En realidad, donde Jacob descansa dentro de la incubadora no es una hamaca, sino una venda de 30 centímetros de ancho. Recostado sobre ella recibe los cuidados de su madre Avelina Fuentes, quien de vez en cuando mece la pequeña hamaca que cuelga de los extremos de la incubadora.
Nashely, la enfermera neonatóloga, explica que gracias a la hamaca Jacob no ha tenido úlceras en la piel y prolonga más sus momentos de sueño, para con ello ganar peso. “Siente que está dentro de la mamá. Esa es la ventaja de dicha técnica que también combina con la elaboración de una pequeña cama rellena de alpistes”, señala.
Diana Cardona Medina, médica responsable del área de Pediatría del hospital, dice que desconoce si la hamacaterapia se aplica en otros hospitales del país, pero recuerda que, según varias investigaciones, dicha técnica se exploró con mujeres mayas que estaban a punto de dar a luz en los años 80.
“Andamos buscando un padrino o madrina para que regale las pequeñas hamacas y haya en existencia para atender a los prematuros con diagnóstico de estancia larga, como es el caso de Jacob, quien lleva dos meses y una semana en su incubadora”, expone.
Aunque el pequeño ha aumentado 400 gramos desde que nació y ya pesa un kilo con 800 gramos, aún no se sabe cuándo recibirá el alta, pues aún no se alimenta de leche materna y le faltan varios estudios del corazón, ojos, el aparato digestivo y vías respiratorias. Por ello, sus padres dejaron por completo su negocio de siembra y venta de plantas, y desde hace más de dos meses viven en el hospital, buscando opciones para costear los estudios.
Mientras tanto, Nashely y Diana, quienes han estado con Jacob desde el principio, investigan otras técnicas médicas que ayuden a su recuperación.