Camalotal es una comunidad ubicada a unos 30 kilómetros de San Juan Bautista Tuxtepec, la ciudad más importante de la región de la Cuenca del Papaloapan, en el norte de Oaxaca.
Parado junto a una rama decorada con pequeños juguetes usados que penden de hilos y que se sostiene en una cubeta de tierra, Jesús Antonio Palacios Moreno, de 10 años, posa para una fotografía que Édgar Orozco Ortiz, el maestro de Educación Física de la primaria de la comunidad, le tomó para dar a conocer su historia.
“Pongo mi arbolito artificial, sencillo, con sus luces, y los niños llegan a la casa, lo ven y van cortar una rama de un árbol que se llama huachilote que crece en el cerrito, y empiezan a imaginarse su arbolito”.
A falta de esferas o adornos, Juan Antonio colgó juguetes viejitos de las ramas y colocó en una mesita cubierta de aserrín algunas figuras pequeñas para formar un nacimiento, encabezado por la Virgen de Guadalupe. Todo a escondidas de su mamá.
“Me fue a ver a la casa y me dijo: 'También puse mi arbolito'. Me dio mucha ternura que dentro de su ilusión de niño quiso tener esa magia. No es algo comercial, es algo que se les inculca a los niños”, narra el profesor de 34 años, quien le dijo le prometió a Juan Antonio que le regalaría la serie de luces y que subirían la foto al Face.
La reacciones de los usuarios comenzaron poco a poco. Algunos comenzaron a ofrecer esferas, otros animales para el nacimiento y hasta un pastel. Poco a poco la historia de Juan Antonio y sus hermanos Sebastián, de ocho años, y Francisco, de 13, comenzó a hacerse viral, sobre todo porque Édgar administra una página deportiva amateur en esa red social, misma que usó para compartir la historia con sus amigos de todo Oaxaca y a nivel nacional.
Fue así que comenzaron a llegar los primeros donativos. Una señora, por ejemplo, envío 500 pesos, mientras que una persona radicada en Mississippi, Estadio Unidos, prometió enviar algo para los niños, al igual que un hotel de Huatulco, que ofreció una cena y un regalo para cada uno de los menores.
Eugenia Moreno Maroto, la madre de los niños, vive al día. Se dedica a vender tamales y antojitos, con los cual cubre los gastos de la casa, pues su esposo Antonio Palacios Moreno es campesino, monolingüe y de la tercera edad, así que cuando se enteró del alcance del deseo de sus hijos se sorprendió y puso nostálgica por igual.
“Sí se está viendo la ayuda y están muy agradecidos, y hasta sueñan con tener una bicicleta; ojalá siempre las redes sociales tuvieran este uso”, finaliza.