Defensa del maíz nativo, una lucha en solitario
La falta de apoyos de la Federación y el aumento de semillas transgénicas son las amenazas que enfrentan los productores, pese a que Oaxaca es considerado la cuna de este grano
Es mediodía. El sol golpea con intensidad los sembradíos de Santa Catarina Quiané, Oaxaca, incluidos los del profesor Esteban López Pérez, un productor oaxaqueño de maíz y de otros alimentos como el frijol, garbanzo, calabaza, jícamas, café y alfalfa, que se dedica al campo desde que tenía 10 años.
Su terreno, de 30 por 360 metros, destaca del resto de los sembradíos de esta zona de la región de los Valles Centrales por el cuidado de la tierra y la variedad de plantas. Aquí cultiva maíz criollo, amarillo y blanco, pero también del grano mejorado, el que es conocido como el 777.
Armado sólo con un machete que modificó él mismo y con los conocimientos que heredó de su padre, busca en cada siembra mejorar su técnica para la cosecha y la conservación de las semillas, principalmente la del maíz nativo, la cual, dice, escasea constantemente.
“El criollo, pues a veces hay que conseguirlo porque cuando se pica se pierde, en la casa se pierde la semilla y hay que ir con otro compañero o población, de esa manera se va buscando que no se pierda”, platica.
Esteban no es el único que trabaja para que la semilla originaria no se pierda. Como él, los campesinos de Oaxaca han logrado conservar las 35 especies del maíz nativo existentes en las ocho regiones de la entidad.
Se trata, dicen especialistas, de una lucha en solitario ante el avance del grano transgénico en México. En Oaxaca, desde el 2005 surgieron 11 bancos comunitarios de semillas para la conservación y rescate de los recursos genéticos nativos de las especies.
Lo anterior, como parte de una iniciativa del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) en el estado. Aunque la estrategia de conservación surgió desde hace 12 años, a la fecha sólo existen 11 bancos que subsisten sin recursos y que son insuficientes para la diversidad de granos que hay en la entidad; incluso, en regiones como la Cañada no hay ninguno.
De acuerdo con Flavio Aragón Cuevas, investigador del INIFAP en la entidad, a pesar de que Oaxaca es considerado la cuna del maíz, a nivel estatal no se destina presupuesto alguno para la conservación de los maíces criollos. Tampoco existe una política agrícola adecuada para ello, explica.
“Los bancos son insuficientes todavía, sí están conservando una diversidad importante de razas de maíz, pero faltan, si tuviéramos 30 ya tendríamos una representatividad que abarque todos los grupos étnicos. Pero no tenemos recursos financieros ni humanos”, señala el investigador en un recorrido realizado por EL UNIVERSAL en los campos experimentales de esta institución, ubicados en Santo Domingo Barrio Bajo, en Etla.
Amor al grano
A sus 62 años y con experiencia de más de 50 años en el campo, Esteban enumera las carencias que han impedido el crecimiento del sector agrícola en Oaxaca. Asegura que las principales son la falta de asesoría técnica, de tecnología y de presupuesto.
Este escenario se complica aún más si el campesino o productor quisiera sólo cultivar maíces originarios, por esa razón, dice Esteban, se debe recurrir a cultivos mixtos.
Así lo hizo él este año. Con maquinaria rentada, en junio sembró maíz criollo y mejorado. El nativo ya lo cosechó en agosto para autoconsumo y venta, mientras el 777 aún no concluye su proceso para ser recolectado, pues requiere de más de cuatro meses. Aunque hay una variedad de maíces mejorados, el productor dice ser testigo de que la población prefiere las semillas nativas; lo ve, explica, en los días de plaza del municipio de Zaachila, donde vende el kilo a 5 pesos.
“La gente prefiere su maíz criollito, si ahorita entrara uno grande, la gente se va por ese y dejara el criollo, pero no lo han logrado las cruzas”, afirma.
Para el cultivo de esta semilla nativa, Esteban invierte alrededor de 3 mil pesos para la renta del tractor, eso sin contar el sueldo que le pagaría a trabajadores; ante la falta de recursos sólo recibe la ayuda de sus tres hijos. Después de la cosecha y la venta, Esteban cree que posiblemente sólo recuperará los 3 mil pesos, pero a pesar de ello, cuenta, le queda la satisfacción de tener su campo fértil.
“Le tengo amor porque el campo es cultivar la planta aunque con trabajos, con problemas de maleza; pero estima uno a las plantas porque las siembra uno, y ve uno que están naciendo, se va uno emocionando con el grueso del tallito porque el campo y las plantas necesitan cariño y amor”, confiesa.
Invasión silenciosa
Pero el amor al maíz y a la tierra no es suficiente para detener una invasión que se asoma desde hace años. Según cifras del INIFAP, en México cada año ingresan unos 12 millones de toneladas de maíz transgénico, supuestamente la mayoría para la industria pecuaria; de ese total no existe forma de saber si algún porcentaje llega a Oaxaca.
Esta laguna de información es grave si se considera que en Oaxaca se siembran 600 mil hectáreas de maíz al año, de las que 90% corresponden a variedades criollas seleccionadas por los propios productores, mientras que un 7% representa superficie sembrada con especies mejoradas de polinización libre y un 3% con híbridos.
La mayor parte de la cosecha de estas hectáreas se destina al autoconsumo, pues los pequeños productores no cuentan con la tecnología ni el dinero para sembrar a gran escala y facilitar su comercialización.
Sólo para el cultivo de una hectárea de maíz criollo, el campesino requiere de unos 9 mil pesos aproximadamente, inversión que pocas veces tiene y aún menos recupera, por lo que la siembra de granos originarios no es redituable monetariamente.
Para el investigador Flavio Aragón Cuevas, del INIFAP, la situación puede empeorar. Dice que la desatención al campo por parte de la Federación ha aumentado y que, desde hace dos años, iniciativas como la de la conservación del maíz criollo no han tenido ningún financiamiento. Son los campesinos quienes con sus recursos propios y con apoyo de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) mantienen los esfuerzos para la conservación.
No es un esfuerzo menor. Según Aragón Cuevas, para que cada uno de los 11 bancos comunitarios de semillas funcione, se requieren unos 120 mil pesos y el trabajo de entre 30 y 120 productores locales. El investigador estima que al menos 1 millón de pesos al año sería lo necesario para continuar con esta estrategia.
“No hay un recurso permanente asignado a cada banco, hace falta que los bancos comunitarios de semillas se incluyan dentro de alguna legislación de los recursos genéticos para que se le asignen recursos cada año”, dice.
La falta de un presupuesto ha contribuido, además, a que no se le siga la pista a la invasión silenciosa del maíz transgénico en la entidad. Hace 16 años (en 2001) se descubrió que semillas modificadas ya tenían presencia en campos de la Sierra Norte.
Los especialistas desconocen si el grano se siguió cosechando y cuáles fueron los efectos en la comunidad porque en el país no existe un protocolo de biorremediación, que instruya qué hacer cuando se localiza una variedad transgénica.
El viernes pasado, un tribunal colegiado determinó mantener la suspensión otorgada para que cuatro empresas productoras de maíz transgénico —entre ellas Monsanto, multinacional estadounidense dedicada a la modificación de semillas— no cultiven ni comercialicen este tipo de granos en siete estados. La decisión es resultado de más de cuatro años de lucha de asociaciones civiles.
Una cueva de Oaxaca guarda los orígenes del maíz
Esta semilla se cultiva en el estado desde la época de las aldeas, por lo que Oaxaca es considerado centro de origen del maíz y de otros alimentos como la calabaza y el frijol, según lo documentado por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales y Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), con base en investigaciones del arqueólogo norteamericano Kent Flannery.
Muestra de ello es la cueva de Guilá Naquitz, ubicada en el ejido Unión Zapata del municipio de Mitla, en los Valles Centrales. Aquí se hallaron vestigios con más de 10 mil años de antigüedad que revelan la vida de los primeros agricultores sedentarizados en América.
Guilá Naquitz forma parte de las cuevas prehistóricas de Yagul y Mitla, declaradas en 2010 Sitio Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en la categoría de Paisaje Cultural.
Esta zona comprende más de 100 abrigos rocosos que muestran la cultura, historia y riqueza natural de Oaxaca, informa el director de la Conanp en la entidad, Pavel Palacios Chávez.
Oaxaca posee 35 razas nativas de maíz, de las 59 que existen en México, lo cual representa más del 59% de la variedad nacional.
Las variantes oaxaqueñas son las llamadas ancho, arrocillo, bolita, celaya, chalqueño, chiquito, comiteco, conejo, cónico, cónico norteño, elotes cónicos, elotes occidentales, mixeño, mixteco, mushito, nal-tel de altura, entre otros.
En fomento a las actividades de conservación, en diciembre se llevará cabo la séptima Feria Estatal de la Agro Biodiversidad que reunirá a 400 campesinos y será inaugurado otro banco de semillas para su conservación en esta zona con trascendencia histórica.