El 27 de octubre la madre del inframundo da permiso a las ánimas para visitar a sus familiares y seres queridos, y el camino es un cordón umbilical que conecta la tierra, con el mundo de los vivos.
Esta cosmovisión del Día de Muertos por los mazatecos de Santa María Chilchotla está representada en los sombreros que usan los huehuentones, los “hombres del ombligo” que acuden al panteón esa noche de cada año para prestar sus cuerpos a las almas, con el fin de que puedan visitar físicamente a sus familias y disfrutar de lo que han preparado para ellos.
Bernardino Carmona García tiene 59 años de edad, es carpintero y talachero, pero cuando tenía 36 años observó a su tío Hermenegildo Martínez García elaborar los sombreros de bejuco para los huehuentones; aprendió con sólo mirar y desde entonces, se ha dedicado a realizarlos para la festividad de Todos Santos.
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Este accesorio es uno de los elementos más distintivos que conforman la vestimenta de los hombres del ombligo. Se caracteriza por que la copa es delgada, tubular, pronunciada e irregular con anchuras que se vuelven estrechas y amplias que se intercalan. En algunos casos, la copa es alargada y vertical, en otras se tuerce casi por completo. Es el cordón umbilical que une al inframundo y a la tierra, y por el que pasan las ánimas.
Su elaboración no es un proceso sencillo. Desde seis meses antes del inicio de la fiesta de los Fieles Difuntos, Bernardino Carmona se interna en el monte en la búsqueda del bejuco, y cuando lo encuentra debe trepar grandes árboles para bajarlo.
“Es muy difícil el proceso porque primero van al monte a conseguir el bejuco, son como tipo lazos, como mecate, de ahí tiene que secarlo, tenderlo al sol y ya lleva un proceso, después se quita lo de encima”.
Posteriormente lo pone a secar al sol y lo guarda hasta juntar lo suficiente, para empezar con el tejido de los sombreros. Por cada uno de ellos, tarda hasta dos días para terminarlo.
Santa María Chilchotla es una comunidad mazateca de la Sierra Flores Magón, a unas cinco horas de la ciudad de Oaxaca. Actualmente, su principal actividad es la comercial; pero durante muchos años, fue una de las principales zonas cafetaleras en las que incluso se asentaron españoles para la producción del café.
Pero la caída de los precios en este producto a principios de la década de los noventa del siglo pasado, provocó que abandonaran este cultivo e iniciaran un éxodo, porque sus habitantes – principalmente de las localidades – emigraron a la Ciudad de México, al norte del país o hacia los Estados Unidos. Una migración que a la fecha no ha recuperado su población.
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“Yo recuerdo que en esos años, de acuerdo con el INEGI, éramos más de 33 mil habitantes. Ahora, puede usted ver el INEGI y somos como 22 mil y tanto. O sea, que ni siquiera poblacionalmente, porque muchísima gente, cuando bajó el café, empezó a emigrar. Dejaron sus plantaciones. No me va a creer, el café estaba a 22 pesos, bajó a 15 pesos, luego a 12, 8 pesos, 5 pesos, 4 pesos. Los que compraron a 22 pesos se fueron a la quiebra, porque ya ni regalado el café”, explica Alberto Prado Pineda, promotor cultural de Santa María Chilchotla.
Esa crisis en el café, apunta, ocurrió en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, quien, dice, desapareció el Instituto Mexicano del Café, y a partir de entonces, hubo una migración masiva.
“Nuevamente ahorita empieza a haber café, pero ya con otras plantaciones. En los cafetales teníamos el criollo, pero eso desapareció en lo que es la zona baja. Ya está desapareciendo en la zona media. Nada más en la zona alta es donde seguimos conservando lo que es el café criollo, pero en lo que es la zona baja es el café Iberia”. En Santa María Chilchotla también se siembra maíz, pero es para el autoconsumo.
Las personas que han emigrado, dice Alberto Prado, regresan con otras costumbres han ido cambiando algunos aspectos de la tradición, que desde hace 45 años se han realizado esfuerzos para conservarla, como la organización de concursos para premiar a los mejores altares de muertos, sus artesanías, su música y los mejores grupos de huehuentones.
“Algunos sólo participan para tomar, por ejemplo, unos nada más buscan ir a donde les den este algo de tomar, que mezcal, que aguardiente, y por qué no decirlo abiertamente que hasta los niños que sólo van por su coca y sabritas que no pueden faltar”.
Los huehuentones en náhuatl se traduce como “viejitos”, y en mazateco significa hombre del ombligo.
Para los mazatecos los difuntos nunca se fueron de este mundo, sino que siguen presentes y cada año los huehuentones representan a sus seres difuntos. El 27 de octubre de cada año van al panteón, y ahí rezan y dicen a las ánimas que ahí están sus cuerpos para que puedan entrar en ellos y visitar a sus seres queridos en la tierra. Por eso es que van de casa en casa bailando durante 10 días. En otras comunidades mazatecas duran siete u ocho días bailando.
Anteriormente se ponían máscaras de cuero de animales, con ropas estrafalarias y desgastadas. Ahora su vestimenta se asemeja a una persona anciana, un bastón y el característico sombrero con su copa alargada y delgada.
“En un tiempo eran más de animales de monte porque eso era lo que había anteriormente y se disfrazaban de de ropas estrafalarias, ropas viejitas, y así se presentaban, pero siempre cuando iban al panteón allí es donde tenían que pedir permiso a la madre del inframundo, porque el 27 es cuando la madre del inframundo les da permiso a las ánimas para venir y visitar a sus seres queridos”, explica Alberto Prado.
Cuando salen del panteón, bajan por las calles de Santa María Chilchotla y visitan casa por casa cantando con sus guitarras; repican las campanas de la iglesia y truenan los cohetones. Una de las visitas obligadas es la iglesia, porque es el último lugar en que los muertos son despedidos; y el edificio de la presidencia municipal, porque ahí es donde anteriormente, eran registrados al nacer.
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Cada grupo de huehuentones son acompañados por músicos que entonan canciones de su autoría, y en las cuales hablan del tiempo y de que el mundo está cambiando, sobre cómo se ha perdido la riqueza natural que había; también hablan de hermandad, ofrecen un mensaje de paz y expresan cómo debes vivir.
“Ese mensaje que traen nuestros viejitos, un mensaje de paz, o también, te cuentan una historia de algo que les pasó a ellos, o cuentan que habían duendes o cosas sobrenaturales”.
Los sombreros que usan los huehuentones tienen la forma de una corneta o trompeta, detalla Alberto Prado, porque representan la conexión entre la madre tierra y el inframundo. “Cuando uno está en el vientre de la madre”, dice, “uno está conectado con el cordón umbilical y el día 27 de octubre es cuando salen las almas del ombligo”.
Una vez que las ánimas tienen el permiso de la madre del inframundo, pasan por esa conexión y entran en los cuerpos de los huehuentones, quienes previamente se han ofrecido para ello en una ceremonia realizada en el panteón.
Con el paso de estos 10 días en los que se encuentran en la tierra, el cuerpo de la madre del inframundo empieza a cerrarse. Por eso, el 5 de noviembre, en Santa María Chilchotla, los mazatecos rompen piñatas para que se vuelva a abrir el conducto que conecta a la tierra de los vivos con la tierra de los muertos, y éstos puedan regresar.
“La piñata tiene su significado. La piñata por su forma, es el mundo. Y el día 27 es como una madre que da a luz a un hijo. Durante ese tiempo la madre como que se va contrayendo su cuerpecito después de ocho o nueve días. Entonces, para que puedan volver los hombres del ombligo tienen que quebrar la piñata”.
Para Bernardino Carmona, la forma del sombrero tiene también otros significados: desde la simple necesidad de tener un orificio en la parte superior de la copa, como una manera de mantener fresca la cabeza durante los días de baile; la representación del copal usado para prender el fuego, y la de un recipiente con la que se bebe el aguardiente o agua que se ofrece a las ánimas.
Bernardino Carmona tiene ocho hijos e hijas, seis de ellas son mujeres y no las permite participar del proceso de la elaboración de los sombreros porque sostiene que es muy peligroso cuando se va al monte en la búsqueda del bejuco por la presencia de animales como víboras que pueden representar un riesgo; y sus dos hijos varones, aun son menores de edad.