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En la Sierra Sur de Oaxaca, a unos mil 300 metros sobre el nivel del mar, está Pluma Hidalgo, reconocida principalmente por su producción de café. En el año 2022, los productores cafetaleros enfrentaban difíciles condiciones económicas: precios bajos, sequías, el impacto de los huracanes, las plagas y a los “coyotes”.
Y en medio de esa crisis, crecía el rumor sobre la intención de una trasnacional de comprar en condiciones de desventaja la producción del café a las comunidades del estado, y que otras zonas cafetaleras ya habían aceptado la propuesta de la empresa.
Ante este escenario, un grupo de familias decidió organizarse para superar las dificultades económicas y sociales que padecían, y a tres años de emprender esa aventura, hoy tienen una cooperativa constituida legalmente y su propia marca Oro Mágico.
Alrededor del 70 por ciento de la población de Pluma Hidalgo se dedica a la producción del café; es un municipio considerado la primera zona cafetalera del estado, y su nombre se debe precisamente a la variedad de granos que siembran y que se distingue por su altura y aroma.
“Nosotros platicamos por nuestras muchas necesidades y optamos por formar un grupo. Es a partir de 2022 que estamos ya integrados. Nosotros lo formamos por la necesidad de mejorar nuestras condiciones económicas y sociales”, explicó Anabel Aguilar Ramírez, originaria de esta comunidad de Oaxaca y productora.
Cuando iniciaron, decidieron poner por delante una serie de valores como la igualdad, la solidaridad y la equidad, con el fin de perfilar sus acciones orientadas para el bien de todos, así como para facilitar los trabajos en sus parcelas y en la producción del café. De antemano, sabían que su producto era de excelente calidad.
Los integrantes del grupo, entonces, se empeñaron en tomar cualquier curso que pudiera ayudarlos. Después, optaron por tener una figura legal, es decir, constituirse en una cooperativa.
“Entonces, nosotros dijimos, 'pues vamos a constituirnos', ya trabajamos un tiempo, vimos que sí podemos estar en grupo y nos constituimos legalmente”.

“El campo ya no es el de antes”
Anabel Aguilar es de una familia cafetalera, sus abuelos se dedicaron al café y sus padres también; es una actividad que involucra o en la que participan todos los integrantes de cada familia. En aquellos tiempos, recuerda, no había otra opción qué seguir; ella empezó desde los seis años de edad, actualmente tiene 58.
“Nosotras, no por el hecho de ser mujeres, nos disculpaban de no ir. Desde muy pequeñitas teníamos que apoyar, porque mi papá se dedicaba a eso. Entonces, teníamos que ir a apoyar a mi papá a sacar el café del beneficio húmedo, a lo mejor a quitar algunas cascaritas, algo del café, pero nosotros teníamos que ir al rancho a apoyar”.
Para ellos y ellas, esta actividad significa algo más que su sustento económico, también representa la unión familiar. “Porque a eso nos dedicamos en familia. El café tiene un valor importantísimo para nosotros”.

“En aquellos tiempos el campo era muy noble y había mucha producción. De ahí yo fui creciendo, pero fui creciendo en esta actividad del café desde pequeña. Nosotros teníamos que ayudar a nuestros padres y aprendimos. Gracias a Dios. nos heredaron ese amor que debemos de tener al campo”.
Pero se dio cuenta que sola no lo iba a lograr, por eso empezó a invitar a otros productores, y al principio fue muy difícil. Decidieron, sin embargo, intentarlo porque estaban en la misma “sintonía” sobre las necesidades que enfrentaban.
El campo, dice, ya no es como antes. "Antes era generoso".
Ahora, se enfrentan a los “coyotes” (intermediarios que imponen precios desventajosos a los productores), a los precios bajos, la pérdida de nutrientes de la tierra y al cambio climático, entre la sequía y las lluvias intensas que causan los huracanes y destruyen sus cultivos. Y la mayoría, carece de equipos y tecnología para darle un valor agregado a su producto.
“(Los coyotes) se llevan las ganancias o un alto porcentaje de ellas. Prácticamente, si lo vendemos a los 'coyotes' no tenemos ganancias... Ya en grupo organizado y sacando los costos de producción, créame que no es posible que nosotros caigamos con los 'coyotes'”.

La consolidación de la cooperativa
Una vez constituida la cooperativa su siguiente paso fue crear su propia marca Oro Mágico, y están en el proceso de conseguir socios comerciales que compren directamente su producto sin la necesidad de intermediarios o “coyotes”; una de sus principales limitantes los recursos económicos para invertir más en su producción.
Aun así su café ha obtenido altas calificaciones por la calidad y se ha exportado hasta Qatar.
De la misma forma, están concentrando sus esfuerzos en la innovación para aumentar la producción de sus plantas, y ya empiezan a tener resultados, porque una planta ya puede producir hasta dos kilogramos de cereza.
“También convencida de que debemos estar certificados. Ya tenemos certificado de producto orgánico. Entonces, ya son varios puntos a nuestro favor. Ahora lo que necesitamos es la difusión de nuestro producto, contar con las certificaciones, ir a muchos talleres, aprender muchas más técnicas para el café de especialidad”.
Con el apoyo de los gobiernos municipal y estatal, y de organizaciones como Sikanda, lograron las certificaciones, porque no tuvieron que pagar por ellas, ya que "son bastante caras”.
La cooperativa está integrada por siete familias en la que todos sus integrantes están involucrados, con el fin de preparar a las nuevas generaciones y estar listos para el relevo generacional y que el campo no sea abandonado.

“Nosotros ya entendimos, vimos, ya comprobamos, que si invertimos en el campo, pero estamos muy al pendientes con una buena nutrición, dándole un buen manejo, sí es redituable y dándole un valor agregado a nuestra producción. Entonces, sí es redituable”.
Es por eso, dice, que realizan campañas en las que ofrecen pláticas en las escuelas y con su propia familia para crear conciencia en los niños y niñas que el campo es noble, pero que también deben trabajar para aportar algo ante el cambio climático y crear defensas ante las plagas que son cada vez más fuertes.
Su experiencia muestra o desmitifica que las cooperativas están condenadas al fracaso. Este mito dificultó que el grupo que integra la cooperativa fuera más numeroso, por las malas experiencias que han tenido los productores.
“Ahorita estoy muy feliz. Agradecida con mis compañeros en que sí confiaron, sí creímos entre nosotros siete y hemos trabajado. Para mí no existe ese mito de que las cooperativas no funcionan, que terminamos en pleito, que a lo mejor alguno se queda con las cosas, no sé, pero no, para mí no. Ya se acabó eso”.

Contra el trabajo infantil
Con la cooperativa, además, se está trabajando a erradicar el trabajo infantil, el cual es común en las actividades del campo.
“Hemos asistido a talleres y nos hemos dado cuenta de que hay niños que los mandan a trabajar en lugar de estar en la escuela. Es un derecho de los niños la educación”, destaca la productora.
A partir de este conocimiento, han impulsado acciones y campañas en la que exhortan a los productores a no quitar a los niños y niñas el derecho a la educación, y a evitar la explotación infantil.
Esto, dice, no quiere decir que los niños y niñas no vayan al campo, su presencia en estas actividades, puntualiza, es para que ellos aprendan y vean cómo se hacen los cosas, no para someterlos a una dura jornada de trabajo.