Tras sismos, una tardía reconstrucción en Juchitán
Preocupa a istmeños escasez de materiales y alza de precios; Sedatu amenaza con congelar fondos si no empiezan con obras
Las dos casas de lonas se mueven con fuerza porque el aire les pega de frente. No hay árboles ni otras casas a su alrededor que sirvan para contener las ráfagas de viento que golpean y se revientan con toda su furia sobre los refugios provisionales de nailon. En el interior de esas viviendas improvisadas se resguarda, desde hace tres meses, la familia de Ruperto Luis Ramírez, un artesano guarachero de Juchitán.
Ahí seguirá otro mes más porque su casa de 101 años se vino abajo con el terremoto que el 7 de septiembre rasgó su tranquilidad. Aunque Ruperto tiene el dinero para volver a levantarla no hay nadie que lo haga, pues la mano de obra escasea en esa ciudad zapoteca.
Ruperto tardó casi tres meses para conseguir un peón que aceptara trabajar en la reconstrucción de su casa. Por ahora, el albañil se encarga de elaborar mil 200 piezas de block que se emplearán para construir una pequeña sala donde Ruperto se pueda resguardar con su esposa. Será un espacio de siete por seis metros, tres veces más pequeño que su anterior vivienda.
Ruperto no lo sabía, pero los gobiernos federal y estatal dijeron entusiastas que la reconstrucción de Juchitán tardaría tres meses; pero lo que no tomaron en cuenta son los inconvenientes que Ruperto ha padecido para recuperar su patrimonio: la escasez de materia prima, la falta de mano de obra y el aumento en los precios de materiales de construcción, principalmente.
Complicaciones. La tardanza para que Juchitán se ponga de pie no sólo radica en las complicaciones para reconstruir; la raíz del retraso viene de más atrás: el reino zapoteca no ha logrado sacudirse las huellas del sismo.
A casi tres meses, ni siquiera se ha concretado la demolición de las seis mil casas colapsadas y foliadas por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). Ni siquiera porque a diario se tiran 70 viviendas por parte de las 160 unidades de maquinaria pesada de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y Grupo Carso; tampoco se ha completado el retiro de escombros en las calles, a pesar de que más de 200 camiones de volteo se dedican a esas tareas.
Todo eso no lo consideraron las autoridades cuando anunciaron que la ciudad estaría de pie en diciembre. Tras el entusiasmo, lo que hay son más de tres mil familias que perdieron su vivienda y que tienen que reconstruir, según el conteo de las autoridades municipales sobre las casas ya demolidas hasta el mes de noviembre.
Estas tres mil familias no han levantado ni 50% de su vivienda. Algunos apenas compraron materiales y esperarán hasta un mes para conseguir mano de obra. Si la consiguen, empezarán a construir hasta finales de diciembre o hasta enero.
Además, el incremento del precio de los materiales de construcción también retrasa los trabajos y ha modificado los planes de Ruperto, quien no concibe cómo va a levantar una casa con los 120 mil pesos que le otorgó el gobierno federal: 30 mil para mano de obra y 90 mil en materiales.
La pieza de sala que tiene planeado levantar tendrá un costo, sólo de mano de obra, de 20 mil 400 pesos si se termina en un sólo mes, y si consigue un albañil que cobre 350 pesos al día y un peón de 250 pesos; el salario más barato en el mercado actualmente.
A ese precio, Ruperto tendrá que desembolsar 5 mil 100 pesos a la semana para contratar a un albañil y dos peones, si quiere que la obra avance y no lo encuentren los fríos del invierno en las tiendas de plástico; si se lleva dos meses, el costo de la mano de obra será de 40 mil 800 pesos, y le harán falta 10 mil pesos más. Del techo ni siquiera saca cuentas porque un colado dispararía su presupuesto al doble. Por el momento, la opción es que el cuartito se complete con techo de lámina.
Bajo presión de Sedatu. A pesar de todos los contratiempos, Ruperto ya comenzó a elaborar sus blocks y podrá comprobar en qué invirtió los apoyos a los inspectores de la Sedatu que pasan cada semana a su domicilio para verificar el avance de la construcción.
A otros, como Alberto Orozco, ya lo están presionando. Tras dos meses de recibir sus tarjetas del Fonden, los funcionarios de la Sedatu llegaron al predio donde existió su vivienda y no encontraron señas de materiales ni de construcción, por lo que le informaron que tiene que comprobar la aplicación del apoyo o el gobierno lo congelará.
Para responder a esa “invitación” de la Sedatu, Alberto tendrá que adquirir los materiales lo más pronto posible porque los verificadores volverán en una semana y si no ven avances reportarán la incidencia. La advertencia ya le fue lanzada.
“No pensaba construir aún, hasta que todo se normalice, que los precios bajen, que los sismos paren, pero ya andan verificando y tomando fotografías de los avances o los materiales. En caso de que no tengamos los materiales tenemos que mostrar las facturas para comprobar que lo estamos aplicando. Prácticamente, están presionado a la gente a construir sin saber que todo está caro y hay escasez”, explica.
Es tal la urgencia para arrancar la reconstrucción y tanta la escasez de mano de obra local que albañiles y peones han comenzado a llegar de la ciudad de Oaxaca y del estado de Chiapas. Casi todos son traídos por constructoras que tienen obras en la región y que les ofrecen hasta 450 pesos al día.
Materiales, a la alza. Pero no sólo la mano de obra se encarece. La arena y grava, materia prima fundamental para la reconstrucción, escasean. Ante la alta demanda, los administradores de los bancos de donde se extran esos materiales elevaron su precio al triple.
Los bancos de arena que surten al 50% de los materialistas se ubican en las poblaciones de Asunción Ixtaltepec y en San Blas Atempa, pues la arena del río de Juchitán está contaminada y no sirve para hacer blocks, por lo que la distancia influyó en el aumento. Antes del terremoto un camión de arena costaba 700 pesos; tres meses después cuesta hasta 2 mil.
Mariano López, dueño de una blockera en la ciudad, antes del terremoto adquiría la arena a 80 pesos el metro cúbico, o a 560 pesos el camión de volteo; ahora compra el metro cúbico a 200 pesos, lo que lo obligó a elevar el costo del producto final y a esperar hasta un día para lograr cargar un camión, por la enorme fila de los que también esperan su turno para ser llenados.
En el caso del banco de arena de San Blas Atempa, que posee la mejor arena de la región, el aumento después del terremoto obedeció a que las empresas eólicas y de Cemex estipularon el precio de manera arbitraria para tener exclusividad, por lo que éstos tienen preferencia y cargan con góndolas que tienen capacidad de llevar hasta cinco volteos.
“Al final, ellos se llevan casi todo; los demás, los pequeños materialistas y comerciantes nos sujetamos a ese precio porque no tenemos a dónde más ir. Las autoridades responsables de vigilar y regular los precios, como la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), están completamente ausentes en esta contingencia”, explica el comerciante juchiteco.
La otra materia prima es el cemento y también ha escaseado en las últimas semanas. Los pequeños comerciantes de materiales de construcción que están autorizados para recibir las tarjetas Fonden se administran a través de listas de espera. Ese es el caso de Héctor Orozco, de la Octava Sección, que tiene entregas hasta mediados de febrero del próximo año.
Debido a la sobre demanda de los 41 municipios del Istmo, pero sobre todo de Juchitán, las empresas cementeras tienen problemas con los tiempos de entrega, por lo que sólo ofrecen un tráiler a negocios pequeños como el de Héctor, que se surte cada dos días con 34 toneladas.
Para sortear estos inconvenientes algunos han buscado traer arena y grava de Chiapas, pero los sindicatos materialistas frustraron el intento, así que las 14 mil familias damnificadas (con pérdida total y parcial) tienen que esperar mínimo otros 15 días para seguir o arrancar con la reconstrucción.