A esta reptil sagrada la visten con atuendos blancos que simulan a los de una novia, con ramos de flores sujetadas en la cabeza.
Previo a la boda, es bautizada en la Iglesia de San Pedro Apóstol por los ancianos principales despojándola de toda bestialidad, para luego ser cargada por el capitán de la comparsa de mareños, recorriendo las viviendas de los habitantes mientras una banda de música acompaña a la comitiva.
A la Niña Princesa la pasean por el pueblo, baila con todos los habitantes al compás de alegres piezas musicales y es la invitada de honor que cierra las fiestas patronales de San Pedro Apóstol para pedir buenas cosechas, buena vida y benévolas lluvias en el pueblo.
Para autoridades e investigadores, la boda es una relación simbólica entre el hombre y la naturaleza, además de un recordatorio de la hermandad que existía entre las etnias ikoots y chontal.
La boda del presidente y la Niña Princesa se lleva a cabo en el interior del palacio municipal frente a los miembros del Cabildo.
El alcalde le otorga un beso a la lagarto, sellando así la unión. Luego, el presidente municipal baila un son en la explanada, frente al pueblo, cumpliendo con el ritual de fertilidad.