Eólicas amenazan bosques de palma, sustento de artesanos

El oficio de los ancianos de Unión Hidalgo peligra por la devastación de aerogeneradores.

Foto: Roselia Chaca
Municipios 25/03/2019 16:52 Roselia Chaca Unión Hidalgo, Oaxaca.- Actualizada 16:53

Los títulos primordiales de Juchitán dicen que  en los límites con los huaves existía un bosque de palmas reales que se llamaba Ziña Gaayu’ (Cinco Palmas). 

Ahora, los habitantes de Unión Hidalgo lo conocen como El Palmar, un  espacio que  aunque se ha reducido por  la invasión de los parques eólicos, sigue siendo un pulmón natural y una fuente de empleo.

Miguel Velásquez Lamí y Otilio Santiago son dos ancianos fornidos que desde hace más de 20 años utilizan la palma  para elaborar objetos arsenales, como   sombreros, bolsas, sopladores, canastas y  juguetes.

Con sus 70 años, obtienen la palma de las 829 hectáreas de bosque que aún se conservan dentro del terreno comunal. También, comparten la preocupación de la destrucción completa de la zona por nuevos proyectos eólicos.

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Miguel  comenzó en el oficio artesanal como una forma de sostenerse en su vejez, es uno de los cinco artesanos que aún sobreviven  en la comunidad y para quienes la palma es su única fuente de ingresos. Si El Palmar desaparece, se queda sin sustento, al igual que cientos  que viven del corte.

“Los eólicos buscan quedarse con El Palmar, si ellos entran lo destruirán  y nos dejarán sin sustento, sin comida... hace cuatro meses mataron  al que compraba la palma a todos los cortadores y lo vendía en Puebla, pero desde que murió nadie compra, muchos venden como pueden; esto se agudizará si nos invaden los molinos”, comenta preocupado  Miguel.

Las invasiones

De acuerdo a un mapa elaborado por el Comisariado de Bienes Comunales de Unión Hidalgo,  El Palmar lo marcan dentro del polígono donde se proyectan los desarrollos eólicos Piedra Larga de Desarrollos Eólicos Mexicanos de Oaxaca 1 (Demex), en donde están instalados 152 aerogeneradores, así como su expansión Piedras Largas II, comparte la zona de El Palmar el proyecto Eólica Unión, aunque éste aún no tiene permiso de construcción,   sí tiene apartados.

 Los comuneros cuentan que su producción ha disminuido desde la construcción de aerogeneradores, ya que utilizan cemento, bloqueando las venas acuíferas que alimentan la zona del palmar.

Además, los campesinos y palmeros ya no son libres de transitar por ahí, son cuestionados en su propia tierra por la policía que resguarda el parque eólico.

Recientemente, en la gaceta ecológica 2018 de la  Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el gobierno federal  anunció  dos nuevos parques eólicos pertenecientes a la empresa alemana Siemens Gamesa, estos  dos proyectos están  ubicados entre el estero y la población: Palmita I con 15 aerogeneradores y Palmita II con 18, lo que  significa la destrucción de unas mil 589 hectáreas del territorio comunal, además de afectar otra  zona donde crece la palma.

 Los comuneros argumentan que debido a los aerogeneradores se redujo la humedad, lo que ha ocasionado que  después de cortar la palma   se tarde hasta dos  meses en brotar; antes se tarbada sólo 15 días.

También, antes de la llegada de las eólicas, la zona  producía  40 millares de palma a la semana, es decir,   30 toneladas.  Actualmente,  apenas y llegan a 15 millares de palma  al mes, ni siquiera la mitad, cantidad que hacen rendir las    50 familias que viven de ella.

Otilio Santiago, además,  denunció que de manera sospechosa se han registrado quemas del palmar, aunque no son grandes extensiones, les   hacen sospechar que son personas afines a los proyectos eólicos quienes realizan las quemas para que esta zona quede devastada y así se pueda justificar la presencia de los aerogeneradores.

Permitir la extensión de nuevos proyectos en El Palmar representa,   para Otilio y otros ancianos, el fin de su oficio y sus ingresos.

“Muchos viejitos en Unión Hidalgo  se dedican por las tardes o por las mañanas a tejer las palmas... es una entrada de dinero. Si acaban con el palmar, de qué viviremos”, se cuestiona  Otilio sin dejar de tejer una pequeña canasta.

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