En "municipios de la esperanza" de la sierra mixe-zapoteca, la normalidad es el abandono
Santiago Laollaga, Santa María Guienagati y Guevea de Humboldt podrían volver a sus actividades cotidianas al estar libres de Covid-19, pero en condiciones de pobreza

Guevea de Humboldt—. El serpenteante camino desde la planicie hasta el nacimiento del río Los Perros, entre las montañas que resguardan desde hace más de medio siglo a los hombres que llegaron de las nubes, los binnizá, primeros habitantes de la zona, no sólo alcanza los 42 kilómetros de longitud, también se mide por la pobreza moderada y extrema que viven tres municipios que comparten ese camino cementado y agujerado, según los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Santiago Laollaga, Santa María Guienagati y Guevea de Humboldt son tres de los 36 municipios del Istmo de Tehuantepec que la Jurisdicción Sanitaria Número 2 catalogó como “limpios”, sin ningún caso positivo ni sospechoso de coronavirus. Tampoco tienen vecinos con casos registrados, por lo que figuran entre los 269 municipios que el gobierno federal llama “municipios de la esperanza”, los que pueden regresar este lunes 18 de mayo a la “nueva normalidad”, si así lo consideran.
La realidad es que están lejos de regresar a una “nueva normalidad”. Guevea de Humboldt y Santa María Guienagati son localidades de alta marginación, con 87% y 88% de pobreza, dividida entre moderada y extrema; Santiago Laollaga tiene 55% de pobreza. Estas poblaciones continúan en la normalidad de siempre: el abandono institucional, la migración, el campo colapsado y la corrupción.
Estos tres pueblos y sus más de 40 agencias municipales lograron frenar los contagios gracias a que implementaron a tiempo sus propias medidas restrictivas y también por lo alejado que están de los centros urbanos o centros comerciales del Istmo, que hoy registran 11 fallecidos por Covid-19 y más de 55 casos positivos.
Los filtros y la migración
Antes de subir a la Sierra mixe-zapoteca se atraviesa el primer filtro sanitario en la población de Santiago Laollaga, este destino turístico posee un balneario natural que cerró sus puertas el 10 de abril. Un copioso grupo de policías municipales y una enfermera hacen el alto a todo vehículo. A todo visitante le toman la temperatura, le pregunta sobre su ruta y le advierten que sólo puede cruzar la población y no bajar, otro grupo de policía vigila el tránsito del auto hasta que sale del pueblo.
A 33 kilómetros de Laollaga, el segundo filtro son dos policías municipales resguardados debajo de frondosos árboles sosteniendo una larga soga que atraviesa la carretera en la entrada de la población de Santa María Guienagati. En esta población la vigilancia policiaca está en sus tres salidas hacia las montañas.
En el lugar del filtro se concentran las camionetas del transporte público y taxis, tienen prohibido entrar a la comunidad mixe-zapoteca como parte de las medidas que determinó el Cabildo Municipal y los principales del pueblo, estos últimos forman parte de los ancianos que norman las costumbres y tradiciones.
El tercer filtro sanitario está en la entrada de Guevea de Humboldt, a 9 kilómetros de Guienagati. Aquí la orden es no dejar pasar a nadie ajeno a la comunidad ni oriundos que vivan fuera, ya sea Estados Unidos o en el interior del país.
Santa María Guienagati es una comunidad en que sus jóvenes migran principalmente por la falta de empleos permanentes, se ofertan como mano de obra no calificada en los centros urbanos e industriales de la región y Estados Unidos. Las mujeres emigran para emplearse en labores domésticas, empleadas de tiendas, restaurantes, refresquerías y comercio ambulante, regularmente en la región y, en menor cantidad, en la capital del estado.
Cuando el gobierno federal implementó la primera fase de la contingencia, la autoridad recomendó a sus habitantes avisar a sus familiares que no volvieran al pueblo porque no se les permitiría la entrada.
“Es una medida fuerte, porque tenemos muchos migrantes, pero no podíamos dejar entrar a nadie que viviera fuera (...) eran un riesgo. Sólo entraron dos personas, pero entraron antes de que estuviera el filtro sanitario, y aun así, se les aisló durante 15 días”, explica Ángel Díaz Cabrera, suplente del presidente municipal.
El gobernador Alejandro Murat Hinojosa reconoció el 13 de mayo, durante su intervención en Palacio Nacional, que gracias a los filtros sanitarios establecidos por las comunidades indígenas en el estado se lograron frenar los contagios de Covid-19.
Protección fuera del pueblo
María Barrera González no usa cubrebocas en su casa ni en las calles de Guevea de Humboldt, por la seguridad que le da estar en una zona no contaminada.
Su hija, quien atiende en el mostrador de la tienda de abarrotes y verduras, usa careta y guantes. Dos veces a la semana se blinda de pies a cabeza cuando se va a surtir de mercancía a Juchitán; allá, ella se siente en la zona más peligrosa del mundo.
“Para ir a Juchitán a surtirme me pongo una careta, me pongo cubreboca y no como nada en ninguna parte. Llego, compro y me subo a la camioneta y hasta aquí, como hasta que llego a mi casa. Eso sí, cada vez que salgo rezo para que no me vaya a contagiar”, comenta la dueña de Tortilleria y Abarrotes Mary.
Hospital inconcluso
En 2005 el entonces gobernador, Ulises Ruiz Ortiz, comenzó en Guevea de Humboldt la construcción de un micro hospital de 10 camas que nunca concluyó, quedó en 50% de su infraestructura, prácticamente en obra negra y abandonado. Desde el año pasado es sede provisional de la Primaria Benito Juárez, afectada por el sismo de 2017.
La autoridad, que encabeza Rubén Ortiz Ramírez, solicitó al Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) y al Programa de Desarrollo de México la terminación del hospital y su equipamiento, incluyendo ventiladores y respiradores para pacientes con Covid-19, en virtud de que los 8 mil habitantes son atendidos en una unidad médica rural que carece de los servicios básicos y los pacientes son remitidos al hospital de Matías Romero, ubicado a cuatro horas de distancia, y que también tiene deficiencias.
“Si por alguna razón llega [la enfermedad] a la zona, aquí nadie se salva, porque la unidad médica sólo atiende 12 personas por día y el hospital que nos toca está hasta Matías Romero; allí sólo hay un respirador. Urge que nos terminen el hospital que está abandonado desde hace 15 años, lo construyeron, no lo terminaron y nos engañaron”, lamenta Jacinto Gómez Reyes, regidor de Salud del Ayuntamiento de Guevea.
Imposible la sana distancia
Lo que serían consultorios y áreas de hospitalización se utilizan desde febrero de 2018 como aulas de la Primaria Benito Juárez, en estos pequeños espacios estaban hacinados antes de la contingencia sanitaria 172 niños de los seis niveles. Entre mesa bancos y sillas, poco espacio le queda a los profesores para maniobrar.
Francisco Jiménez Avendaño, director de la institución, reconoce que en el próximo regreso a clases no se podrá practicar la sana distancia, pues las condiciones en las aulas provisionales no lo permiten.
“Vamos a regresar a nuestra normalidad, la que no respeta la sana distancia porque no la tenemos. Los niños comparten mesa banco, estamos amontonados porque, a casi tres años, aún no nos reconstruyen la escuela. Es más, regresaremos sin salones adecuados, regresaremos a lo mismo”, reclama.
Las autoridades de Gueinagati y Guevea de Humboldt coinciden en la preocupación del regreso de los maestros a las más de 40 poblaciones de la Sierra mixe-zapoteca, ya que 80% del personal es de Juchitán, Ixtepec, Tehuantepec, El Espinal y otros municipios de las zonas urbanas, donde los casos de Covid-19 están activos.
“Muchos de los maestros van y vienen todos los días, otros cada tres días, así que este ir y venir será riesgoso (...) Se tendrá que establecer una estrategia para que se garantice la seguridad de los niños y de las comunidades”, indicó Gómez Reyes.