Además de gastronomía y hermosos paísajes, Oaxaca el hogar de uno de los calzados más emblemáticos de México: los huaraches de llanta.
Más que simples sandalias, este calzado representa una fusión entre historia, identidad y compromiso con la sostenibilidad.
Su presencia, especialmente en comunidades como Yalálag, es testimonio de un México que camina con paso firme hacia el futuro, sin olvidar sus raíces.
El término “huarache” proviene del purépecha “kwarachi” y aunque este calzado ya era usado en tiempos prehispánicos, su forma moderna surgió tras la llegada de los españoles.
Con la introducción del ganado y el cuero, los pueblos indígenas adaptaron sus técnicas y materiales, dando origen a los huaraches trenzados que hoy conocemos.
En Oaxaca, su evolución se integró de forma natural a la vida cotidiana de los pueblos zapotecos, mixtecos y otras comunidades originarias.
Cada par de huaraches es una obra proveniente de manos expertas. Su elaboración implica varios pasos que reflejan no solo técnica, sino también una relación entre el artesano y su entorno.
Se comienza con la selección de materiales, como cuero curtido y llantas recicladas para la suela. Luego, se cortan y trenzan tiras de cuero, que pueden formar desde diseños simples hasta complejas geometrías.
En lugares como Yalálag, en la Sierra Norte de Oaxaca, el oficio de huarachero se hereda de generación en generación. Desde la niñez, los jóvenes participan en las tareas de corte y tejido, asegurando la continuidad de esta tradición artesanal.
Mucho antes de que el reciclaje fuera una tendencia global, los pueblos de Oaxaca ya aprovechaban llantas en desuso para crear huaraches resistentes y duraderos. Esta práctica no sólo reduce el desperdicio, sino que convierte cada calzado en un acto de respeto hacia la naturaleza.
Además, estudios científicos recientes han demostrado que el uso de este tipo de calzado contribuye a una mejor postura, equilibrio y salud de las articulaciones, al permitir que el pie se mueva de forma natural. Así, los huaraches tradicionales no solo son ecológicos, también son saludables.
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En Oaxaca, los huaraches no son una moda pasajera: son parte del tejido social.
La comunidad zapoteca de Yalálag, por ejemplo, ha hecho de este calzado un emblema de su cultura. En mercados, fiestas y caminos serranos, los huaraches se mantienen vigentes, portando en cada paso siglos de historia.
Aunque tradicionalmente se asocian con el campo, los huaraches han encontrado nuevos espacios en el ámbito urbano y la moda contemporánea. Jóvenes diseñadores y consumidores conscientes los han revalorizado, incorporándolos como símbolo de autenticidad y compromiso social.
Incluso firmas internacionales han tomado como referencia este modelo mexicano, como ocurrió con la marca Adidas. Sin embargo, los huaraches oaxaqueños mantienen su esencia: hechos a mano, únicos y profundamente enraizados en su territorio.
La migración, el auge del calzado industrial y el abandono del trabajo artesanal amenazan la permanencia de este saber ancestral. Muchos talleres familiares han cerrado y son pocos los jóvenes que continúan el oficio.
No obstante, aún hay esperanza. La comunalidad, ese entramado de apoyo mutuo y orgullo identitario, sigue viva en comunidades como Yalálag. También en los mercados locales, donde los huaraches no solo se venden: se comparten como historia, como memoria colectiva y como símbolo de identidad.
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