Después, llegó la ayuda en forma de víveres de organizaciones civiles. Llegó tanto, dice, que también se distribuyó a los más afectados.
Pasada la contingencia, ya en los primeros meses de 2018, la ayuda humanitaria disminuyó, con los víveres que lograron almacenar, la cocina llegó casi al año y fueron nuevamente los comuneros quienes aportaron para los insumos más fuertes de las comidas.
Rosario Cuevas cuenta que todo ha sido una iniciativa de comuneros y comuneras, que desde un principio se organizaron en cuatro equipos de cinco personas para apoyar a los damnificados.
“Antes de llegar a diciembre de 2017 las demás cocinas comunitarias cerraron, pero nosotras continuamos porque ya llevamos años organizadas para pelear nuestros derechos sobre la tierra. Tenemos experiencia en mantenernos en lucha, creo que eso ha ayudado mucho en seguir”, explicó la también dirigente de maestros jubilados en Unión Hidalgo.
Guadalupe Ramírez Castellanos es de las que insisten en mantener la cocina en la etapa de reconstrucción, sobre todo, enfocado a los trabajadores y obreros que están en la construcción de viviendas y que son de otros estados; por ello, ahora sólo se pide una cuota de recuperación que es utilizada para comprar los insumos.
Actualmente, alimentan a unas 25 personas con dos comidas diarias que se sirven debajo de dos toldos de plástico que están ubicados en el patio de las oficinas del Comisariado de Bienes Comunales. La cuota es para los gastos de la cocina, pues ninguna de las cocineras cobra y se rolan los horarios para cerrar a las seis de la tarde.
“No se debe de abandonar la cocina porque hay gente que se beneficia, que necesita el apoyo. No es un capricho mantenerla abierta, aquí, desde Bienes Comunales, se está luchando por nuestros derechos y nosotras estamos luchando desde la cocina, es un símbolo de resistencia”, comenta Guadalupe.

La activista, quien asesora a las cocineras, explica que las mujeres que sostienen esta cocina son más que comuneras porque conviven en todo el proceso organizativo, se consultan, proponen, se ayudan, discuten y se reconcilian.
Con todo ello, dice, aportan a la sociedad y hacen historia por ser la primeras en el Istmo que crean un espacio humanitario, desde el cual defienden sus territorios.
Valentina, Alma, Rosario, Lupita, Alba, Irma, Guillermina, Arcelia, Beatriz, Rosalva y Mireya aseguran que cerrarán la cocina hasta que el último ciudadano que se encuentre en el proceso de reconstrucción de Unión Hidalgo deje de solicitar un plato de comida.