Parteras: acompañamiento que se actualiza

Ser partera no es sinónimo de riqueza, al contrario, en algunos casos le pagan con ingratitud

Municipios 16/05/2019 11:00 Actualizada 13:07

El cuarto es pequeño, pero entran   unas sillas  de plástico, un catre y  un diminuto altar a San Antonio. El consultorio de Eulalia  está en obra negra, una ventana y una puerta dan suficiente luz para distinguir  en la pared un cartel de la Secretaría de Salud (Ssa) que explica con dibujos las  características  que toda partera  debe de conocer sobre un   recién nacido.

Eulalia Vallarta Cisnero es una de las 30 mujeres huaves conocidas en San Mateo del Mar como mi nchey nine (la que recibe  niños,  la segunda madre o partera). Tiene 47 años y su consultorio está en la colonia San Pablo.  También es una de las 300 parteras certificadas y capacitadas que tiene la Secretaría de Salud en el Istmo de Tehuantepec de las 525 que posee en sus registros.

Eulalia apenas  sabe leer y escribir, comenzó en el oficio a los 12 años, ayudando a su madre, también partera. Tiene siete hijos y a  todos los  tuvo en su casa  sin ayuda de nadie, ella sola se atendió en los  alumbramientos, aunque al  final siempre fue  auxiliada por una enfermera  para  checar las condiciones de sus bebés.

Esta partera tradicional no utiliza nada más que sus manos para acomodar a los bebés en el vientre de las madres  o  para identificar el sexo. Sus manos son un don, asegura. Con ellas da masajes  a las embarazadas e identifica si una mujer  lo está o sólo tiene una inflamación de los ovarios.

 En constante capacitación

A pesar de ese don, ella asiste a todos los talleres que le brinda la  Ssa  y asiste a foros internacionales,  donde comparte su experiencia en el oficio milenario.

En 35  años Eulalia ya perdió la cuenta del número de niños que ha traído al mundo desde San Mateo del Mar : “Más de mil niños huaves y no huaves, fácilmente”, comenta sonriente, pues también atiende mujeres de Huatulco, Juchitán o Salina Cruz. Le tienen tanta confianza que en San Mateo del Mar ha atendido hasta dos generaciones de mujeres, las ha visto nacer y también parir.

El cobro a veces se da, a veces no. Ser partera no es sinónimo de riqueza, al contrario,  en algunos casos le pagan con ingratitud.

“Yo no estoy aquí por dinero. Aquí las mujeres son muy pobres, cuando bien me va me pagan 200 pesos, en otros casos me pagan hasta dos años después... soy feliz y satisfecha al  ver que mis pacientes y niños están con vida. Al final, la vida me recompensa con eso,  saber que yo los traje al mundo. Yo sobrevivo con otras cosas que hago, como ser huesera, sobadora y saber de hierbas curativas”.

 Eulalia está capacitada por médicos y enfermeras del sector Salud para dar acompañamiento a las embarazadas que están en  alto riesgo y las remite a un centro de salud; no se arriesga a que mueran o pierdan el producto. A las que atiende sin riesgo, al final les da un certificado de nacimiento para que puedan llevar a los bebés ante el Registro Civil.

Aunque Eulalia tiene su consultorio, los alumbramientos se dan en las casas de las mujeres, es una característica de las huaves; a diferencia de las zapotecas, que ellas dan a luz en la casa de la partera. Las mujeres ikoots  son muy ritualistas en el alumbramiento.

 Amanda Toledo Pérez es la coordinadora regional de las parteras en la Jurisdicción Sanitaria número 2 Istmo,  donde mantiene un monitoreo de las 525 parteras tradicionales registradas.

 El proyecto federal comenzó con al menos 60 mujeres, con los años se fueron acercando hasta lograr el universo de parteras que tienen. Aun así, reconoció que existe un subregistro del doble de parteras clandestinas en la región.

La capacitación que reciben de parte del sector Salud es constante y eso ha mejorado la atención a las embrazadas y reducido la muerte materna. En el Istmo de Tehuantepec la partería es demandada por la confianza, por lo que se tiene un registro de entre 70 a 80 partos al mes.

“Es muy alta la demanda de las parteras, por eso se les capacita y certifica. A ellas llegan mujeres con tres meses de embarazo, les llevan un control y las acompañan en los centros de salud, si es de alto riesgo, después siguen el acompañamiento hasta los 40 días. Ellas son grandes aliadas de las madres”.

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