Para la experta de la UNAM es tan válido usar una mascarilla de alta eficiencia, como las N95 o KN95, que los cubrebocas de tela de tres capas, ya que si bien, las primeras prometen un 95% de filtrado de partículas y aerosoles, mientras que las segundas sólo impiden el acceso de estos en un 50%, el sobreuso de la mascarilla quirúrgica hace que pierda eficacia paulatinamente, ya que está diseñada para un uso de cuatro horas y llega a hacer utilizada hasta por una semana entera.
"El problema que tenemos aquí es que debemos considerar que son desechables y de un sólo uso, su diseño está pensado para que se utilice alrededor de cuatro horas. Después de ese tiempo la eficiencia va decayendo", puntualizó, por lo que, en cierto momento de uso, podrían comenzar a ofrecer menos efectvidad que los cubrebocas de tela.
"(...)Si voy a usar un cubrebocas N95 toda una semana, realmente no tuve la ganancia o la protección porque no lo utilicé adecuadamente. De allí viene la idea de que puedo usar un cubrebocas con menor eficiencia de filtrado, pero debo usarlo adecuadamente y cambiarlo cada determinado tiempo", puntualizó la doctora.
Además, Sandra Rodil expuso que ya no sólo se trata de tener el poder adquisitivo para adquirir este producto recurrentemente, sino que la población debe dimensionar qué tan en riesgo se encuentra de contraer el Covid-19, dependiendo de su condición. Es decir, si vive en hacinamiento, el lugar donde labora le demanda un trato constante con un sinnúmero de personas, el transporte público en el que se moviliza está muy concurrido, se desempeña en un área de la salud, etc.
"Las tres capas (de tela) dan bastante eficiencia, de alrededor de 50%, y se ha demostrado que es bastante bueno para el público en general que no está expuesto a un contacto tan directo con personas enfermas”, aseveró.