Los ikoots enfrentan pandemia sin agua ni doctores
Pobladores cuentan con poca información en su lengua, no tienen acceso a agua potable y ni siquiera existe atención médica
Es normal que en esta comunidad la gente no transite por las calles durante el día, salvo algunas mujeres que caminan rumbo al mercado con sus huipiles de colores intensos, cargando palangana a rebosar con los productos del mar cubiertos por una servilleta.
La mayoría de los habitantes de esta comunidad ikoots (huave) se resguardan en sus casas del terrible calor que rebota en las contadas calles de cemento y es tan insoportable que los pescadores deben esconderse al volver, tras una larga jornada en el mar.
A diferencia de otras comunidades del Istmo de Tehuantepec, los ikoots son más reservados en su convivencia. El mercado, espacio controlado en su totalidad por mujeres, es muy silencioso en comparación con los espacios habitados por los comerciantes zapotecas, donde reina el bullicio.
Desde hace 25 años, este pueblo padece el desabasto del agua potable
Así que encontrar las calles vacías en esta comunidad de pescadores no es por miedo a la pandemia que mantiene en vilo al mundo. La tranquilidad y el resguardo en las casas no es consecuencia de la contingencia por el Covid-19, sino que es una costumbre.
En medio de esa tranquilidad, la vida transcurre normal para los habitantes de este pueblo del mar asentado en una delgada franja de tierra que divide las aguas del Océano Pacífico de las de la Laguna Superior, un brazo de mar prisionero en tierra firme que convierte a San Mateo en una delgada península, compartida con municipios de la misma etnia.
A diferencia de su pueblo hermano, San Dionisio del Mar, que prohibió el acceso a la comunidad mediante la instalación de filtros sanitarios, la entrada a San Mateo del Mar no está cerrada, así que al pueblo entran y salen las camionetas del transporte público atiborradas con personas abordo.
También lo hacen los camiones repartidores de productos básicos. Las cantinas y las tiendas continúan brindando servicio. Paradójicamente, lo único que no está abierto es el Centro de Salud, por un conflicto político.
Sin autoridad ni información...
La división interna que mantiene cerrado el único espacio para atender a los pobladores con el que cuenta la comunidad se arrastra desde hace meses, pero escaló en octubre pasado, cuando se realizó la elección de las autoridades municipales bajo el Sistema Normativo Indígena (Usos y Costumbres). Aquel domingo 13 de octubre, las elecciones se cancelaron en tres secciones de la cabecera municipal e, incluso, se quemaron casillas y boletas.
Pese al conato de violencia, el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEPPCO) decicidió declarar legalmente válida la elección, reconoció el triunfo de Bernardino Ponce Hinojosa y lo nombró edil de San Mateo. En respuesta, los habitantes de la cabecera municipal lo desconocieron y, desde entonces, despacha fuera del pueblo.
La información de la pandemia no ha logrado llegar a oídos de los habitantes de San Mateo.
Ante la ausencia de autoridad, la información de la pandemia que ha dejado más de un millón de contagiados y 60 mil muertos en el mundo no ha logrado llegar a oídos de los habitantes de San Mateo, en parte porque instancias de gobierno apenas este sábado difundieron audios en ombeayiüts, la lengua que se habla en la comunidad, con las recomendaciones para mitigar la propagación del virus. Mientras que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) hizo lo propio en su página web, el problema que pocos hablantes tienen acceso a internet.
Pero incluso para quien habla y domina el español, las recomendaciones como la Jormada Nacional Sana Distancia y la campaña #QuédateEnCasa llegan de forma tardía, por lo que las festividades religiosas católicas de Semana Santa continúan sin cambio alguno e incluso, ya se han realizado como todos los años. Las restricciones sanitarias nadie las obedece.
Preocupados por dicha situación y, sobre todo, por la falta de información y material con las medidas preventiva contra el Covid-19 en lengua ombeayiüts, la organización comunitaria Monapaküy lanzó un spot traducido en las dos radios de San Mateo y comenzó a repartir folletos y a pegar carteles sobre las medidas preventivas contra el coronavirus en todas las agencias del municipio.
También, colocó una gran manta en su lengua madre frente al vacío palacio municipal que nadie ocupa.
Sin centro de salud...
También por ese conflicto político, desde hace un mes, los seguidores de Ponce Hinojosa cerraron el Centro de Salud de la comunidad con candado y se llevaron la llave de la única ambulancia en el pueblo, como una forma de protestar contra su rechazo.
Esteban Antillón, alcalde de esta localidad —un cargo tradicional distinto al de un edil—, informó que ya se solicitó a la Jurisdicción Sanitaria Número 2 de los Servicios de Salud de Oaxaca (SSO), con sede en el Istmo de Tehuantepec, la urgente necesidad de abrir el Centro de Salud, sobre todo ante la contingencia por el coronavirus, pues ya se confirmó el primer caso positivo en la región y otros cuatro pacientes están en espera de los resultados de sus análisis, para descartar la sospecha del contagio.
La gravedad de que ese espacio de salud esté cerrado en tiempos de una pandemia se debe a que para recibir atención médica de emergencia, los pobladores de San Mateo tienen que realizar un viaje de carretera de más de una hora y trasladarse hasta el puerto de Salina Cruz, la ciudad más cercana con servicios de tercer nivel.
Las festividades religiosas de Semana Santa se realizarán de forma normal en la comunidad.
Lo anterior, porque aunque en el pueblo se cuenta con dos médicos particulares y una doctora que brinda consultas gratis en su casa los fines de semana, todos dejaron de ir porque aseguraron que no se contaba con las condiciones para seguir prestando su servivio a los pobladores.
“Aquí requerimos que se abra el Centro de Salud, que nos envíen los médicos para atendernos; llevamos un mes sin doctores y sin atención”, dice con desesperación Estebán Antillón, el anciano alcalde ikoots.
Sin agua potable...
Pero si se habla de carencias, las de San Mateo del Mar datan de hace más de 25 años, cuando el sistema hidráulico de esta comunidad entre dos mares se colapsó y el agua del pozo que los abastecía, ubicado en Huazantlan, dejó de llegarles. Desde entonces, no se cuenta con agua potable.
Esa es la razón de que todas las casas cuenten con un pozo que les permite mitigar la sed. La situación se complicó después del terremoto que devastó al Istmo de Tehuantepec en 2017, pues la fuerza de la tierra reventó las fosas sépticas de los baños, porque aquí tampoco existe el drenaje, y éstas colapsaron, contaminado muchos de los pozos. Además, también por los sismos, en algunas zonas el agua se empezó a salinizar.
Así que la mayoría de la población utiliza el agua de pozo sólo para lavar y bañarse, y la hierven para la comida, muy pocos la toman. Como ellos, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), calcula que en Oaxaca 2 milllones 384 mil personas no tienen acceso a los servicios básicos.
“Es una gran carencia la que tenemos, el agua. Agua potable ha sido siempre la petición a todos los gobiernos que pasan. Ahora, en esta contingencia que es vital la limpieza de manos, el agua del pozo es nuestra salvación”, comenta Roselia Gutiérrez, integrante de Monopaküy, el colectivo que acerca la información en su lengua a los habitantes.
Sin sustento...
Tres roncadores y dos mojarras fue la pesca del día del esposo de Valeria Ampurio, una tejedora de telar. El poco producto de una jornada que comenzó a las tres de la tarde y concluyó a las seis de la mañana servirá para alimentar a su familia, mientras espera que la contingencia pase.
Aunque, por su aislamiento, la pandemia del Covid-19 no quita el sueño a los habitantes de este pueblo del mar, la producción de servilletas que elabora Valeria se detuvo ante la parálisis comercial en la región.
“Me dijeron que dejara de elaborar las servilletas que mi cuñada vende en un mercado de Ixtepec porque no hay dinero en estos momentos”. Para comer sólo tenemos lo que mi esposo pescó. Son tiempos malos en la laguna, sólo tenemos el mar para sobrevivir”, comenta la artesana a quien más que un virus mortal, lo que sí le preocupa es qué va a comer su familia.