Éxodo: huir hasta que deje de temblar
Familias zapotecas comienzan a dejar el Istmo; la epicentro telúrico de la región
Sentada en las bancas de la terminal camionera, una familia espera triste y resignada la partida. A sus pies hay maletas, cajas, bolsas y cobertores. Huyen de los temblores porque viven dominados por el miedo.
Todos pasaron el horror del terremoto de 8.2 grados que la noche del 7 de septiembre rasgó el Istmo de Tehuantepec, pero fue hasta después de la cadena de sismos del sábado 23 que decidieron abandonar la ahora temblorosa tierra istmeña.
Son las tres de la tarde del miércoles 27 y la familia Canseco espera el momento de arrancarse de su tierra. “Vine a traer a mi mamá. Desde que empezaron los temblores se ha enfermado mucho. Me la llevo a Coatzacoalcos”, dice Carmen Canseco.
Cansada por tantas noches de dormir a la intemperie porque su vivienda está dañada, Juana Sánchez Orozco, de 75 años, se observa frágil mientras espera la salida del autobús.
“No quisiera dejar mi casa, pero tengo mucho miedo, mi hijo Carlos y yo ya no podemos vivir dentro de la casa. Me voy con mi hija a Coatza (Veracruz). Espero que no sean muchos días”, dice con una voz que parece como de plegaria.
Las poblaciones de Veracruz, como Las Choapas, Minatitlán, Coatzacoalcos y Nanchital concentran a indígenas zapotecas que desde los años setenta hallaron en la industria petrolera una alternativa de vida. Para allá han partido varias familias juchitecas, expulsadas por los sismos.
En la terminal camionera de Juchitán se observan largas filas de quienes buscan hacerse con un rosario de pasajes. Cinco, seis o más boletos para pausar el desgaste titánico que han dejado en conjunto las sacudidas de la tierra y el diluvio de los cielos.
Procedentes del municipio de Asunción Ixtaltepec, uno de los 41 municipios del Istmo de Tehuantepec que tuvo mayores afectaciones, ocho personas que integran tres familias zapotecas también esperan la salida del autobús.
Huyen de su comunidad que se ha convertido en el epicentro telúrico de la región, pero ellas buscan alcanzar la capital oaxaqueña para encontrar refugio en las viviendas de algunos parientes, que se encuentran en los valles centrales.
Reyna Espinosa, madre soltera, va con sus dos menores. “Por ahora no se puede vivir en Ixtaltepec. Tenemos mucho pánico y los niños necesitan tranquilidad”, dice luego de explicar que su vivienda se convirtió en un conjunto desgastado de escombros porque colapsó desde el terremoto del jueves siete.
“Tenemos miedo por tantos temblores. Nadie duerme bajo techo o lo que queda de las casas. Siempre estamos en estado de alerta y eso enferma. La casa quedó hecho un desastre después del sismo del siete y luego del sábado es imposible vivir con el pánico”, explica Reyna.
Además de las familias Canseco y Espinosa, hay decenas de habitantes que han huido del rugir de la tierra porque en el Istmo no para de temblar. Nadie se ha detenido a contarlos pero a diario se sabe de aquellos que han decidido irse.
Como don Luciano Gómez, cuya vivienda se dobló hasta los cimientos por lo que abandonó su negocio de jugos y partió con su esposa a Aguascalientes o Jesús Lagunas, profesor jubilado que dice se regresa a Puebla y tal vez se vaya con todos los suyos a la ciudad de Toluca. “Iríamos los siete de mi familia. Acá el miedo es fuerte. Nadie duerme y todos viven en la calle”, explicó.