Crónica. Ambulantes capitalinos: regreso con gloria

El zócalo y la Alameda de León son un tianguis que cada vez se formaliza más, sin que exista poder de alguna autoridad para evitar su extensión.

Foto: Ismael García / EL UNIVERSAL
Metrópoli 27/04/2019 15:55 Yuridiana Sosa/Redacción Oaxaca de Juárez, Oaxaca Actualizada 15:57

La Semana Santa terminó en Oaxaca capital. Y los vendedores ambulantes tuvieron una gloriosa resurrección. 

-¡A 100 pesos! ¡Llévelo! ¡A 100!

-Es el grito de los más recientes invasores en pleno corazón de la ciudad. Al menos una docena de adolescentes chiapanecos que cargan al hombro un bulto de chalinas y que ofertan a los turistas que aún quedan. 

-¡Lleve sus raspados! ¡Un sombrero para este calor! ¡Lleve sus lentes para el Sol, garantizados!

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Los gritos acá y allá. Es mediodía en el zócalo con un astro rey intenso. 

Es la Verde Antequera que recién cumplió 487 años como ciudad y que ahora se viste de nuevo de la informalidad del comercio ambulante y semifijo. 

No dan tregua al crecimiento del ambulantaje, del cual cada vez es más común ver a un niño o niña ofreciendo un producto. 

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Apenas la celebración concluyó, los mismos vendedores en la vía pública que se retiraron para dar paso a la fiesta volvieron a las calles, con más fuerza, con gloria, a ciencia y paciencia del edil morenita Oswaldo García Jarquín.

Pero el regreso fue más que ordinario. Los comerciantes regresaron uniformados y con mayores privilegios.

La formalidad de la Verde Antequera contrasta con el verde fluorescente con el que se vistieron las casetas en la calle de Flores Magón, donde las sombrillas fueron sustituidas por toldos con estructura.

El zócalo y la Alameda de León son un tianguis que cada vez se formaliza más, sin que exista poder de alguna autoridad para evitar su extensión.

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Junto con los puestos crece también la presencia de vendedores ambulantes originarios del estado de Chiapas. Son niños y niñas que se dispersan por las diferentes vías del Centro Histórico de la capital.

Con un rebozo en mano, como oferta de una artesanía, los menores de edad recorren de día y noche, portales, restaurantes y parques de la cuidad.
Son cientos los puestos informales que asfixian al comercio formal, al paso vehicular y hasta el peatonal.

Las fiestas de la ciudad terminaron y la cruda realidad regresó. Es la cuarta transformación de la capital oaxaqueña... pero a la inversa.

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