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Él cree que, de alguna forma, ha vuelto al origen y que no se ha ido de este municipio ubicado al norte de Oaxaca, aunque haya tenido ofertas de llevar su fotografía al extranjero, porque aún tiene cosas que hacer por su comunidad y una deuda pendiente ligada a los símbolos que lo han construido; es un hombre creyente y agradecido: “Quiero ayudar a quienes me apoyaron y mostrar la belleza de la Cuenca del Papaloapan por el mundo, que todos sepan que esta tierra no sólo es un lugar donde hay violencia”, confiesa.

“Yo no soy fotógrafo, para ser fotógrafo hay que estudiar, yo soy un aficionado. A mí lo que me gusta es recorrer los pueblos, fotografíar a su gente, su colorido, sus mujeres bellas y ataviadas. Yo creo que los fotógrafos profesionales merecen mi respeto, yo estoy en contra de los que se dicen fotógrafos porque inician haciendo fotos en una venta nocturna”.
“Mi idea era ser un gran arquitecto y eso me llevó por la ingeniera y la construcción, estudié dibujo técnico industrial y mi perfil en bachillerato era físico matemático y construcción. Me fui al Politécnico Nacional en el 2000, porque mi papá ahí había estudiado Ingeniería Civil, ahí estudié la Licenciatura en Ingeniero Arquitecto, única en ese entonces en el país”, relata.
“Cuando volví a Tuxtepec, empecé a hacer diseños con una técnica que se llama circlismo, que es arte digital basado en el puntillismo, en ese momento decidí usar como nombre Yanni, pero mucha gente lo relacionaban con una mujer, entonces le puse el Mc que signfica “hijo de”. El diseño y las fotografías eran sobre la cultura istmeña que siempre estuvo ligada a mi familia y mi infancia”, narra.
Fueron fotos cargadas de un naturalismo expresivo, sin poses, que fueron la punta de lanza para ser reconocido en sesión pública por el Ayuntamiento de Juchitán como “Juchiteco de Corazón”, todo esto sucedió tras colaborar con el periódico The New York Times en el reportaje “¿Muxes o transgénero? El uso de los baños genera un debate en México”; participar en el Festival Internacional de Artes Visuales Castillo de Borgoña en el Museo del Fin del Mundo, en Francia; exponer la serie fotográfica “Flores del Istmo”, en la cual se le rinde homenaje a la mujer istmeña de corazón y a los muxes en diversas ciudades de México y Estados Unidos, y después de recibir el Certificado de Apreciación por parte de la Ciudad de Los Ángeles, California.
“Muchos creen que soy del Istmo o que vivo allá, porque la temática de mi fotografía ha sido reconocida por ellos en Estados Unidos. Soy un enamorado del Istmo, pero soy tuxtepecano, por desgracia en Tuxtepec es otra cultura donde las manifestaciones artísticas muchas veces son poco apoyadas por el gobierno o los ciudadanos. Aquí en Tuxtepec no llama la atención el tipo de trabajo que hago, somos más carnavalescos, es lo que nos han inculcado y hay muy poca respuesta a las manifestaciones de cualquier tipo de cultura”, critica.

“Con ellos organizamos la vela muxe, todo se lleva de Oaxaca, los trajes, la ropa, los accesorios, la comida, la tlayuda, el tasajo, el mole, lo más auténtico posible, tras esa experiencia me volví un enlace también en Tuxtepec con “Flor de Piña”, mandamos huipiles, los refajos. Los oaxaqueños somos una comunidad que ha invadido California en el buen sentido, en todos lados de California hay oaxaqueños, en Hollywood, en la casa de los artistas”, explica Eder, visiblemente emocionado.
Reconoce Mc Yanni que la vida o el dios en el que él cree con fervor lo ha llevado por los caminos que nunca planeó. Soñó con ser arquitecto, ahora es un artista visual y un embajador cultural de un movimiento oaxaqueño en Estados Unidos. No es profeta en su tierra, a diferencia de Juchitán, pues sus pasos por Tuxtepec han sido lentos, fundó una página de Facebook llamada Oaxaca Bonito, donde está parte de su obra y mucho de su visión de las tradiciones oaxaqueñas: defiende la pureza de los textiles frente a la industria que los maquila y se los apropia. Hace nueve meses fue papá por primera vez y quiere que su pequeña crezca en un mundo, en un municipio que sea capaz de reconocer su identidad
“Mi hija iba en el vientre de su mamá cuando ella fue a bailar a la primera Guelaguetza de enero en la Costa, lo lleva en la sangre, es una tuxtepecana preciosa”, dice.
Mc Yanni intenta resumir su paso por la vida en algún momento de la plática: “Dios se debe de estar riendo de mí, porque he sido todo, menos lo que pensé que sería, por momentos quisiera volver al sueño de ser arquitecto y dedicarme a la restauración”, cuenta con nostalgia, mientras recuerda que también estuvo en España buscando ese sueño ligado al arte de las formas.
Pero la vida lo ha arrastrado a ganar concursos, como el de Fotografía Vernácula que obtuvo en 2022, que le entregó la Secretaria de Cultura de Oaxaca. Cuando habla es un no-fotógrafo reconstruyendo un mundo que le cayó por sorpresa.
En un ejercicio de imaginación, es un niño nervioso tocando el piano frente a miles de personas y está al frente de una orquesta como un día soñó. Afuera del café hay una bruma de calor intenso. Él, al igual que los migrantes de California, a los que lleva su mirada a través de la fotografía, son mundos reconstruyéndose que sienten nostalgia y alegría por las Guelaguetzas de Oaxaca.