Esta mujer de 58 años es la última de su familia que conoce los secretos del telar de cintura, una técnica que aprendió en su niñez heredada por su madre, pero que con el paso de los años se fue perdiendo, dejando sin ingresos a los pobladores que por generaciones se dedicaron a esta labor.
El resultado de ese esfuerzo que arrancó en noviembre de 2019 fue el colectivo Kamaapyë, palabra que en español significa “los jamás vencidos”, en alusión a la imprecisa tradición oral que reza que los pueblos mixes de Oaxaca nunca fueron conquistados por los españoles.
En el caso de la familia Díaz, Mayra explica que eligieron ese nombre porque, a pesar de las dificultades, “vamos a seguir con nuestras metas”.

Foto: Mario Arturo Martínez
En entrevista con EL UNIVERSAL, explica que esos objetivos son consolidarse como un colectivo que ayude a comercializar sus productos fuera de la región, pues antes de ellos sólo los vendían en Tlahuitoltepec y comunidades vecinas como Tamazulápam del Espíritu Santo y San Pedro y San Pablo Ayutla, también habitadas por los ayuujk.
Sobre todo, dice, buscan rescatar ese legado de sus antepasados. “El tejido en telar de cintura es uno de los más importantes, viene desde mi abuela Hermelinda Gallardo, y actualmente sólo mi tía Francisca lo conserva”.
Hasta antes de convertirse en un colectivo que reúne a 10 personas, Mayra y su padre Vicente se dedicaban a la elaboración de rebozos y gabanes en telar de pedal, otra técnica artesanal que se ha ido automatizando y que permite producir de manera mucho más rápida los gabanes. Mientras en un pedido de 10 puede tardar hasta un mes en el telar de cintura, en el de pedal pueden realizarse hasta dos por día.

Foto: Mario Arturo Martínez
Ahora, con la conformación de Kamaapyë, al que se sumaron sus tías, primas y vecinas, y que creció con las máquinas de coser que adquirieron gracias a que el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) les aprobó su proyecto, además de los gabanes de pedal, Mayra y sus compañeras también pueden ofrecer rebozos de algodón teñidos con corteza de palo de águila, así como blusas y vestidos con el bordado tradicional. Pero sobre todo, ahora han podido dar a conocer los gabanes de lana natural que su tía elabora con esa técnica casi extinta: el telar de cintura.
“Anteriormente nos enfocábamos más al tejido de telar de pedal y se vendía de forma local, no había muchas ventas porque aquí en la comunidad hay mucha competencia. Así comencé con la inquietud del telar de cintura, son pocos los que hacen ese tejido (...) Mi tía ya está grande y si ella ya no está, se pierde. Como colectivo estamos viendo que todas aprendan”, cuenta.
Mayra, ahora representante de Kamaapyë, está convencida que al formar el colectivo y unir sus habilidades se amplió la variedad de productos que pueden ofrecer. La vía que eligió para hacerlo fue una página en Facebook, gracias a la cual el colectivo no necesita un lugar de venta físico.
La estrategia funcionó, y tras años de ir perdiendo clientes, han ido repuntando sus ventas, incluso pese a la pandemia.
“Ya vamos otra vez para arriba. Nos dimos cuenta ahora con lo de la pandemia, estábamos preocupadas porque varias de mis compañeras dependen de esos ingresos. Fue entonces que decidimos apostarle a la página para dar a conocer nuestro trabajo y hubo una buena respuesta de parte de la gente”, confiesa.

Foto: Mario Arturo Martínez
Fue gracias a este boom digital que las piezas que elabora el colectivo Kamaapyë han llegado al extranjero, específicamente a Los Ángeles, California, en Estados Unidos, y a Canadá, así como a ciudades del país como la capital, Tijuana, Guadalajara y más.
Además, con la apuesta por el comercio a través de internet, los integrantes del colectivo se dieron cuenta que cada vez más gente joven se está interesando en sus creaciones, lo anterior luego de que por un periodo de tiempo el uso de la ropa tradicional se fue perdiendo enTlahuitoltepec.“Hemos notado que gente de entre 18 y 25 años está muy interesada en nuestras blusas e incluso en nuestros gabanes, que pensábamos eran más para gente mayor”, cuenta Mayra. Pero este interés no es gratuito, sino resultado de la adaptación que el colectivo ha hecho de las prendas.
“Tratamos de ver esa parte de que sea al gusto de los jóvenes, metiendo modelos nuevos que llamen la atención, pero manteniendo los bordados y las técnicas tradicionales”, detalla.
La labor, reconocen, no es fácil, pero el colectivo está convencido que nunca más debe olvidarse el valor de este legado: “Gente de afuera valoraba más nuestra vestimenta que nosotros mismos, y eso impulsó a que la gente comenzara a rescatarla hace apenas unos 20 años”, finaliza.