Más de 8 mil casas tradicionales se perdieron en Juchitán
De las 8,500 casas demolidas, no hay ni 100 que se construyan con arquitectura vernácula, afirma asociación
El terremoto del 7 de septiembre del año pasado cambió el rostro arquitectónico de esta ciudad zapoteca. Unas 8 mil 500 viviendas tradicionales de arquitectura vernácula, equivalente a 30% del total de hogares juchitecos, fueron demolidas y en su lugar se construyen casas tipo interés social, cuya estructura no corresponde a las condiciones climatológicas del sur de Oaxaca, donde predominan los fuertes vientos, altas temperaturas y periodos de intensas lluvias.
Para el coordinador de la asociación civil Yoo Bido´ (Casa Sagrada), Elvis Jiménez López, la frenética demolición de viviendas después del terremoto respondió más a la lógica del dinero que ganaron las empresas contratadas por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y no a las necesidades de los damnificados.
El rostro arquitectónico que muestra la ciudad juchiteca, a un año de que ocurrió el terremoto de intensidad 8.2 que devastó la vida de los habitantes de 41 municipios del Istmo de Tehuantepec, es, en gran parte, nuevo y “para mal”, dice Jiménez López, quien en 2002 fundó la asociación Yoo Bido´, con el propósito de rescatar y resguardar los bienes tangibles de la cultura zapoteca, como las bancas de madera, los baúles y las mesas de los santos.
Las viviendas tradicionales de tejavana, construidas con morillos, tablas y enormes, pesados e impenetrables maderos —conocidos como planchas— desaparecieron con el terremoto. Las planchas se extraían de gulabere guie´ (árbol que produce goma), que en la actualidad ya no existe. Eran viviendas de 70 años de antigüedad.
Un año después de la tragedia, EL UNIVERSAL recorrió las zonas devastadas. En las secciones o barrios de la Cuarta, Quinta, Sexta, Séptima, Octava y Cheguigo Saltillo se encontraron nuevas edificaciones que no tienen relación con la arquitectura vernácula: son casas pequeñas, con losa de concreto, sin cimentación profunda, y con puertas y ventanas prefabricadas.
Según datos de la asociación Yoo Bido´, de las 8 mil 500 viviendas demolidas, no hay ni 100 casas en Juchitán que estén en reconstrucción con la arquitectura vernácula.
Una de esas viviendas dañadas por el sismo, pero que su propietaria se opuso a la demolición, se localiza justo en contra esquina de la devastada Casa de Cultura, cuya restauración está a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
“La vivienda, que perteneció a Na Joaquina, una de las parteras tradicionales de Juchitán, su conservación representa para mí una gran responsabilidad, pues esta casa tiene un inconmensurable valor histórico”, señala la nueva propietaria, Martha Toledo.
“Se está realizando la restauración de la casa de tabique rojo, compatibilidad de sistemas con geomalla biaxial de polipropileno, que ya ha sido probada en países altamente sísmicos, como es el caso de Perú”, explica.
“Mi compromiso con la preservación del patrimonio cultural es lo que me impulsa a trabajar para devolverle a esta casa su belleza y contribuir así a la conservación del patrimonio de nuestro pueblo”, puntualiza, al recordar que no ha recibido algún tipo de apoyo gubernamental.
La vivienda en cuestión se restaura con más de 60 morillos, 20 mil ladrillos, 5 mil tejas y decenas de tablas que se salvaron de ser demolidos.
Isabel Jiménez Salinas, quien vive en el populoso barrio de la Séptima Sección, no tuvo la solvencia económica para restaurar la vivienda que su madre Guillermina construyó hace 70 años y que le heredó.
Los 120 mil pesos de pérdida total que recibió del Fonden sólo le alcanzaron para construir una media sala y un cuarto, con varillas, bloques de cemento y losa de concreto.
Antes del terremoto, Isabel disfrutaba de una sala grande de 80 metros cuadrados, un cuarto de 16 metros cuadrados y una cocina mediana de nueve metros cuadrados. Una vivienda de tejavana, alta, propia para soportar el calor, los vientos y la lluvia.
Ahora, además de los 120 mil que le dieron, ha gastado otros 50 mil pesos más y, en un cálculo frío, dice que gastará unos 250 mil pesos para terminar su vivienda que por ahora le falta piso, instalaciones hidráulicas y eléctricas, así como la pintura.