Una lista de casas que desaparecen
Eso es la demolición en Juchitán, una lista de nombres que funcionarios van tachando. Después,las casas desaparecen
La vivienda de tejavana que hace 65 años construyó el matrimonio formado por Maurilio García y Maclovia Torres, ya fallecidos, resistió tempestades e inundaciones pero sucumbió al terremoto de 8.2 grados del pasado jueves 7 de septiembre. La construcción quedó de pie, pero estaba herida de muerte.
Es la tarde lluviosa del miércoles 27. La casa, ahora propiedad de María Luisa García Torres, hija de los dueños originales, acaba de ser demolida hasta los cimientos. Sólo bastó una hora para que el patrimonio y los recuerdos familiares se diluyeran hasta convertirse en escombros. A María Luisa la lluvia le inundó los ojos y le escurrió por las mejillas.
“No quería que la casa fuera demolida, tenía muchos daños, pero era un peligro para todos. Era imposible regresar a vivir ahí”, explica apagada María Luisa.
María Luisa es una mujer religiosa y eso la consuela espiritualmente porque logró rescatar la imagen de la Virgen de la Candelaria, que su madre Maclovia veneró con sus vecinas por 20 años, cada 2 de febrero.
Sentada en una pequeña mesa de plástico, donde hay servidas unas tortillas bañadas de frijoles y algo de queso oreado, María Luisa observa lo que quedó de la casa: un piso rectangular de 130 metros cuadrados rodeado de escombros de ladrillo y pedazos de tejas.
“En la casa tenía mi hamaca, un catre y la tienda de abarrotes. Ya no tengo nada. Por ahora estoy aquí al lado, con mis hermanas”, suelta.
― Ahora ¿qué sigue? ―, se le pregunta a la mujer.
― Voy a esperar el apoyo del gobierno porque perdí todo. Mi esposo, Andrés Sánchez Aquino, no tiene trabajo y él me ayudaba a vender en la pequeña tienda de abarrotes ―, responde mientras la tristeza le regresa al cuerpo.
“Tenemos un dolor muy grande que no sabemos cuándo se apagará. Por eso lloramos”, explica. “Pagué a un particular por la demolición y el retiro del escombro. Entre mis hermanas juntamos mil pesos para la renta de la maquinaria porque el gobierno municipal se tardó en tirar la casa y ya era un riesgo para todos”, agrega la mujer de ojos pequeños.
Sobre la calle Reforma, casi en el cruce de la avenida Álvaro Obregón, tres viviendas más esperan la demolición. No las han tirado porque enfrente se encuentran dos postes que sostienen un transformador de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y los dueños no saben cuándo vendrán a quitarlos.
Como la familia de María Luisa hay cientos que ya son dueños de montones de fierros retorcidos y pedazos de concreto. Todos vieron cómo las retroexcavadoras demolían en una hora casas que costaron años de esfuerzo y noches de desvelo.
En las libretas de los que participan en el programa de la demolición de viviendas colapsadas por el sismo aparecen los nombres de sus propietarios. Son hombres y mujeres que esperan por ver en ruinas lo que hasta el 7 de septiembre fue su hogar.
En la primera sección, don Juan Villalobos; en la segunda, doña Manuela Alonso; en la cuarta, doña Bety Navarrete; en la sexta, Tomasa Daniela Santiago y en la octava, don Óscar Villalobos. La lista no termina, al contrario, se extiende.
Eso es la demolición en Juchitán, una lista de nombres que funcionarios van tachando. Después, las casas desaparecen.