Dulces de coco, una deliciosa forma de combatir la pobreza y dar empleo en la Mixteca de Oaxaca

Hace más de 50 años, Dolores y Cayetano iniciaron un negocio familiar luego de migrar de su natal Magdalena Yodocono; ahora, en medio de la pandemia, esta empresa es fuente de trabajo y de resistencia en la región

Dulces de coco, una deliciosa forma de combatir la pobreza y dar empleo en la Mixteca de Oaxaca
Foto: Edwin Hernández. EL UNIVERSAL
Municipios 30/01/2021 10:27 Juan Carlos Zavala Actualizada 13:06

Magdalena Yodocono.- Cuando Dolores Cruz y Cayetano Palacios decidieron dejar su hogar en la Mixteca oaxaqueña y migrar a la Ciudad de México para encontrar trabajo y tener mejores condiciones de vida, no imaginaron que estaban dando el primer paso para construir lo que se convertiría en una empresa familiar y fuente de empleo en su natal Magdalena Yodocono. Desde entonces ha pasado poco más de medio siglo. 

Dolores tenía 25 años y su esposo 27 cuando emprendieron la aventura. Tras un tiempo en la capital, la pareja decidió que se establecería en el municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México. Cayetano consiguió un empleo y ella se dedicó a la fabricación de dulces de goma y bolis, o congeladas, para vender y ayudar con los gastos.

Dolores dio en el blanco y pronto su negocio tuvo éxito, por lo que Cayetano dejó su trabajo para dedicarse a la venta y comercialización de los productos que elaboraba su esposa.

A 50 años de distancia, la pareja, sus hijos y nietos han construido una fábrica de dulces con sede en Yodocono, un municipio donde siete de cada 10 personas se consideran pertenecientes a un pueblo originario o indígena, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). 

“Al principio nos daba vergüenza entrar a las dulcerías a vender”, recuerda Cayetano, quien ahora tiene 84 años y se dice orgulloso de su empresa, misma que ha logrado superar una pandemia y una epidemia, y que también ha sabido resistir los efectos económicos de la crisis que golpea al mundo desde hace un año.

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Foto: Edwin Hernández. EL UNIVERSAL

Nelly Magdalena Palacios Hernández, nieta de Cayetano y Dolores, tiene claro que el camino recorrido por sus abuelos cuenta una historia de esfuerzo, arraigo y migración.

Actualmente, Nelly es una de las encargadas de la empresa CAMYCOCOS, como ha sido renombrado el negocio que nació en los años 70 en Ciudad Neza. 

“Mi abuelita empezó con las congeladas, los bolis. Luego siguieron mi papá y mis tíos. El boli y la gelatina, en los 80, principios de los 90, tuvieron gran auge en La Merced. Después vinieron más productos, como la goma y productos a base de grenetina. Mi papá empezó la comercialización, ya no tanto la elaboración. Entonces metieron más productos, como el tamarindo y el malvavisco”, detalla Nelly.

Tanto ella como su padre, Cayetano Magdaleno Palacios, llevan en su propio nombre el arraigo que sus abuelos sienten por su comunidad de origen, mismo que se materializó hace 25 años, cuando por diferentes factores regresaron a Magdalena Yodocono para continuar con la elaboración de los dulces,  ahora en su tierra. 

Entonces, la empresa se llamaba Dulces Danys, pues fue hasta hace 11 años que nació formalmente CAMYCOCOS, como renombraron al negocio en medio de la epidemia  de la influenza A(H1N1), la primera a la que se enfrentaron y lograron resistir. 

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Foto: Edwin Hernández. EL UNIVERSAL

En esos años empezaron en un cuarto con una olla y una mesa, era ese el lugar en   el que elaboraban sus productos, pero cuando los  clientes comenzaron a crecer la familia tuvo que ampliar el espacio de trabajo  de una forma improvisada.  

“Dijimos: ‘Nos faltan más cuartos para trabajar, aquí construyo; falta otro, pues construyo arriba’. Fue un crecimiento exponencial, pero también no controlado”, explica Nelly. 

Dentro de las actividades de comercialización impulsadas por Cayetano Magdaleno se inició también con la venta de dulces de coco, los cuales,  rápidamente, tuvieron una fuerte demanda, pero su proveedor era informal y propiciaba que, generalmente, quedaran mal con sus clientes.

Ante esa situación, uno de los hijos del matrimonio insistió en que  ellos mismos debían producir los dulces de coco y, tras insistir, convenció a la familia de elaborarlos.

Un pueblo con rostro de pobreza

Magdalena Yodocono es un municipio pobre. Para saberlo no es necesario que lo confirmen las cifras oficiales, pero lo hacen. Según los datos más recientes del Inegi, en las cuatro comunidades que lo conforman, hasta 2015, habitaban mil 554 personas. De ellas, mil 295 viven en condición de pobreza (73.2%) y, de ese total, 371 lo hacen en una marginación extrema.

Una de las razones de que la pobreza sea parte del rostro de Magdalena Yodocono es la falta de empleo, pues según cifras oficiales, del total de la población, sólo 525 personas de la comunidad están ocupadas, pero apenas  50.5% de esa cifra recibe una salario por dicha actividad. En números absolutos se trata de poco más de 190 hombres y 51 mujeres.

Es por eso que la llegada de la empresa  de Dolores y Cayetano, así como  su apuesta por los  dulces de coco, se convirtieron en una fuente de empleo en Magdalena Yodocono, pues construyeron una cadena de producción  en la comunidad que comenzó a generar fuentes de empleo.

La familia reconoce, por ejemplo, que estos  dulces se convirtieron en  parte importante en el crecimiento de la empresa, pero señalan que  también influyeron, principalmente, los estudios y la carrera profesional en Química realizada por Nelly en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), porque con ello  se logró darle valor agregado a los productos, tanto en calidad como en la durabilidad de los dulces, mismos que conservan su elaboración de manera artesanal.

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Foto: Edwin Hernández. EL UNIVERSAL

“El dulce de coco fue abriendo camino y la misma marca se fue dando a conocer. Fue como un parteaguas, porque antes de ser CAMYCOCOS era Dulces Danys, con las gelatinas y las gomas, pero cuando empieza CAMYCOCOS se da el boom”, dice Nelly. 

Actualmente, la empresa tiene seis líneas de productos y elaboran 51 tipos diferentes de dulces, entre los que se encuentran de tamarindo, chamoy, los rellenos, malvaviscos y la goma. 

Su principal mercado, explican, se concentra en los estados de Puebla y Chiapas, pero también abarcan las ciudades de Minatitlán y Acayucán, en Veracruz; Tlapa, en Guerrero, y la ciudad de Oaxaca.

Además, pese a que siguen considerándose como una empresa familiar, en ella emplean a alrededor de 30 personas de la comunidad y el número de trabajadores aumenta en las temporadas altas, es decir, cuando incrementa la demanda de dulces, por ejemplo,  en diciembre por las fiestas de Navidad y fin de año, el Día del Niño y en el inicio de cada ciclo escolar.

Pandemia no golpea negocio

La familia explica que con la llegada de la pandemia de Covid-19 arribó también el miedo por saber si podrían resistir sin tener que prescindir de empleados.

Afortunadamente, explican, el impacto negativo únicamente se sintió en diciembre de 2020, pero sólo en uno de sus productos, lo que se compensó con el aumento en la demanda de otros de sus dulces.

“Todo mundo estaba en la incertidumbre de si íbamos a poder seguir trabajando. No se desplazó producto como en otros años, pero no fue tan fuerte como también temíamos. Estuvimos trabajando bastante. Cuando empezó la pandemia, nos preparamos y cerramos por 20 días”, dice Nelly.

Explica que la firma pudo resistir dado que se les considera como un productor de alimentos y, por tanto, están dentro del rango de actividades esenciales que, tras el primer confinamiento, pudieron continuar.  

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Foto: Edwin Hernández. EL UNIVERSAL

“Aun así, la gente tenía el temor de que alguien se enfermara. Nosotros creímos que la venta se iba a parar, pero no, siguió constante. No hemos vuelto a cerrar, afortunadamente”, dice Nelly, quien sabe que cerrar indefinidamente sería un gran golpe.

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