Asentada en las laderas boscosas de Santa María Jaltianguis, una comunidad zapoteca de la Sierra Norte de Oaxaca, en esta cooperativa están convencidos de que el secreto de su éxito radica en eso que suena tan sencillo: entender el lenguaje de las plantas.
—Las plantas son seres vivos con las mismas necesidades que nosotros, tienen frío, hambre, calor, sed, y necesitan cariño. Si les das eso, la planta va a ser feliz.
El que habla es Roberto Morales Hernández, representante legal de la cooperativa y quien recorre todas las mañanas el sitio con la devoción de un médico que visita a sus pacientes.
—Una planta te muestra si tiene algo, ya conocemos cuando está sana o cuando está mal. Eso es lo que hacemos todas las mañanas, recorrer las plantas y preguntarles: ‘Tú, ¿qué necesitas?’ Y te van diciendo.
Foto: Mario Arturo Martínez
Antes de que Roberto y su familia decidieran que querían dedicar su vida a las plantas y las flores, todos subsistían gracias a vacas lecheras, pues Jaltianguis es famoso por su queso de bolita.
Fue por la pasión de su madre, Sofía Sánchez, la socia fundadora, que comenzaron a involucrarse en el negocio, primero comprando y revendiendo en la ciudad de Oaxaca y en plazas cercanas como la de Ixtlán, y luego adentrándose en la producción.
Lourdes López Bautista, esposa de Roberto, cuenta que, tras un año dedicados a revender lo que otros viveros compraban en Puebla y Morelos, fueron los malos tratos y los precios elevados de esos lugares los que los llevaron a decidirse a aprovechar el bosque a su alrededor y sus tierras para sembrar sus propias plantas.
Foto: Mario Arturo Martínez
—Nos trataban como si nos estuvieran regalando algo, eso fue lo que nos motivó a entender que estábamos en un lugar en el que podíamos producir nosotros mismos, a comenzar a trabajar la tierra, amamos esta tierra. Fuimos viendo que las plantas que se daban en la región eran las mismas que íbamos a comprar.
Lo que siguió fue un camino de búsqueda. de abrir espacios, de hallar la forma de hacer las cosas, así que cuando lograron establecer el negocio familiar, se lanzaron a la caza de más socios entre su familia.
Actualmente, la cooperativa genera 16 empleos entre hijos y nietos, e incluso, con jóvenes de la comunidad, a quienes se les paga un salario justo, así como aguinaldos y utilidades.
Foto: Mario Arturo Martínez
El Miércoles Santo de 2008, Roberto Morales y su familia habían decidido que dejarían morir una parte de sus plantas para que otras sobrevivieran. No tenían agua. La única salvación era el agua de lluvia, por lo que con pico y pala cavaron una poza para colectar el líquido en caso de que lloviera. Aquel día en la sierra diluvió y Roberto entendió lo que tenían que hacer.
Durante estos años, han ido perfeccionando la técnica, por lo que las ollas pueden estar enterradas en el suelo, con plástico o cemento, o estar elevadas, y fabricadas de geomembrana.
—Es una de las prioridades, cosechar el agua, con eso vamos a crecer mucho más, pues ya no tenemos limitantes. Ya tenemos una capacidad de 75% de vivir sólo de lluvia. Ahora ninguna planta de aquí es comprada en Puebla o Morelos, nos surten insumos, fertilizantes, material vegetativo como semillas o plántulas, pero ya todo el proceso lo llevamos nosotros, y todo se riega con agua de lluvia.
Así, en primavera el campamento se viste de geranios multicolores; en verano, el aroma de las begonias impera en todo el lugar, y en otoño reinan las prímulas; las rosas y las petunias se producen todo el año, pero definitivamente sus fechas de mayor demanda son el 14 de febrero y el 10 de mayo.
Foto: Mario Arturo Martínez
El portón que da acceso a la comunidad se cerró y desde entonces sólo se permite la entrada tres días a la semana y siempre con una constancia que respalde que son oriundos de la región.
La estrategia funcionó, y hasta ahora, nueve meses después, no hay registro de un solo caso de Covid-19 en el municipio; sin embargo, los socios del Campamento de las Flores perdieron 50% de su producción.
—Tuvimos que encontrar la forma de comenzar a vender por redes sociales, y contactamos a nuestros clientes, porque antes vendíamos directamente en los tianguis. Generamos nuestra página y un catálogo, adquirimos otro vehículo para distribuir y ahora entregamos directo a los viveros.
Roberto agrega que con la Nochebuena no podían volver a perder la mitad de la cosecha.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), la pandemia desplomó en 16% la producción de esta flor, pues en comparación con los 19.1 millones de 2019, este año se produjeron 16.2 millones de plantas.
De ese total, 40.3% proviene de Morelos; 16.3% de Puebla; 10.5% de Jalisco; 5.3% del Edomex; 5.1% de Michoacán, y 0.1% de Oaxaca.
Foto: Mario Arturo Martínez
Roberto y sus socios están convencidos de que ese porcentaje es su producción, pues no hay otro vivero en el estado con mayor volumen, y porque este 2020, los seis socios lograron colocar 50 mil plantas de Nochebuena pese a los estragos de la pandemia.
—Algo que nos llena de orgullo es que no tuvimos que irnos de la comunidad para crecer. Nos gusta lo que hacemos, están cubiertas nuestras necesidades y generamos empleos. Este lugar está bendecido, nos da todo.
Roberto está convencido de que, ante la violencia, los problemas de la vida moderna y el estrés que deja la pandemia, las plantas se han convertido en un artículo de primera necesidad.