Mientras rebanan un pedazo de queso y abren una lata de chiles, las mujeres que quedan al frente del campamento, relatan que las lluvias han sido implacables, sólo pedazos de lona separan a las familias de los gusanos y lombrices en las jardineras del parque principal de la ciudad.
Algunas personas les han regalado ropa y pedazos de plástico con los que han improvisado tiendas de campaña amarradas con pedazos de mecate a los árboles.
La situación es cada vez más crítica, admite Rosy, una de las madres de familia que decidió enviar a su hijo al jardín de niños para que no pasara más tiempo en el lugar donde las condiciones son insalubres, pues cocinan, duermen y comen en las jardineras, donde más de una vez han tenido contacto con ratas e insectos.
Muchas personas han tenido que abandonar el campamento y acudir a las casas de sus familiares para pedir asilo, pues se enferman con frecuencia, sobre todo los niños, quienes fueron entregados con tíos o primos, mientras el gobierno reubica a los desplazados.
“Lo hablamos entre todos y tomamos la determinación de que los niños tenían que seguir asistiendo a la escuela, porque ellos no tienen la culpa de lo que ha pasado. Las escuelas a donde asisten nos dieron la oportunidad de inscribirlos, aún sin documentos, para no perjudicar sus estudios”, comentó.
Quienes trabajan durante el día, se desempeñan como cargadores o ayudantes de limpieza en los principales mercados del centro.
En tanto, los campamentos con material sencillo y casas de campaña, permanecen en la mitad de las jardineras del zócalo de la capital, situación que se ha complicado debido a las lluvias y el lodo.