Faltan al menos 500 escuelas del Istmo por reconstruir, a tres años del terremoto
Una de las razones principales por la que faltan planteles por reconstruir fue el incumplimiento de pagos a constructoras; desde entonces, alumnos no han vuelto a su salón de clases
Juchitán de Zaragoza.— Después del terremoto que con una fuerza de 8.2 grados devastó al sureste del país la noche del 7 de septiembre de 2017, los alumnos de la escuela primaria bilingüe “Heliodoro Charis Castro”, ya no regresaron a sus salones que sufrieron severos daños en techos y paredes. Y cuando volvieron a clases, lo hicieron en tiendas de campaña que instalaron en la explanada del plantel.
Como con la “Charis Castro”, en el Istmo de Tehuantepec el terremoto se enconó particularmente con la infraestructura educativa de la región y dejó daños severos en unas mil escuelas. Hoy, a tres años de distancia, su reconstrucción lleva 50%, pues aún faltan por levantar unos 500 planteles de los niveles de preescolar, primaria y secundaria, principalmente, según autoridades educativas.
Entre las escuelas pendientes por reconstruir están las que pertenecen al nivel de Educación Indígena, como las escuelas primarias “Saúl Martínez” y la “Hermanos Flores Magón”, así como las de preescolar, “Manuel Flores” y “Reforma Educativa”, denuncia el jefe de Sector, Enrique Montero Guzmán. Todas están en Juchitán y tienen pendientes la reconstrucción.
La principal razón por la que la mitad de las escuelas del Istmo dañadas aún no estén rehabilitadas se debe a que las empresas, responsables de la reconstrucción, incumplieron los pagos con las constructoras locales que subcontrataron, explica el arquitecto Tomás López Pineda.
Foto: Edwin Hernández
“Como constructores locales, nos interesamos en participar en la rehabilitación de las escuelas, fuimos a entregar nuestras solicitudes al Instituto Oaxaqueño Constructor de Infraestructura Física Educativa (Iocifed), pero de ahí nos enviaron con representantes de la constructora Grupo Salcedo y ahí nos subcontrataron”, revela.
El arquitecto cuenta que una vez subcontratados, las empresas locales volvieron a Juchitán y empezaron a demoler las escuelas dañadas y a retirar los escombros, hasta que tuvieron que detener los trabajos porque nadie liberaba el pago.
“A los seis meses suspendimos los trabajos porque no nos pagaban y ya debíamos a las tiendas que nos surtían materiales, como arena, grava, cemento y acero. Hablamos y nos dijeron que el trato había sido con el Grupo Salcedo”, abunda.
La situación llegó a un punto muerto en diciembre de 2018, cuando toda la reconstrucción de escuelas quedó suspendida.
“No nos pagaron y hasta ahora nos deben. A cuatro empresas locales nos adeudan 3.6 millones de pesos. En una audiencia que tuvimos con el gobernador Alejandro Murat, él ordenó que entre la Secretaría de Finanzas y el instituto constructor nos pagaran, pero entre ambas dependencias se tiran la bolita”, dice López Pineda.
Ante dicho panorama, entre 2018 y 2019, padres de familia, docentes y constructores locales protagonizaron protestas con marchas, bloqueos de carreteras y cierre de vialidades para reclamar la reconstrucción de los planteles dañados por el terremoto. Incluso en su momento, el edil de Juchitán, Emilio Montero Pérez, se sumó al reclamo de la inmediata reconstrucción.
Foto: Edwin Hernández
Frente a ese escenario, en enero de 2020, el gobierno federal, a través del Instituto Nacional de la Infraestructura Física y Educativa (Inifed), optó por liberar 500 millones de pesos como parte del Programa Nacional de Reconstrucción (PNR), los cuales fueron entregados directamente a los comités de padres de familia, para que contrataran a constructores.
“Lamentablemente vino la pandemia y terminó por retrasar la reconstrucción de las escuelas”, admite el edil, quien asegura que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador entregó este año un total de 120 millones de pesos, del Fonden y del PNR, para la reconstrucción del Instituto Tecnológico del Istmo.
En el caso de la primaria bilingüe “Charis Castro”, por ejemplo, las obras en dos aulas y un pedazo de una barda se suspendieron, mismas que coordina el albañil Luciano Jiménez, encargado de seis trabajadores más.
Luciano cuenta que las semanas cuando el virus se desató en Juchitán, tuvieron que detener todo y eso los retrasó aún más. Por el momento esta escuela es un montón de bancas y fierros retorcidos.
Comerciantes, también afectadas
Foto: Edwin Hernández
Las consecuencias de que en Juchitán aún no se levanten las escuelas también alcanzan a cientos de mujeres que viven de la venta de dulces y bocadillos en las afueras de los planteles, e impactan negativamente en los ingresos de los propietarios de las misceláneas y papelerías que hasta antes del sismo funcionaban normalmente en las inmediaciones de los centros educativos.
Rosa, quien vendía algunos días flanes, pasteles, yogures naturales con frutas, y otros días comida como pollo guisado, chiles rellenos, pozole, mondongo y pescados horneados a la hora de la salida de los alumnos, ahora está confinada en su vivienda. “Primero fue el temblor y ahora la enfermedad. Vendo algo en la casa, pero la vida se puso más dura”, dice.
Como Rosa, sus vecinas y comadres Lourdes y Guadalupe, buscaron nuevas opciones. Una acude a un mercado local donde vende sus dulces típicos, y la otra recorre las calles empujando un triciclo cargado de elotes y atole de maíz tierno, que antes llevaba a la salida de las escuelas cargado de bolsas de jícama, pulpa de coco y pepinos, y que ahora no sabe si algún día volverá con él para escuchar la risa de los niños al terminar las clases.