El celular, dice convencido este médico juchiteco, es una nueva forma de dar consulta. Fue con este método que durante dos meses atendió y dio seguimiento a su paciente más grave, que llegó a saturar menos de 60 de oxigenación, hasta que superó la enfermedad.
Foto: Roselia Chaca. EL UNIVERSAL
Con todos ellos se comunicó por videollamadas, así que desde Juchitán, en el Istmo de Tehuantepec, ha podido atender a pacientes que viven en lugares tan distantes como San Diego, California, en Estado Unidos; Veracruz, Chiapas, Yucatán, Ciudad de México, Estado de México y Oaxaca.
En total, ha atendido a más de 200 enfermos de Covid-19 que cursaron la enfermedad en sus hogares y ninguno falleció, lo que atribuye a que se les aplicó a tiempo un tratamiento a base de dexametasona y otros fármacos, meses antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) diera su aprobación, explica animado este médico zapoteca con más de 20 años de experiencia en el servicio privado.
Jorge reconoce que el tratamiento y las estrategias de atención las fue aprendiendo en el camino, conforme iban presentándose los casos; es decir, en la marcha aprendió a identificar los síntomas leves y graves, y sobre todo cuáles son los que se iban a complicar.
El médico zapoteca cuenta que no solamente atendió a pacientes vía remota, sino que también lo hizo de forma presencial y fueron tantos que era inevitable contagiarse; pese a ello, explica que al primer síntoma se aplicó su propio tratamiento y, con la posibilidad de haber adquirido inmunidad, con más fuerza siguió visitando a los enfermos y cobrando un promedio de 3 mil pesos, siempre y cuando no se requiriera de oxigenación.
“Las crisis sacan lo mejor y peor de las personas. Yo no dejé de cobrar lo de siempre y el tratamiento no rebasaba los 3 mil pesos en pacientes leves, pero muchos doctores y enfermeras hicieron o están haciendo dinero con esta enfermedad. En una ocasión una paciente necesitaba una inyección y por aplicársela le cobraban mil pesos; eso fue al principio de la enfermedad, y era comprensible porque nadie quería arriesgarse”, cuenta López López desde su consultorio en Juchitán.
Sin embargo, dice que no sólo fueron los médicos y enfermeras privados los que se aprovecharon, también los hicieron muchas farmacias, que ante la escasez de medicamentos incrementaron al triple sus precios y obligaban al cliente a adquirir productos que no se requerían en el tratamiento.
Al médico Margarito Aquino los primeros meses de la crisis sanitaria le dejaron muchas enseñanzas y se enfrentó a la violencia e incomprensión de familiares de pacientes, que ante la desesperación no entendían la insuficiencia de camas y tanques de oxígeno.
“Han sido meses difíciles para las clínicas privadas y no se habla mucho de esto. Yo terminé contagiado por atender a pacientes, tuve la renuncia de personal que temían ser contagiados. Mi equipo se enfrentó a personas violentas que exigían atención cuando no podíamos darla. Lo peor fue cuando morían después de llegar muy graves, eso nos enseñó que los primeros días eran de suma importancia para el tratamiento”, explica desde su clínica Cheguigo.
Foto: Roselia Chaca. EL UNIVERSAL
“Vamos aún aprendiendo en la práctica. Ahora puedo desde mi experiencia identificar factores de coagulación en los vasos sanguíneos que nos llevan a dar un tratamiento. Aunque como médicos estamos viendo todos los días los descubrimientos científicos en torno a la enfermedad, lo que no terminamos aún de entender es la forma de contagio. Creo que nos queda mucho por aprender, pero con el tiempo la gente aprendió a ir a consulta al primer síntoma”, argumenta el médico.
En los dos primeros meses Germán Luis cambió su forma de atención en su clínica Na Linda. A 10 meses de distancia, no deja de hacer sus citas por teléfono antes de las consultas, usa doble cubrebocas y desinfecta a los que llegan a su consultorio. Para este neurocirujano la atención médica cambió radicalmente y el personal de salud se tuvo que adaptar, a riesgo de morir.