La felicidad de un niño cuesta unos 50 pesitos, asegura Pedro Vásquez, vendedor de juguetes tradicionales de madera que a diario ofrece trompos, baleros, carros, tambores, sonajas y otros productos que, asegura, tienen por objetivo hacer felices a los más pequeños del hogar.
Los juguetes son traídos de diversas regiones del estado, como la Mixteca, la Sierra y el Istmo; para el vendedor es importante buscar a productores locales, "es una forma de ayudarnos a todos" sentencia y añade que tras las afectaciones que los sismos del mes de septiembre dejaron en la economía de los oaxaqueños, las cadenas de apoyo productivo sirven para levantar la economía de decenas de familias que se dedican a la actividad artesanal.

Aunque se instala a diario, reconoce que, durante la temporada decembrina, las ventas sonríen a quienes se dedican al comercio, "aquí vienen los Reyes a surtir las cartas, los juguetes favoritos son los trompos y los baleros", indica.
A don Pedro le compra todo tipo de gente, asevera que el poder adquisitivo no tiene nada que ver con la preferencia hacia los juguetes tradicionales, pues quienes van, son personas que prefieren artículos básicos, sencillos y didácticos que además apoyan a la economía local.
"Aunque hay muchos vendedores que traen sus productos de otros estados como Puebla, nosotros intentamos buscar a otros oaxaqueños de localidades como Miahuatlán, donde viven los fabricantes de tambores, o de San José Tenango, donde se hacen los coches de madera", dice.

Asimismo, señala que, como parte del apoyo a las finanzas familiares, intenta mantener los precios en un rango que va desde los 30 pesos por una sonaja o hasta 650 por un torton de madera.