Llega puntual a su cita, como hace 23 años. De traje, sube al estrado, al igual que sus 60 músicos. Toma una silla junto al atril, mientras se acomodaban los demás.
Sentado, dirige el ensayo previo a su último concierto. Voltea a ver a los que manejan el sonido; regresa la mirada a sus filarmónicos. Se alista.
Baja del templete. Saluda y recibe saludos entre el público.
--¡Muchas felicidades, maestro!
--Muchas gracias a ustedes por venir domingo a domingo al zócalo.
-¡Lo vamos a extrañar!
-Acá voy a estar siempre.
Se sienta entre el público. De una pequeña maleta, su asistente saca una bolsa de plástico, del que toma un par de zapatos, que harán juego con su traje. Platica, camina unos metros al zócalo; regresa. Se alista para las 12:30 horas, la hora del concierto dominical bajo el laurel.
Domingo como todos, abarrotado. Turistas, jóvenes, adultos, niños, madres en carreola; parejas de ancianos ávidos de bailar, como cada ocho días. Con pocas palabras, inicia la audición con “Farándula”, de la suite “La Arlesiana” de George Bizet; sigue con un concierto para clarinete y banda, con el solista Lucio Solís.
A la mitad, un pequeño homenaje. El cronista de la ciudad, Jorge Bueno Sánchez, relata la vida y trayectoria del maestro “Cheo”, como es más conocido.
Sin su titular, Ana Vásquez Colmenares, la Secretaría de las Culturas le manda un diploma y un ramo de flores. Eliseo Martínez agradece luego, en las siguientes pausas del concierto, a sus colaboradores.
Siguen “Secreto de amor” de Joan Sebastian; un popurrí de Juan Gabril, otro en homenaje a Pedro Infante.