-¡A 100 pesos! ¡Llévelo! ¡A 100!
-Es el grito de los más recientes invasores en pleno corazón de la ciudad. Al menos una docena de adolescentes chiapanecos que cargan al hombro un bulto de chalinas y que ofertan a los turistas que aún quedan.
-¡Lleve sus raspados! ¡Un sombrero para este calor! ¡Lleve sus lentes para el Sol, garantizados!


La formalidad de la Verde Antequera contrasta con el verde fluorescente con el que se vistieron las casetas en la calle de Flores Magón, donde las sombrillas fueron sustituidas por toldos con estructura.

Junto con los puestos crece también la presencia de vendedores ambulantes originarios del estado de Chiapas. Son niños y niñas que se dispersan por las diferentes vías del Centro Histórico de la capital.
Con un rebozo en mano, como oferta de una artesanía, los menores de edad recorren de día y noche, portales, restaurantes y parques de la cuidad.
Son cientos los puestos informales que asfixian al comercio formal, al paso vehicular y hasta el peatonal.
Las fiestas de la ciudad terminaron y la cruda realidad regresó. Es la cuarta transformación de la capital oaxaqueña... pero a la inversa.