no saben de qué habla la música y cuando los músicos mueran, ¿[de] dónde van a salir más músicos?, a los jóvenes les ha dejado de interesar la música”, dice preocupado.
En este contexto, el músico Manuel invitó a las personas que quieran aprender y les sea accesible el lugar que lo contacten para enseñarles.
“Estoy para enseñarles y estoy dispuesto a contarles sobre nuestra cultura. A todos los que nos escuchan a través de la música, no sólo es escuchar, sino que lo que escuchan deben guardarlo en su corazón”.
“Urge hacer saber que es importante esta música, platicarles y enseñarles ese camino de la música, porque a través de ello hay mucha historia, leyendas, poesía”, comparte el músico tradicional Manuel Martínez.