Juan e "Imperdible", artistas callejeros en la Verde Antequera
La falta de oportunidades, el escaso trabajo, el peligro y la discriminación que enfrentan los artistas callejeros en ese país europeo, orilló a Juan a emigrar de su tierra y buscar nuevos horizontes en países de habla hispana.
Es mediodía en la Verde Antequera, a escasos pasos del zócalo de la ciudad se asoma la delgada y colorida silueta de un hombre que da vida a lienzos con colores y empuñando un títere. "Yo no soy pintor, soy un mágico", dice.
Se llama Juan y prefiere que se le nombre sin apellidos. "Soy una persona que no tiene siempre el mismo nombre", dice. Llegó de Murcia, España en diciembre pasado y ha encontrado en las canteras verdes del templo de San Agustín, el escenario perfecto para trabajar sus obras.
La falta de oportunidades, el escaso trabajo, el peligro y la discriminación que enfrentan los artistas callejeros en ese país europeo, orilló a Juan a emigrar de su tierra y buscar nuevos horizontes en países de habla hispana.
"Yo abandoné mi país porque yo luché hasta los últimos años, pero no te dan permiso de trabajar, no tienes oportunidades de subsistir allá", lamenta, y recuerda que tuvo que renunciar a su pasión por entretener en la calle, para ganarse la vida.
"No soy ni malabarista, ni nada. Toda esa gente está en drogas, yo estoy fuera de eso. Lo que me gusta es el deporte, la psicología, el control mental, la espiritualidad", platica a EL UNIVERSAL. Y recuerda que desde que tenía ocho años fue explorando sus talentos artísticos y aunque no ha cursado ninguna escuela de arte, se declara un artista en constante evolución.
Viaja acompañado de "Imperdible" el títere con el que pinta y su actual compañero de vida. Es a través de este muñeco que realiza las obras que emanan de su inspiración y del contacto con ambientes de los países como Guatemala, México, Ecuador y muchos otros por donde ha estado.
"Tengo un talento, un toque, una pincelada. Nunca quise ir en una escuela. No lo necesito. Me daba un poco de miedo perder mi pincelada particular", comenta. Aunque admite que ser un artista callejero es muy difícil, se las ha arreglado para sobrevivir y tener amigos en cada lugar que habita.
Juan llegó al continente americano hace aproximadamente seis años y medio, cuando decidió emprender la aventura de conocer Latinoamérica y subsistir a través de los donativos que la gente le da por llevarse un poco de su arte.
Desde entonces ha vivido en países como Guatemala y otros sitios como la Ciudad de México. "Iba a hacer un viaje, pensaba pasar un año en cada país de Centroamérica, pero mis planes se complicaron por el costo de los vuelos y los viajes", indica.
En su estadía en Oaxaca, Juan ha sido actor, showman y pintor. Esta última faceta, con "Imperdible" su títere, representa un show que es el conjunto de los talentos que ha adquirido a lo largo de su vida y que está inspirado en lo que ha vivido en los últimos años. "Aquí vivo solo. Es un lugar muy tranquilo y aunque he compartido cuarto con otros artistas de la calle, ellos se han ido porque se gana poco. Pero a mí, este lugar me gustó", menciona.
En un día normal, Juan se instala en el costado del templo de San Agustín, en el Centro Histórico de la capital, y alista lienzos y pinceles; la inspiración llega sola y para crear un cuadro de la mano de "Imperdible", que está hecho de madera y trapo, y pesa más o menos tres kilos, el proceso de creación puede durar desde cinco horas hasta seis días. "Todo lo que hay en mis pinturas tiene parte de real. Soy muy observador, y tomo parte de lo que veo para poder crear", apunta.
Actualmente, el artista de 52 años, está por emprender una nueva aventura hacia el Pacífico sur y quizá, con suerte, continuar su viaje hacia El Salvador y Honduras. "Centroamérica es muy peligroso, la calle. Pero es un deseo que debo cumplir", resalta.